Big data: público y privado

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Los datos se convirtieron en el insumo más valioso de esta época. Son nuestra “huella” en el mundo virtual, y una herramienta potente de gestión pública.

Foto: IStock

En algún momento, sin que lo hayamos advertido, los datos se convirtieron en el bien más valioso y buscado: el famoso big data. O, en castellano, macrodatos, aunque no sea una expresión muy usada. De hecho, si las redes sociales que usamos tantas horas por día son gratuitas es porque su verdadero negocio está en la posesión y el aprovechamiento de esa masa de datos, que hoy es información indispensable para cualquier negocio o actividad económica. 

A propósito de esto, el licenciado en Computación Científica Eduardo Poggi, con larga experiencia en la administración pública nacional, asegura que el teléfono celular “es el dispositivo que, por lejos, más información brinda sobre nosotros para alimentar al big data, porque nos acompaña las 24 horas, registra con quién hablamos y genera una huella digital de lo que hacemos a cada momento”, advierte con el aval de una amplia experiencia en lo que denomina “ciencia de datos”. 

En sintonía, el ingeniero Fernando Frías, titular de la consultora Verticall, de Córdoba, y director de la Maestría en Inteligencia de Negocios y Explotación de Datos de la Universidad Siglo 21, opina que gracias al big data “es posible diseñar productos y servicios para satisfacer las demandas comprobables de usuarios reales, porque cada vez hay más información disponible en las redes sociales y en cualquier aplicación que utilizamos en nuestro celular o PC, e incluso registran cómo se reacciona a cada contenido publicado”. 

Por eso, Frías concluye que, en la actualidad, “quien accede a esa información puede saber de qué manera y en qué momento llegar a los clientes, y hasta personalizar la información sobre su propio producto según el tipo de destinatario al que se dirija”. 

A su vez, Poggi advierte que toda esta data podría ser utilizada como fuente de información también por el sector público: “Las mismas prácticas que se usan para vendernos cosas, que son perfectamente legítimas, podrían aprovecharse también para que el Estado tome conocimiento de otras necesidades”. 

A modo de ejemplo, señala que si se cruzan datos de las tarjetas tipo SUBE y las cámaras e imágenes satelitales, se podrían monitorear los flujos de circulación y así mejorar la fluidez del tránsito. O en materia de salud, sería útil crear aplicaciones que lleven el control de asistencia de los chicos a las escuelas en zonas carenciadas para anticipar algún problema sanitario, entre tantas otras opciones.

En suma, posibilidades de una herramienta que hace rato se introdujo en nuestras vidas. 

LAS TRES “V”

Los macrodatos se caracterizan por tres virtudes en especial, llamadas “las tres V”. La primera es su volumen y refiere a la cantidad enorme de información que se genera y se recoge cada día. La segunda es la velocidad de los datos, que circulan en tiempo real apenas se generan. Y la tercera es su variedad, ya que son absolutamente heterogéneos. Los más básicos son las cifras, que pueden ser de operaciones de compraventa concretadas, consultas por productos, reacciones del tipo “me gusta” en las páginas web y redes sociales, o cualquier otro comportamiento que pueda contabilizarse para indicar alguna tendencia.