Lucía Fresco: El vóley como escuela de vida

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Es una de las figuras de Las Panteras, que acaban de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Tokio. Trotamundos, actualmente reside en Corea del Sur.

Foto Gentileza Prensa Las Panteras

Muy pocas cosas en común tienen Incheon, en Corea del Sur, con la localidad entrerriana de Chajarí. Más de 19 mil kilómetros separan ambos puntos, que se unen solo por el recorrido de Lucía Fresco, una viajera del vóley y una histórica de Las Panteras, el seleccionado argentino de ese deporte.

A los trece años comenzó el recorrido de “la rusa”, como la llaman, en los combinados nacionales. Pasó por la categoría menor, avanzó a la juvenil y hoy integra un grupo histórico en la mayor: fue parte del equipo que consiguió la primera clasificación olímpica, a Río 2016, y ahora está en el conjunto que acaba de clasificarse a los Juegos Olímpicos de este año en Tokio.

De chica quiso jugar al básquet, pero en su pueblo no había equipo femenino, y su mamá le sugirió el vóley como opción. Un camino de ida. Y uno pedregoso: “Aprender a dominar el cuerpo siendo muy alta es un tema, y el vóley es un deporte que va en contra de la gravedad: siempre las acciones suceden en el aire con la pelota bajando. Es más antinatural aprender en ese contexto a manejar el cuerpo. Yo recuerdo que me costó muchísimo, mis primeros años fueron terribles. No lograba pasar la pelota por encima de la red”, cuenta Lucía.

  • Si esos años fueron terribles, ¿por qué seguiste? ¿Qué te atrajo?

A mí siempre me gustó mucho el deporte, y me enamoré del vóley. No lo puedo explicar con palabras, me fue atrapando. Además, de adolescente tenía ganas de hacer otra cosa, no de salir ni de ir a fiestas de quince. Quería algo diferente. El vóley me dio la oportunidad de conseguir todo eso, de viajar, de tener grupos y experiencias que una adolescente común nunca hubiera tenido.

  • ¿Qué significa la selección para vos?

Todo. Fue una escuela de vida. Los valores que tengo hoy en día, me los inculcó la selección, porque desde muy chiquita salí de viaje y pasé las mil y una. Representar al país, que es algo que no todo el mundo tiene la oportunidad de hacer, te deja una sensación de orgullo para toda la vida.

  • La selección no es económicamente atractiva, y en tu caso tenés que viajar mucho para responder a cada convocatoria, ¿es algo que se hace más por sentimiento?

Sí. Hace unos años nos dan unas becas, pero se las va comiendo la inflación… Muchas de nosotras jugamos en el exterior, ganamos en dólares, y eso nos permite una holgura diferente. Pero la jugadora que está en la Argentina y tiene que ir a la selección, a veces termina poniendo plata de su bolsillo. Esto siempre se hizo con mucha dedicación, porque la Pantera siente la camiseta de una manera diferente. Te citan de la selección y vas corriendo. Acá siempre se dio esto muy a pulmón, sin esperar tanto a cambio.

“Representar al país, te deja una sensación de orgullo para toda la vida”.

Desde Bogotá, donde se jugó el Preolímpico que les dio el boleto a Tokio, Lucía comenzó un raid de 30 horas arriba de aviones: la primera escala fue en Dallas, luego paró en Seúl, para finalmente llegar a Incheon (juega en el Pink Spiders de esa ciudad). A los dos días de haber llegado, jugó su mejor partido en Corea hasta ese momento.

  • Jugaste en Alemania, Italia, Grecia y Hungría, además de esta experiencia en Corea… ¿Se te hizo pesado el trajín en algún momento de tu carrera?

Ufff, no tenés idea. Se me hizo muy pesado en muchos momentos. Solamente nuestros amigos cercanos, nuestras parejas y nuestros familiares saben realmente lo que pasamos los deportistas de alto rendimiento. Y más los que jugamos afuera. Navidad sola, cumpleaños sola, Año Nuevo sola… Te destruye las rodillas viajar tanto, encima nosotras no entramos bien en los asientos [N. de la R.: Lucía mide 1,95 m]. Hubo momentos en los que pensé “¿Quién me manda a elegir este estilo de vida?”. Pero la respuesta está en lo mucho que me gusta esto.

  • ¿Quedan muchas cosas de lado?

Sí, al cansancio se le acumula el extrañar a la familia: no ves a tu perro, no ves a tu pareja. Es una vida dura. Pero bueno, la carrera del deportista es corta y el que está al lado de él es porque comprendió la esencia de lo que hace. Yo estoy en pareja hace cinco años y ella entendió todo desde el primer momento. Los que están al lado nuestro saben lo que hacemos, que no es fácil. Por otro lado, todos están orgullosos de eso y de que representamos al país. 

VÓLEY, PICANTE Y K-POP

En Corea, Lucía tiene una traductora permanentemente a su lado, para comunicarse con sus compañeras o para ir al supermercado. En ese ida y vuelta, logró inculcar la costumbre del mate y, a cambio, incorporó el picante a su dieta habitual.

Mientras jóvenes de todo el mundo se suben fascinados a la ola del k-pop, en la cuna de este subgénero musical ella se siente apabullada y no consigue amigarse con el ritmo.

Lo más duro en estos meses fue la operación de apendicitis a la que debió someterse: “Lo que más recuerdo es el miedo, no tener a mi familia, no hablar el mismo idioma. Igualmente, en Corea la tecnología es impresionante, en los hospitales las puertas se abren con la huella digital, y todo salió bien”.