Cementerio de los elefantes

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Los estudiantes que egresaban del secundario en Río Cuarto y tenían la posibilidad económica de seguir un camino universitario, allá por fines de los 60, sabían que había que emigrar a Córdoba, La Plata o Santa Fe, digamos, para nombrar a casas de altos estudios que eran más conocidas. Por cierto, la de Córdoba era la más potable, por cercanía y demás.

A los futboleros, que estábamos desde siempre en Río Cuarto, muy empapados de Boca y River y los demás “afistas”, nos llegaban por parientes y amigos, eso de la B y la T, que en Córdoba siempre tuvo su microclima, mucho antes de los nacionales, incluso, con una Liga Cordobesa competitiva y folklórica.

Nos era curioso recibir a los muchachos que vivían estudiando en Santa Fe de la Veracruz y escucharlos hablar del Tate y el Negro. De Unión y Colón. Para Santa Fe, Rosario es otra provincia, y para Rosario lo mismo. Y más en lo futbolístico.

Cuando discutían entre ellos, en algún asado de nuestra barra de amigos, los del Negro sacaban ventajas por aquello del Cementerio de los Elefantes. De esa cancha sabalera, otrora de hierro y madera, y hoy, aún sumergida alguna vez bajo las aguas, un estadio hermoso: el Brigadier General Estanislao López.

La historia del Cementerio nace en mayo del 64, cuando Colón, que jugaba en la “B”, le ganó al Santos de Pelé en un amistoso que ya es un mito y, por cierto, leyenda verdadera si se puede usar ese juego de palabras. El 10 de mayo de 1964, Colón produjo uno de esos batacazos futboleros que no tienen parangón. Le ganó 2 a 1 al Santos de Pelé en el Centenario, con el recordado gol del Ploto Gómez.

El día quedó en la historia del fútbol santafesino y dio nacimiento a la leyenda, cuando el fabuloso conjunto de Pelé, con una alta cotización (entre 30 y 40 mil dólares por juego), cayó ante el Negro Sabalero.

Los espectadores vieron desde el inicio del encuentro las famosas paredes entre Pelé y su compadre Coutinho, que derivaron en la apertura del marcador por intermedio de El Rey a los 37. López y Gómez lo dieron vuelta. Colón le ganó al Santos con Pérez; Larpín, Bareiro, Poncio y Ediberto Pérez; Broggi, Cilenio López, Cabaña y Serenotti; Luis López y Fernando López. El técnico era José Cantelli. Así, se abrieron las puertas del Cementerio definitivamente, bautizado tiempo antes de esa manera por el periodista de El Litoral Ángel Gutiérrez, ya que los grandes no ganaban nunca allí.

La leyenda se consolidó ante el Santos y luego frente a la selección argentina que venía de ganar la Copa de las Naciones en Brasil en el 64. Fue el 7 de septiembre del 64. Colón ganó dos a cero con tantos de Ríos y Broggi.

La frutilla final fue la victoria ante Peñarol en 1967 por 3 a 2 en la misma cancha.

Aquel 10 de mayo de 1964, Colón dejó sus naves, bajó al estadio y decretó que de verdad allí no ganaban los grandes. Y hasta Pelé lo supo. 

Ilustración: Pini Arpino