Inesperada reacción estudiantil

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Guillermo Jaim Etcheverry
Médico, científico y académico; rector de la Universidad de Buenos Aires entre 2002 y 2006.
En Twitter: @jaim_etcheverry

Hace poco, un numeroso grupo de estudiantes secundarios abandonó las aulas de su escuela en Nueva York en señal de protesta. ¿Pretendían participar en la designación del director?, ¿se oponían a alguna medida disciplinaria? No. Manifestaban porque el sistema pedagógico utilizado en esa escuela los obligaba a permanecer durante horas frente a las computadoras, forzándolos a enseñarse a sí mismos. Se trata de un sistema curricular desarrollado por los ingenieros de Facebook y cuya distribución en las escuelas estadounidenses cuenta con el apoyo de la fundación de Mark Zuckerberg y su esposa Priscilla Chan. Esa plataforma, conocida como “Summit Learning”, está basada en la enseñanza personalizada, es decir, administrada por el mismo alumno. Se supone que los estudiantes trabajan a su propio ritmo y que los docentes “facilitan” su tarea. El sistema prevé que cada chico tenga un encuentro de orientación personal con su maestro durante 10 a 15 minutos… semanales.
Los alumnos argumentan que es insoportable recibir clases sobre los más diversos temas mirando una pantalla sentados durante horas y enseñándose a sí mismos. Si bien pueden responder a las evaluaciones hasta aprobarlas, relatan que es muy sencillo copiar la pregunta y pegarla en Google para obtener la respuesta. Es muy fácil distraerse y dedicarse a jugar con la computadora, porque la tarea rápidamente se convierte en tediosa. Los maestros contemplan inermes el espectáculo de sus alumnos ante las pantallas y muchos renuncian. A eso hay que agregar los frecuentes problemas técnicos de los equipos y la inestabilidad de la conexión a Internet.

“Las pantallas no comunican el entusiasmo por lo que se sabe, que es lo que define al buen docente”.

Esta reacción no solo se ha producido en Nueva York, sino también en otras escuelas del país en las que se está usando el sistema. Los zares de la industria tecnológica buscan extender su control a todos los aspectos de la experiencia humana, y el campo de la educación ofrece un terreno fértil ya que, según se sostiene, la escuela aburre a los alumnos. ¡Qué mejor que entretenerlos con el cebo tecnológico!
Ya nadie discute que en el aula se deben utilizar todos los recursos disponibles para facilitar el aprendizaje, pero eso no significa suplantar a los maestros. Son ellos quienes, con el conocimiento apropiado de todas las herramientas a su alcance, están en condiciones de estimular la curiosidad de sus alumnos. Las pantallas no comunican el entusiasmo por lo que se sabe, que es lo que define al buen docente. Por otra parte, la escuela brinda la oportunidad singular de ofrecer a los jóvenes una experiencia diferente a la de las pantallas presentes ya en todos los instantes de sus vidas.
A este respecto resulta oportuno recordar lo que señaló en 1995 Steven Jobs, creador de Apple, durante una recordada entrevista. Dijo: “Yo he ayudado con más computadoras a más escuelas que nadie en el mundo, pero estoy absolutamente convencido de que de ninguna manera es lo más importante. Lo más importante es una persona. Una persona que despierte la curiosidad en sus alumnos. Las máquinas no pueden hacer eso de la misma manera en la que lo hacen las personas. Si yo no me hubiera cruzado con buenos maestros, estaría preso”.
Parecería que los alumnos de Brooklyn comienzan a compartir su opinión.