Rodolfo Sciammarella: El hacedor de hits

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La gotita que nada despega, la pausa de cinco minutos, la uvita-tatá-tatá, el ternero de Ayacucho y tantos otros jingles son producto de la imaginación de este amante del jazz.

Texto Yamila Garab  Foto Patricio Pérez

Rodolfo Sciammarella llegó a la publicidad de la mano de su padre, de quien no solo heredó el nombre, sino también la habilidad para hacer melodías sencillas y pegadizas. “Podría decir que ni siquiera tuve que laburar para conseguirlo. Mi viejo fue un creador absoluto: hizo la música de 70 películas argentinas, compuso tangos (siete de ellos grabados por Carlos Gardel) y también canciones populares como Salud, dinero y amor, Por cuatro días locos y Total para qué. También fue el primer tipo en la Argentina que hizo campañas políticas y música para cine y publicidad”, explica. 

En el año 55, Rodolfo padre se fue a trabajar a España, donde se quedó varios años. Un día llamaron por teléfono a la casa familiar de Buenos Aires buscando “al señor Sciammarella” de parte de Pueyrredón Propaganda, una de las mejores agencias publicitarias del momento. Fue Rodolfo hijo quien atendió y explicó que su padre estaba viviendo afuera, pero él se había quedado a cargo de su producción. Con apenas 20 años, poco y nada de conocimientos de música, y la seguridad que le daba el oído musical heredado de su padre, se presentó y volvió con el encargo de un jingle, y a los 15 días recibió uno para una pick up y otro para un vino. 

El del vino (que no era otro que el de Uvita) es el jingle que más quiere, porque fue el que lo lanzó al éxito. Compitió con 17 agencias en un concurso donde el dueño de la bodega quería que incluyeran su nombre al final del jingle. “¿Sabés cómo se llamaba el tipo? ¡Doboletta! Enseguida me puse a tararear ‘Es de Doboletta, tatá tatá’, vi que entraba en todos los huecos musicales y quedó”, recuerda divertido. 

Rodolfo revela que tiene un termómetro preciso para medir sus éxitos: que la gente los cante. Y explica: “Una vez yo estaba parado en la puerta del Gran Rex y pasa un tipo silbando la melodía de Uvita, que había salido al aire hacía tres días. Enseguida pensé ‘¿Este de dónde salió? ¿me conoce?’. Al rato viene una señora del brazo del marido cantando ‘Uvita, Uvita, tatá, tatá’. Y ahí me di cuenta”. 

UNA QUE SABEMOS TODOS

Entre la larga lista de creaciones de Rodolfo, podemos nombrar varias que sin duda tarareamos alguna vez. Durante la entrevista tuvimos el privilegio de escuchar algunas de ellas, entonadas por su creador: “Coñac, Boussac, coñac Boussac”; “Dánica Dorada, Dánica Dorada, era para untar, era para untar”; “Tenga mor, tenga mor, tenga Mortimer, dura mu, dura mu, dura mucho más…”; “Qué tranquilidad, señora mamá, para los chiquitos… usted tiene Aspirinetas”; “El Kohinoor es el Kohinoor, poderoso el chiquitín”; “Lo que La gotita pega, nada nada lo despega”; “Fastix, y asunto sellado”; “La pausa son cinco minutos, y La Virginia es el té”; “La Virginia café, café…”; “Trenet, y chau manchas”; “Este es el chango que te cuida el mango”.

A la hora de componer solo se maneja con el arreglador Daniel García, gran pianista y director del quinteto Tangoloco. “Yo voy y le digo: ‘Mirá, quiero este acorde’, y él se encarga”, explica. Anteriormente tuvo otros arregladores como Baby López Furst, pianista y músico de jazz ya fallecido; y Miguel Loubet, amigo y compañero en SADAIC (Sociedad Argentina de Actores y Compositores). En esta entidad trabaja hace tantos años que ya la siente como su casa. 

AQUÍ Y AHORA

Además de sus “hijos publicitarios”, Rodolfo tiene uno de carne y hueso de 37 años que toca varios instrumentos y canta en distintas bandas como hobby, ya que trabaja en un tribunal penal. Además, está en pareja desde hace 30 años con María Inés, con quien vive en Recoleta, aunque pasan los fines de semana en un club de campo de Pilar donde él coordina la Comisión de Seniors. Lamenta mucho haber tenido que dejar el golf porque le causaba muchos dolores. Sobre su día a día comenta: “Le pongo mucha onda al vivir, soy amiguero, me encanta compartir con la gente y tener humor. Y cuando rezo cada noche, pido salud y voluntad para hacer frente a mis ocupaciones. De paso, hago mi autoconfesión, porque también tengo mis pecados…”, sonríe con un dejo de picardía.