Estefanía Banini: El talento rebelde

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Habilidosa y gambeteadora dentro de la cancha, referente y cuestionadora fuera de ella, es una de las líderes de la selección argentina que clasificó al Mundial del año que viene.

Rebeldía pura: al elegir una actividad que, supuestamente, no era para ella; al insistir a pesar de que le cerraran una puerta tras otra; al elegir la gambeta como arma principal; al luchar por mejores condiciones, aunque tenga que pagar un costo alto por ello.

Estefanía Banini se planta desde los cinco años, dentro y fuera de la cancha, para perseguir objetivos individuales y colectivos. Estuvo tres años proscripta en la selección argentina luego de que, junto a algunas compañeras, reclamara un cambio en la conducción para poder crecer competitivamente. Recién había finalizado el Mundial de Francia, en 2019, que la tuvo como capitana y número 10. Recién en la gira previa a la Copa América de este año pudo volver a vestir la celeste y blanca.

El campeonato disputado en Colombia pudo haber sido su última vez representando a la Argentina. A falta de quince minutos para el final del partido por el tercer puesto, la selección caía 1 a 0 contra Paraguay y se quedaba sin la última plaza para el Mundial que se disputará el año que viene en Australia y Nueva Zelanda. Una ráfaga de goles dio vuelta el encuentro y la clasificación le brinda un objetivo más a Banini, que ahora se propone que esa cita sea su último baile. “Sería un muy lindo cierre. Se acerca el final, hay que tratar de aceptarlo, aunque no me guste. Me encantaría jugar toda la vida, pero es una profesión que se termina pronto”, confiesa.

A los cinco, sin saber por qué, sintió la necesidad de jugar al fútbol. Sus padres, sorprendidos, le ofrecieron alternativas: vóley, básquet, hockey… Pero la decisión estaba tomada. El fútbol había llegado a su vida para siempre, y lo supo desde el principio. “Bueno, dejala, es un capricho, ya se le va a pasar”, pifió su papá. También descubrió de entrada que las cosas no serían fáciles. Junto a su mamá recorrieron clubes por todo Mendoza y recibieron una negativa tras otra. Notó en la cara de Elisabeth la tristeza por el rechazo a que una nena jugara al fútbol, hasta que encontraron el sí que tanto esperaban en Eduardo “Perico” Pérez, el entrenador del club Cementistas.

En la adolescencia llegó a la selección argentina incluso sin haber pasado por ningún club de Primera División. Jugaba en Las Pumas y trabajaba en un kiosco para tener su propio dinero cuando recibió el llamado de Luis Mena, el director técnico del Colo-Colo, de Chile. Sin pensarlo demasiado, aceptó la propuesta y comenzó una etapa exitosísima: ganó once títulos en el conjunto chileno, incluyendo una Copa Libertadores.

Un par de años antes, tuvo un deseo premonitorio. Su papá, por cuestiones económicas, debió trasladarse a Buenos Aires. La comunicación familiar se mantuvo por cartas, ya que en su casa no tenían acceso a Internet y las llamadas eran muy costosas. En una de esas cartas, Estefanía, a los trece, cuando Tito le preguntó cuál era su sueño, respondió: “Jugar un Mundial con la Argentina, usando la 10 y con la cinta de capitana en el brazo”. Exactamente lo que le pasó el 10 de junio de 2019, en el estadio Parc des Princes, cuando debutó contra Japón. En ese partido, por primera vez en su historia mundialista, la Argentina sumó un punto gracias al empate en cero.

  • ¿Qué fue Francia 2019 para vos y para el grupo?

Cumplir un sueño y, al mismo tiempo, enfrentarte a la realidad. Nos dimos cuenta de que, dándolo todo, no estamos al nivel que queremos. Era vivir lo que más me gustaba, pero viendo que ni con todas mis armas podíamos competirles a las grandes selecciones. Es un poco frustrante querer jugar de igual a igual y no poder hacerlo. Fue algo agridulce. Lo disfruté muchísimo, pero desde ahí me di cuenta de que tenemos que cambiar muchas cosas. Ojalá generaciones futuras puedan llegar, competir y tener esa ilusión que tenemos todos con la selección masculina, que siempre es candidata a ganar. Talento hay, lo que falta es trabajo y apoyo, entonces hay que exponerlo para que las chicas que vienen puedan ilusionarnos a todos.

La conciencia de que había que agitar todo para generar un cambio, el deseo de que no alcanzara solo con participar de las grandes competencias y la convicción de que se puede intentar algo más ambicioso la llevaron a alzar la voz.

  • ¿Sentís que cambió algo en estos años?

Sí, muchas cosas mejoraron, aunque otras están igual o peor. Entiendo que el torneo local está creciendo y es importante que así sea. Necesitamos más apoyo de los clubes hacia las jugadoras, hacia los planteles femeninos, para poder competir de mejor manera. Las condiciones que uno ha vivido no han sido las ideales. Desde nuestro lugar siempre vamos a intentar que las generaciones que vienen pasen otro proceso. 

FUTURO

Todavía con contrato con Atlético Madrid, Estefanía busca el objetivo de clasificar a la Champions League (en la temporada pasada no consiguieron hacerlo por solo un punto). Si lo logra, quizás juegue un año más, luego del Mundial de 2023. Ya se imagina, sin embargo, lo que viene: “Voy a estar siempre ligada al fútbol. He hecho los cursos de entrenadora para estar formada y preparada. Quiero volver a casa, he vivido más de la mitad de mi vida afuera y extraño muchísimo. Quiero traer todo lo que aprendí, adaptarlo y hacer crecer el fútbol femenino desde el lugar que me toque”.