San Pedro Viejo: Un tesoro colonial escondido 

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San Pedro Viejo resguarda la capilla más antigua de la provincia de Córdoba y la posta donde pernoctaron San Martín, Belgrano y Facundo Quiroga. Un paseo imperdible en medio de los palmares.

Fotos: Patricia Molaioli

En el norte cordobés –ese pequeño (gran) paraíso escondido en el monte nativo aún sano que regala un paisaje con impresionantes palmares de caranday y fauna silvestre (hay desde corzuelas hasta yaguarundíes)–, sobreviven los vestigios del fervor religioso de la España de la conquista y sitios históricos por los que transitaron algunas figuras destacadas.

Uno de esos pueblos, testigo privilegiado del pasado, es San Pedro Viejo, a 185 kilómetros de la ciudad de Córdoba, que conserva el encanto del paso tranquilo de sus pobladores inmersos en un silencio acogedor que solo rompen las bandadas de aves. 

A la vera del antiguo Camino Real, que conectaba en tiempos de la colonia Buenos Aires con Lima, se encuentra la capilla más antigua en pie de la provincia de Córdoba, del siglo XVII, y la posta de San Pedro Viejo, del año 1767, donde se alojaron José de San Martín, Manuel Belgrano, Manuel “Quebracho” López –quien fue gobernador de Córdoba–, Facundo Quiroga y el controvertido Juan Lavalle, entre otros. Antes de esos acontecimientos, el lugar ya venía cargado de historia. El primer propietario de esas tierras fue el general Pedro Luis de Cabrera (1517-1637), hijo del fundador de Córdoba Jerónimo Luis de Cabrera, que las recibió en merced en 1602. En aquel entonces, todas las tierras eran propiedad del rey de España, quien las repartía a sus expedicionarios para que las adjudicaran a otros. 

PERLITA DEL SIGLO XVII

San Pedro Viejo está detenido en el tiempo. Se llega por caminos de tierra pasando por varias postas hasta una zona de cuatro estancias. Aquellas vías de comunicación indispensables en tiempos de la independencia son hoy un paraíso para los amantes del senderismo. 

La estancia privada, donde se encuentran la posta y el templo, es un reducto de paz en el que es posible alojarse, comer rico y cabalgar en caballos de paso peruano en un ambiente de campo. 

En el predio, que permite las visitas, hay un estanque de aguas claras de 100 metros de largo por 30 de ancho en el que se refleja la silueta de la capilla San Pedro Viejo (o San Pedrito), sauces frondosos y algunas llamas, el casco de estancia o casa grande (hoy, un hotel) y la vieja posta con su imponente galería donde descansaron San Martín rumbo al norte y Belgrano enfermo.

La capilla es una perlita, y aunque se desconoce la fecha exacta de construcción, se estima que fue levantada por soldados bajo las instrucciones de artistas ambulantes que podrían haber llegado del Alto Perú. Los españoles se formaban en centros de arte como Quito, Lima y Cusco y, luego, fundaban sus propios talleres básicos en otros puntos geográficos desde donde satisfacían los pedidos de los hacendados. 

El arquitecto Omar De Marchi, experto en patrimonio cultural y edificaciones religiosas, confirma que la “corriente del norte” era la que alimentaba a todas las capillas serranas. 

El libro Las capillas de Córdoba, de Rodolfo Gallardo, Alejandro Moyano Aliaga y David Malik de Tchara, refiere que la capilla no aparece relacionada en ningún documento con la familia Cabrera. La primera referencia es de 1699 en un testamento que sirve de antecedente para estimar la fecha de construcción entre 1689 y 1699. “Es posible que sea la más antigua de Córdoba, de finales del siglo XVII, aunque tiene cosas del XVIII. San Pedrito posee muros muy anchos de piedra, parte es de adobe. Predominan la piedra y el ladrillo con revoque de cal”, explica De Marchi.

La capilla blanquísima de estilo colonial es tan bonita que hay que contemplarla desde todos sus ángulos, como ocurre con la de Candonga en las Sierras Chicas, considerada una reliquia y declarada Monumento Histórico Nacional. 

Una buena perspectiva se obtiene al caer la tarde, desde el camino que conduce desde San Pedro Norte hacia el pueblito. La iglesia se ilumina con las luces del poniente y se la divisa solitaria y rústica, acariciada por los palmares con los que los pobladores siguen haciendo sombreros y bellas artesanías. Más cerca, si el cielo está diáfano, la foto con el espejo de agua que refleja la torre maciza se confunde con un cuadro. 

La fachada principal de la capilla está orientada hacia el oeste: todas las tardes ve esconderse el sol entre los pastizales. Vale la pena contemplarla desde el mástil donde flamea la bandera argentina o en el ingreso de la posta, imaginando que San Martín vivió la misma escena. 

La puerta de algarrobo con tableros tallados es una obra de arte y al ingresar a la única nave se siente presente el pasado. Hay un pequeño atrio, coro, sacristía del lado del evangelio y techo de teja con campanario de tres campanas en una torre piramidal. 

“Las maderas son originales, pero la bovedilla que estaba muy dañada y otras cerrajerías no lo son. Rescatamos las tejas que pudimos y volvimos a ponerlas. El piso era de tierra apisonada y después le pusieron lajas del cerro Colorado, pero eran muy esponjosas y retenían la humedad, y se resolvió reemplazarlas por los ladrillos que hay ahora. La puerta es original, el púlpito y las imágenes también”, explican los actuales dueños del predio. 

La capilla, que mide unos 15 metros de largo por seis de ancho, fue restaurada en varias oportunidades.

Igual que Santos Pérez y que FacunLa capilla se encuentra en un predio privado. En la misma estancia está la posta histórica en la que descansaron San Martín y Belgrano.

PERDIDA EN LAS SIERRAS

¿Cómo es posible que en esos lugares aún hoy tan alejados se hayan levantado estos templos? La licenciada en Historia Carolina García Montaño explica que, en aquellos tiempos, además del fervor católico español, colonizar era poblar y evangelizar. “El papa les otorgaba a los Reyes Católicos los territorios para ser evangelizados, por eso la evangelización le da legalidad a la ocupación española”, remarca. 

La capilla aún conserva imágenes valiosas traídas probablemente desde Cusco, en el Alto Perú, o desde Toledo, en España. Por ejemplo, la Virgen Dolorosa y un Cristo articulado –de autor anónimo, tal vez cusqueño–, tallado en madera y, quizá, con policromía. También la preciosa y pequeñísima imagen de San Pedro vestido con tiara papal explica por qué sus devotos lo llaman cariñosamente “San Pedrito”. 

“Las imágenes no fueron bien estudiadas, pero tienen rasgos similares a las que se hacían en las misiones jesuíticas”, opina De Marchi.

Los dueños de la estancia aseguran que existen indicios de que la imagen de San Pedro es española y pudo haber venido junto con Pedro Luis de Cabrera, por lo que sería anterior a la iglesia. 

La capilla conserva imágenes valiosas traídas probablemente desde Cusco, en el Alto Perú, o desde Toledo, en España.

TIERRA DE LEYENDAS

En San Pedro Viejo, al igual que en todo el Camino Real, anidan las leyendas. Se cuenta que Santos Pérez, el capitán de milicia enviado por los hermanos Reinafé para asesinar al caudillo riojano Facundo Quiroga –que habría dormido en la posta de San Pedro la noche anterior a su muerte–, iba a pedir perdón a la capilla de San Pedrito por los crímenes cometidos el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco. Aseguran que estaba atormentado por el recuerdo del gemido del niño postillón de 12 años que degolló para evitar dejar testigos. 

Igual que Santos Pérez y que Facundo Quiroga, desde mediados del siglo XVIII, las postas vieron pasar innumerables viajeros, comerciantes, arrieros, tropas y caravanas que iban de Buenos Aires a Lima. 

La de San Pedro Viejo podía albergar hasta diez mil mulas, que se criaban en Córdoba para trasladar materiales y también para vender en Potosí a cambio de productos manufacturados y minerales. 

La traza del Camino Real, que estaba regulado por el estado colonial, seguía las huellas de los antiguos nativos. “El primer registro que hay es de 1567. Juan Matienzo promueve este trayecto desde Buenos Aires hasta Perú y la categoría oficial de ‘camino real’ se la da una ordenanza de 1663”, explica García Montaño. 

A mediados del siglo XVIII se crea el sistema de postas y correos oficiales, y en 1771 un visitador español recorre todo el camino, crea un reglamento y designa a un administrador que sería el maestro de postas, un criollo de la zona que firmaba las comunicaciones y les daba legalidad a los trámites. 

“El camino también funcionaba como tránsito de mercancía, de información, de cultura. Todo lo que se movía en esa época lo hacía por el camino real”, explica García Montaño. 

El historiador Damián Santa agrega que las postas también funcionaban para que los viajeros tuvieran seguridad y realizaran el cambio de caballada. Las postas estaban a 25 kilómetros unas de otras, pensadas para un día de trayecto en caballo o carreta. 

Así fue como en 1813 el general San Martín en su marcha con el Ejército del Norte pasó por esta posta; Manuel Belgrano buscó descanso allí varios días para reponerse de una hidropesía; y el gobernador de Córdoba Manuel López “Quebracho” concentró sus tropas en la posta ante la amenaza de invasión por parte de la Coalición del Norte, a la que Córdoba no apoyaba. 

“Las postas brindaban recursos para la guerra, ya que estaban llevando reclutas, esclavos, desertores. Sirvieron como un medio para concretar la comunicación entre las ciudades y los lugares donde se asentaban los ejércitos”, remarca Santa.

Hoy, siglos después, en medio de un paisaje sorprendentemente virgen, las postas siguen teniendo la magia de los sitios que guardan secretos. Y, tal vez, solo por eso merecen una visita. 

HOTEL DE CAMPO

En el viejo casco de estancia, desde 2005 funciona el hotel de campo de San Pedro Viejo, que ofrece alquiler temporal, con servicios opcionales de cocina y limpieza, y de hotelería clásica, con pensión completa o media pensión. La Casa del Roble tiene 440 metros cuadrados cubiertos, con cuatro habitaciones amplias en suite, pileta, quincho, cocina, tres livings, gran comedor, generosas galerías, laguna, río y 4200 hectáreas de sierras.

En San Pedro Viejo se crían caballos de paso peruano, con los que es posible realizar cabalgatas. Información: @sanpedroviejohotel / IG: hotel san pedro viejo.

UBICACIÓN ESTRATÉGICA

San Pedro Viejo tiene una ubicación estratégica para descubrir otros destinos de Córdoba. Desde allí se puede visitar la reserva natural Cerro Colorado, con sus pinturas rupestres y museos; Villa Tulumba, con su encanto colonial; la Salina de Ambargasta con sus atardeceres; la Bodega Del Gredal, con sus viñedos y sus degustaciones; las vecinas postas sobre el Camino Real; el circuito del arte por Deán Funes e Ischilín; y la cocina precolombina en Guayascate. 

Por el camino que llega desde Córdoba también se pueden visitar las estancias jesuíticas de San Isidro y Santa Catalina, en Colonia Caroya.