La Cumbrecita:
Alemania en el corazón de las sierras

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Un pueblo peatonal en el corazón del valle de Calamuchita, sin entidades bancarias ni estaciones de servicio, donde se entremezclan y conviven la tonada cordobesa y el acento teutón. En cada rincón, en cada construcción, en cada alimento, se observan las características, los sabores y los colores de los Alpes europeos.

Por Ricardo Gotta
Fotos Gentileza Secretaría de Turismo La Cumbrecita

Cuando el visitante está por llegar a La Cumbrecita, en general ya viene deslumbrado luego de haber visitado las ciudades de los alrededores y cree que el encanto se ha terminado, pero entonces se encuentra con el ensalzamiento profundo de aquel lugar, tan influenciado por la estirpe alemana. Se enfrenta con un paraje de ensueño: un pueblo peatonal en el que todos los circuitos internos están previstos para ser realizados a pie. Debe dejar el vehículo antes del puente angosto que cruza el río Medio, previo ingreso al pueblo. El emplazamiento es reserva natural, allí está prohibido cazar o dañar cualquier especie de flora y fauna. “Estimado visitante, nos permitimos recordarle que nuestra localidad ha sido declarada zona de protección ambiental…”, empieza por decir a modo de bienvenida.
El lugar, de apenas un millar de habitantes fijos, se fue extendiendo en el tiempo, adentrándose en la sierra, para completar minuciosamente la oferta de turismo a los más de 360 mil visitantes que lo recorren anualmente y que llegan para disfrutar de montañas, bosques añosos, magníficas cascadas, serpenteantes arroyos de agua cristalina y miles de senderos.
 

El puente de ingreso al pueblo que pasa por sobre un brazo del río Medio.
Capilla construida por el ingeniero Helmut Cabjolsky, hijo del fundador.

Es un pueblo sin banco ni estación de servicio, lo que hace que sea aún más fascinante recorrer sus callecitas y sentir cabalmente que se transita por un poblado alemán. Esto no es casual: Helmut Cabjolsky había nacido en Berlín, en 1892, y cerca de cumplir los 40 años, viajó a la Argentina junto a su mujer, Hedwig Behrend, y sus hijos, Helmut (13 años) y Klaus (11), para hacerse cargo de una gerencia de la filial argentina de la empresa Siemens. A poco de arribar, le recomendaron unos paisajes alucinantes, le dijeron que eran los más parecidos a su tierra natal. Un abigarrado grupo de paisanos suyos comenzó a originar lo que sería el pueblo de Villa General Belgrano, en el corazón de las Sierras Grandes de Córdoba, en el valle de Calamuchita. Poco tiempo después, el 7 de septiembre de 1934, Cabjolsky adquirió unas 500 hectáreas a poco más de 30 km de allí, en un territorio ubicado a una altitud de 1450 msnm, cercado por ríos, pero sin árboles, caminos ni puentes, con vegetación escasa y rala. El pueblo más cercano quedaba a más de 20 km a lomo de mula. Los cuñados de Helmut, Federico y Enrique Behrend, también viajaron desde Alemania y se encargarían de la forestación y de la traza de algunos caminos. Al año siguiente, edificarían una casa de adobe de ocho habitaciones que albergaría a toda la familia. Algunos años después, Helmut (h), recibido de ingeniero, encaró el proyecto de la generación de un pueblo andino como el de sus ancestros y planificó el loteo, levantó las primeras edificaciones y proyectó los servicios esenciales.
También él diseñó la capilla del pueblo e hizo traer la figura de María y el Niño que había sido tallada en la Escuela de Ebanistería de Oberammergau, en Baviera, Alemania. El pequeño templo se erigió en 1967, en el punto más alto del pueblo, coronando el bosque, cerca de El Castillo construido por el alemán Erwing Müller y el lugareño don Rito Merlo en los años 40, caracterizado por los símbolos y escudos grabados en la madera de su amoblamiento y en las piedras de sus paredes. Cuenta la leyenda que Müller vivió solo en el castillo durante un prolongado lapso, que apenas salía y que se comunicaba mediante las banderas que subía a un mástil.
La calle principal, lógicamente, fue llamada Cabjolsky, aunque el sendero que atraviesa La Cumbrecita recibe el nombre de Paseo Central San Martín, y por allí empiezan la mayoría de los trayectos. Como, por ejemplo, el que va a la Plaza de los Pioneros, de dimensiones muy reducidas, construida por el inmigrante alemán Julio Diesemberg. También es conocida como la Plaza de Ajedrez, con su tablero remarcado en el piso y las piezas elaboradas en hierro y hojalata. O el paseo de La Fuente, también pergeñada por el ingeniero Cabjolsky y construida en madera de lapacho en 1942, como obsequio para el cumpleaños de su padre, con su campana que sirve de alarma en caso de incendio.
En el mismo sendero, en el extremo del pueblo, se encuentra La Olla, uno de los sitios más visitados: el cauce del arroyo Almbach que baja de la sierra genera un balneario con una pileta natural de seis metros de profundidad entre rocas y un frondoso bosque de coníferas. Poco antes, cruzando el arroyo por un pequeño puente de madera y luego de bordear la tradicional Confitería Liesbeth, se arriba al Bosquecito de Abedules, uno de los sitios más bellos y pintorescos de la zona tanto en primavera y verano –cuando sus ramas toman un asombroso color plateado, y sus hojas, un verde intenso– como en otoño –cuando, día a día, la vegetación transita por una increíble variedad de colores–.

Todas sus construcciones remiten a la arquitectura de los Alpes europeos.

Siguiendo por el camino, luego de una subida empinada, se arriba a la cima del cerro Wank. Desde sus 1715 msnm, se obtienen vistas maravillosas del pueblo, de las Sierras Grandes y de buena parte del valle de Calamuchita. Por el contrario, saliendo del pueblo hacia la ruta, tras transitar unos 900 metros, se llega a una llanura, llamada La Pampita, generalmente poblada por tropillas de caballos y rebaños de ovejas, desde donde también se puede disfrutar de muy bellos paisajes y las imponentes Sierras Grandes.
El arroyo Almbach, cuando se inmiscuye en una gran quebrada, forma un salto de agua realmente espectacular, La Cascada, con sus 14 metros de altura y la olla de cinco metros de profundidad. Se accede desde el pueblo por un hermoso sendero que trepa en la sierra y que demanda una caminata de un cuarto de hora.

El arroyo Almbach con sus saltos y espejos de agua de impactante belleza.

Justamente, el senderismo es un clásico de La Cumbrecita, a partir de su originalidad de ser un pueblo peatonal. Una de las caminatas más extensas es la de la cascada Escondida, de unas cuatro horas de duración. Otras son las del cerro Cristal y Casas Viejas, el ascenso a la cima del cerro Wank o los trekkings desarrollados por las Sierras Grandes, la quebrada del Yatán, el Alto del Chicharrón, La Lagunita o Puesto de Garay. También hay opciones de recorrido intermedio, como Casas Viejas, río Subterráneo, cascada Abanico, arroyo de las Mojarritas, La Garganta del Diablo, la Gruta, el Duraznito, Pozo de las Cabras y la Vuelta de Merlo. Más prolongados, pero igual de disfrutables y con hermosos paisajes, son los paseos a cerro Corona, cerro Águila, La Domanda, cerro Mogote Poncho, cerro Blanco. Todos son recomendables si la intención es hallar lugares alejados en la inmensidad serrana. Hay quienes realizan esos paseos a caballo, en compañía de guías que permiten adentrarse en rincones inhóspitos y acceder a vistas panorámicas únicas del pueblo y del valle de Calamuchita.

Es muy común en cualquiera de las recorridas, todas muy atractivas, toparse con árboles milenarios. En este caso, camino a La Olla.

La Cumbrecita, además, ofrece turismo de aventura, como el arborismo (ver recuadro) o la tirolesa (el deslizamiento colgante a través un cable de acero a grandes alturas, mediante roldanas y otros elementos de seguridad) en la zona de las Tres Cascadas y en diferentes rincones de la sierra.
Por supuesto que en todos los sitios se percibirá la extraordinaria influencia de los pueblos de los Alpes europeos. En las construcciones, en la arquitectura, en sus variados alojamientos y en los sitios de gastronomía, donde definitivamente se podrán saborear los tradicionales sabores teutones, sus strudel, truchas ahumadas, pastas rellenas con hongos, pasteles de zarzamora y chocolates artesanales.
Así es La Cumbrecita, ese pequeño pueblo amable y de extrema belleza donde se entrecruzan el acento germano y la tonada cordobesa, donde se entremezclan la bandera celeste y blanca con la blanca, amarilla y negra, donde el espíritu germano encuentra su lugar espejo en el corazón de las sierras cordobesas.

Arborismo

En La Cumbrecita se hace cada vez más característica la modalidad de turismo de aventura conocida como “arborismo”, que consiste en el desplazamiento entre las copas de árboles mediante troncos suspendidos y puentes colgantes. En temas de tomar riesgos y enfrentarse a la aventura, nada está dicho…

DATOS ÚTILES

CÓMO LLEGAR
En auto. La Cumbrecita está a 39 km de Villa General Belgrano, a 111 km de Alta Gracia, a 120,6 km de Córdoba y a 791,1 km de Buenos Aires. El camino desde General Belgrano está completamente asfaltado, aunque llega una sola empresa de transporte, Pájaro Blanco. El valle de Calamuchita se encuentra recorrido en el sentido norte-sur por la RP 5 Camino del Alto, atraviesa los diques de Los Molinos y Embalse de Río Tercero, y accede a Villa General Belgrano, por la RN 9, desde Buenos Aires o Santa Fe y también desde el norte, Salta o Tucumán, y por la RN 6 desde Rosario.
En avión y buses. Vuelos hasta los aeropuertos de Córdoba capital, Río Cuarto o San Luis; luego bus a Villa General Belgrano (empresas Sarmiento, General Urquiza y Lep) y La Cumbrecita.

DÓNDE ALOJARSE
La oferta es muy variada. Cabañas, hoteles de todas las estrellas, modernas suites con vistas panorámicas y spa, con acceso al río y rodeadas de bosque. Algunas opciones: Balcones de La Cumbrecita, Casas Viejas Lodge & Spa, Suites Aires Serranos, La Cumbrecita Village, Suites de la Colina, Brisas del Champaqui, Aguas Claras, Am Hang, Anam, Arroyo Escondido, Brendab, Cabañas Cerro Cumbrecita, Cabañas del Peñón, Cerro Cristal, La Cumbrecita Waldhuetten, De la Compañía, Los Abedules, Río Manso, Ruca Alihuen, Ta Pefka, Terra Nostra, Alma de Jazmines, Villa del Fiume, Hotel Solares Cumbrecita, Hotel Cumbrecita, Hotel Panorama, Hotel Verbenas, Hotel Cascadas, Planeta Cumbrecita, Albergue Los Tíos, El Ceibo, Akapana Suites, Hostería La Domanda, Cabaña Willert, La Colina de Villa Berna, Lomas de Berna, Los Aromos, Talamolle Cabañas de Montaña, Bernalina, Vista Franca.

QUÉ COMER
Son varios los lugares donde es posible saborear comida típica, regional o internacional: restaurante y bar Suizo, Die Frauden, El Encuentro, El Paseo, Engel, Fritz 41, Helmut, La Colina, La Rock, La Cumbrecita, Refugio Gambrinus, La Peatonal, Pizzería La Costa, el Puente, Bristó Cuatro Vientos, Grimmins Coffe, el Negro, La Negra y Confitería Liesbeth.

QUÉ PESCAR
Los amantes de la pesca se regocijan en el lago de las Truchas, en el que la temperatura y la pureza del agua son más que propicias para la reproducción de las truchas arcoíris. Aunque también se puede lanzar en La Olla y en varios sectores del río del Medio, que atraviesa el pueblo y se pierde en la montaña. De todas maneras, es clave advertir que la pesca es con devolución obligatoria y está regulada por los guardas.
 

 
Paseo San Martín, el sendero principal de un pueblo de cuento.
El puente de ingreso al pueblo que pasa por sobre un brazo del río Medio.
Capilla construida por el ingeniero Helmut Cabjolsky, hijo del fundador.
Todas sus construcciones remiten a la arquitectura de los Alpes europeos.
El arroyo Almbach con sus saltos y espejos de agua de impactante belleza.
Es muy común en cualquiera de las recorridas, todas muy atractivas, toparse con árboles milenarios. En este caso, camino a La Olla.

PARA TENER EN CUENTA
El prefijo telefónico es 03546.
La oficina de turismo está en el Paseo Cabjolsky s/n. Teléfono: +54 (03546) 48-1088. E-mail: [email protected]. Horarios de atención: de 9 a 18 en temporada baja y de 9 a 19 en temporada alta. Info: www.lacumbrecita.gov.ar y www.turismocordoba.com.ar