Salta: La belleza escondida

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Salta es perfecta para visitar en familia. Cinco días bastan para recorrerla, disfrutar de la gastronomía y los excelentes vinos, conocer su cultura y sus costumbres ancestrales, y relajarse en sus paisajes.

Por: María Eugenia D’Alessio

Fotos: Ministerio de Cultura, Turismo y Deportes de Salta

 

De estilo colonial y gente amable, la ciudad de Salta es privilegiada. Por su ubicación, es fácil llegar desde allí hasta cualquier punto del norte del país. Hay huellas de su cultura en toda la provincia, y su geografía es rica. Con más de 20.000 plazas hoteleras, hay en la provincia lugar para todos: desde campings hasta hoteles cinco estrellas.

La visita empieza por la capital. Allí o en San Lorenzo, a quince minutos del centro y cerca de los cerros, hay todo tipo de hospedajes y restaurantes. El casco histórico, de estilo colonial, está rodeado de cerros; la ciudad parece salida de un cuadro. Para apreciar bien el paisaje, lo mejor es comenzar temprano. Alrededor de la plaza principal se encuentra el Cabildo, uno de los mejores conservados del país. En dos plantas y nueve salas hay elementos de arte sacro, mobiliario litúrgico, objetos que pertenecieron al general Güemes y restos arqueológicos.

La Catedral es visita obligada. De estilo barroco, es Monumento Histórico Nacional desde 1941. Se venera allí a Nuestra Señora de las Lágrimas, cuya imagen lloró en 1749 en el Colegio de la Compañía de Jesús. En el Panteón de los Héroes del Norte reposan los restos de Güemes.

Frente a la misma plaza está el Museo de Arqueología de Alta Montaña, creado para albergar las momias de los niños de Llullaillaco junto con un ajuar y objetos de oro y plata, y para contar el ritual de Capacocha (ver recuadro). La visita es interesante y ágil.

A pocas cuadras se ubica la que fue la casa del general Martín de Güemes. A través de las habitaciones y de una muestra interactiva, los cuadros y objetos muestran cómo vivió el prócer, su familia, sus pensamientos e ideales. Es una opción entretenida y didáctica.

Se pueden almorzar platos típicos alrededor del casco histórico, en restaurantes que sirven locro, empanadas, humitas y tamales. En la noche hay que ir a las peñas. Estanislao Villanueva, secretario de Turismo de Salta, cuenta que hay dos opciones: las que tienen show ya armado con un escenario y artistas, y otras más improvisadas. En estas últimas los comensales pueden tocar la guitarra y cantar. “La gente es protagonista; se arman duelos de chacareras y zambas hasta entrada la noche. Nosotros aconsejamos ir a los dos tipos de peñas”, dice el funcionario.

El Mercado Artesanal es otro recomendado. Un poco alejado del centro, funciona desde 1968 en una casona antigua. Allí venden cestería, plata, cuero, cerámica y tejidos; todos con certificado de autenticidad.

Para ver la ciudad completa hay que subir al teleférico que sale del parque San Martín y llega al cerro San Bernardo. La postal es única; desde sus balcones se ven las cúpulas de las iglesias y los edificios que las rodean, y el camino a Cafayate. En el cerro hay juegos para niños y una confitería, y es posible hacer desde caminatas entre la densa vegetación hasta descenso en mountainbike.

Un destino obligado son los Valles Calchaquíes, en donde está Cafayate, dueño de imponentes paisajes que, además, es parte de la ruta del vino salteña. En el Museo de la Vid y el Vino se muestra el proceso de la uva, desde la planta hasta la mesa.

Camino a Cafayate, sobre la Ruta Nacional 40, hay pueblos en los que se producen diferentes

vinos y en los que es recomendable detenerse. La altura (más de 2200 msnm), los 350 días al año de sol, la amplitud térmica y las características del suelo permiten obtener productos de calidad, con uvas dulces y vinos con alta graduación alcohólica. El Torrontés es la estrella, pero se producen también Cabernet y Malbec. Degustaciones, paseos, hospedajes en las bodegas y terapias saludables con vinos son algunas posibilidades en la zona.

Otro imperdible es Cachi. Para llegar desde Salta hay que pasar por la bella Cuesta del Obispo, que alcanza su cumbre en la Piedra del Molino, a 3300 msnm. El camino entra al Parque Nacional Los Cardones, y es imposible no detenerse allí: son más de 65.000 hectáreas de cardones, algunos de los cuales miden más de tres metros y tienen entre 250 y 300 años. Se ven también cóndores a simple vista, guanacos, zorros colorados, quirquinchos, pumas, pájaros carpinteros de los cardones y gaviotas andinas.

Más adelante está Cachi, que parece detenido en el tiempo. Tiene una plaza central rodeada de calles adoquinadas y casas con base de piedras, paredes de adobe revestidas de cal y arena blancas, rejas de hierro forjado, techos de cardón o cañas cubiertas con barro. Las veredas, altas, de piedras lajas y con canales de riego. Hay que entrar al Museo Arqueológico y a la iglesia. También se puede ver el proceso de secado de pimiento y otras especias, que hacen de la cocina andina una exquisitez. Aquí es posible encontrar la paz absoluta o la aventura extrema, esta última en el Nevado de Cachi, de 6380 msnm, el pico más alto de los Valles Calchaquíes. Los ascensos se hacen entre octubre y marzo, con guías autorizados; hay que presentar apto médico y tener experiencia en alta montaña.

Por la RN 40 se encuentra Seclantás, en donde se teje en telar el típico poncho salteño. Visitarlo es adentrarse en la historia de sus tejedores, que mantienen la tradición. Sus calles adoquinadas, sus casonas tradicionales, la acequia de riego que bordea el pueblo y un imponente mirador desde la capilla del cementerio lo hacen un lugar único.

Paralelo a la RN 40 está el Camino de los Artesanos, que se puede recorrer en vehículo o a pie. Vale la pena pararse a conversar con los artesanos, quienes mientras tejen cuentan sobre su oficio, heredado de sus padres y abuelos. Con lana de llamas, ovejas y vicuñas hacen caminos de mesa, pies de cama, chales, alforjas, fajas, ponchos.

PASEO POR LAS NUBES

Tocar las nubes es posible; se puede ir por cuenta propia hasta San Antonio de los Cobres y allí sumarse al Tren a las Nubes, o salir con la excursión, desde Salta. El bus sale a las siete en punto y para en algunas localidades; una de ellas es Alfarcito, en donde los niños de esa comunidad sirven el desayuno típico a los turistas. Más adelante, en la región Puna, pueden verse el santuario inca Quehuar, un volcán y el Nevado de Acay; todos superan los 5000 msnm. Ya en San Antonio de los Cobres hay que subir al tren para ascender a los 4200 m. Al llegar al viaducto La Polvorilla se pueden sacar fotos luego de izar la bandera. De vuelta en San Antonio un buen plan es almorzar, recorrer el pueblo, ver artesanos y hasta arriar llamas por la montaña junto con Anatolio, el pastor. A las 16 comienza la vuelta, y hay que detenerse en Santa Rosa de Tastil, donde hay un sitio arqueológico que formó parte del Camino del Inca y que se conserva casi intacto. El tour visita el museo arqueológico del sitio. A la ciudad de Salta el bus llega a las 20 horas. El viaje es agotador, pero la experiencia, inolvidable.

DATOS ÚTILES

CÓMO LLEGAR

Por avión, desde Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, Ushuaia, Iguazú, Bariloche vía Aerolíneas Argentinas, Latam, Flybondi y Andes.

En auto: desde Buenos Aires, por RN 34 o por RN 9; desde Iguazú por RN 16; desde Córdoba por RN 9; desde Tucumán por RN 9 o RN 40; desde Jujuy por RN 9 o RN 34.

En colectivo, diferentes empresas desde distintos puntos del país.

DÓNDE ALOJARSE

Salta tiene amplia variedad en hospedajes; desde campings a partir de los $100 por día por auto, hasta hoteles boutique o 5 estrellas. Una familia tipo en un apart hotel estándar puede pagar aproximadamente $1800 por una noche.

Hay servicio de hotelería en casi toda la provincia, por lo que si la noche sorprende siempre hay dónde dormir. En temporada alta se recomienda reservar con anticipación.

QUÉ LLEVAR

De marzo a septiembre la temperatura es agradable, pero en las noches desciende considerablemente, por lo que hay que llevar ropa de abrigo. En verano también refresca en las noches, por lo que se recomienda una campera liviana. Recordar que, a mayor altura, mayor amplitud térmica.

Para los paseos: agua, ropa y calzado cómodo, sombrero y protección solar. No olvidar una muda de ropa arreglada para visitar las peñas en la noche.

CÓMO MOVERSE

Hay agencias que organizan excursiones, pero también ir en auto propio o de alquiler es una buena opción. En todos los casos, el Gobierno de Salta recomienda asegurarse de contratar servicios autorizados y no en la calle.

En cuanto a los circuitos, muchos se recorren por caminos no asfaltados o de cornisa, y la velocidad máxima es de 50 km/h. Se puede consultar el estado de las rutas en la Secretaría de Turismo de la Ciudad o en Vialidad Nacional.

QUÉ PROBAR

Empanadas de carne cortada a cuchillo, locro, tamales, tamal de charqui, carbonada, humitas; pastel de quinoa y guiso de charqui; carne guatiada. Los vinos salteños son buen acompañante, ya que tienen sabor fuerte. Probar también chicha, aloja, añapa y mistela. Los dulces típicos son imperdibles: quesillo con dulce de cayote y nueces, empanadillas de cayote; ensalada de frutas tropicales.

QUÉ TRAER DE RECUERDO

La producción salteña es amplia y variada, pero son típicos: los vinos de los Valles Calchaquíes; las artesanías en mimbre; los tejidos de llama, vicuña u oveja; las carteras o bolsos de cuero; la platería; y las especias, sobre todo pimentón, pimiento y comino.

EL RITUAL DE CAPACOCHA

La Capacocha era un ritual inca en el que se ofrecía a los dioses la vida de niños elegidos por su belleza y perfección física, en la época de la cosecha. Para ello, luego de una ceremonia y un largo viaje desde Cusco hacia el santuario, se vestía a los niños con la mejor ropa, se les daba de beber chicha (alcohol de maíz) y, una vez que se dormían, se los depositaba en un pozo bajo la tierra, junto a un rico ajuar. A cambio, el

pueblo recibía salud y prosperidad, se estrechaban lazos entre los hombres y los dioses, y entre el centro del estado y los lugares más alejados. Según la creencia inca, los niños no morían, sino que se reunían con sus antepasados, quienes observaban las aldeas desde las cumbres de las altas montañas. Las ofrendas humanas se realizaban solo en los adoratorios más importantes.

En marzo de 1999, un equipo de investigación conformado por arqueólogos peruanos, estadounidenses y argentinos descubrió, en el volcán Llullaillaco, los cuerpos de tres niños incas ofrecidos en sacrificio a través de ese ritual. El hallazgo se produjo a 6600 msnm. Llullaillaco es una de las 200 montañas de la cordillera de los Andes que se conocen con restos arqueológicos. En Salta hay cerca de 40.