Paulina Gramaglia: Presente y futuro

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Con solo 20 años, lleva una larga trayectoria en el fútbol femenino, destacándose en clubes locales y en el exterior. Jugó su primer Mundial y se erige como una de las bases sobre las que se asentará la selección argentina en los próximos ciclos. 

Foto: Stefi León

En un hogar donde el fútbol no solo no era una pasión, sino que tampoco constituía un interés, la menor de la familia desarrolló de temprano una atracción irrefrenable hacia la pelota. El gen futbolero que acaso habite en todo argentino, aunque en algunos pocos casos no llegue a desarrollarse, despertó en Paulina Gramaglia un verano, de vacaciones en Suardi, provincia de Santa Fe. Allí, con sus primos, el vínculo creció entre pases, gambetas y tiros al arco. Ese lenguaje que prescinde de palabras para decirlo todo se convirtió en su manera de expresarse.

El magnetismo que sobre ella ejercía la pelota orientó su camino. En los recreos en el colegio, se sumaba al grupo de varones que improvisaba picados en el patio. En el Club Parque Vélez Sársfield, donde su hermana jugaba al vóley, intentaron que ella siguiera sus pasos, pero no resultó. “Sus profes querían que jugara con ellos, pero yo pateaba la pelota de vóley. Era lo que me surgía, lo que me daba ganas de hacer, un impulso que no podía ni quería controlar. Por suerte, cuando dije que quería jugar al fútbol, nadie me lo negó”, cuenta Paulina.

A los doce años, dio el salto a la cancha grande, al fútbol de once jugadoras, en Talleres. En el umbral de la adolescencia, compartía plantel con mujeres adultas, algunas madres, que la duplicaban o triplicaban en edad y contextura física. “Ese fue el cambio que más me impactó. Yo era muy chiquitita, muy flaquita. Era consciente de que pasaba algo, porque no tenía la posibilidad de jugar en una categoría con chicas de mi edad. Pero con tal de jugar, yo era feliz donde fuera. Los que estaban más preocupados eran mis viejos, tenían miedo de que me lesionara. Nunca pensé mucho en el contexto, solo le daba para adelante”, relata.

  • El Mundial 2019 lo viste mientras cursabas la secundaria…

Sí, estaba en mi penúltimo año. Era una locura: entraba al colegio a las siete de la mañana y cursaba hasta las cuatro de la tarde. Salía a las corridas porque justo a esa hora comenzaba el entrenamiento en Talleres, y volvía a mi casa muy tarde, supercansada. En el medio, intentaba ver los partidos y hacer las tareas [N. de la R.: terminó la secundaria como abanderada].

En sus piernas no había solo impulso, sino talento. Los goles se acumulaban y comenzaban a llamar la atención en el ambiente. La selección llegó ese mismo año para transformar el juego en una profesión posible o, al menos, deseada. “Justo cuando se jugaba el Mundial de mayores en Francia, en Córdoba hubo una prueba de jugadoras. En cuanto llegué a la selección y me puse la camiseta para entrenar, comencé a imaginar un futuro. Sacaba cuentas y decía ‘Bueno, con un poco de suerte puedo llegar a estar en el siguiente’, pero siempre soñando y pensando de una manera muy lejana”.

En los años siguientes fue volteando etapas con la potencia arrolladora de una goleadora. Se mudó a Buenos Aires para integrarse a UAI Urquiza, uno de los animadores principales del torneo de Primera División, y desde allí dio el salto internacional: fue a préstamo a Houston Dash, de Estados Unidos, y cuando el club hizo uso de la opción de compra, Paulina se convirtió en la primera jugadora argentina en ser vendida desde el fútbol local hacia el exterior. Además, recibió el premio NXGN (Next Generation, o Próxima Generación) como una de las 20 grandes promesas del fútbol mundial. Hoy es parte de Red Bull Bragantino, club con el que ascendió a la primera categoría del fútbol brasileño, luego de convertir un gol en la final.

Todo aquello desembocó en su inclusión en la lista final de convocadas al Mundial que se disputó en Australia y Nueva Zelanda. Con la 9 en la espalda, debutó contra Italia y fue titular en el segundo partido, ante Sudáfrica. “Fue una locura. En el día a día una no se detiene a pensar, pero ahora que pasó un tiempo, fue increíble formar parte de un plantel mundialista, estar rodeada de las mejores del país y aprender de ellas. Fue un sueño cumplido. No se compara con nada”, confiesa.

  • ¿Qué balance hacés de la participación tuya y del equipo?

Desde lo personal, estoy completamente satisfecha. Siempre que pongo un pie dentro de la cancha doy lo mejor de mí. Si una se siente vacía, si dejó lo que tenía para dejar, no puede reprocharse nada. Después, en lo colectivo, creo que hicimos un muy buen Mundial, aunque en los resultados no se vio reflejado todo el trabajo de los últimos años. Se notó que hubo una evolución, que fuimos para adelante, compitiendo contra selecciones de un nivel altísimo. No conseguimos la primera victoria en un Mundial, que era lo que más queríamos, pero considero que los procesos tienen estos altos y bajos. Hay derrotas y momentos en los que los objetivos no se cumplen, pero sirve para seguir creciendo. 

“NUESTRO FÚTBOL”

En etapa de franco crecimiento en cuanto a popularidad y estructura, el fútbol femenino busca instalarse no como un reflejo del masculino, sino inscribiéndose dentro de una lógica diferente, donde la competitividad conviva de forma más armónica con el compañerismo.

“Podemos dejar nuestro condimento y tomar de ejemplo las cosas buenas y malas del fútbol masculino. Es la ventaja que tenemos. No es fácil, porque el crecimiento implica que el ambiente del fútbol masculino se meta en el femenino, por ejemplo, a la hora de hacer más masiva una hinchada. Son más que bien recibidos, pero traen algunos vicios. Es intentar equilibrar la balanza. Queremos tener mejores condiciones para entrenar o jugar, manteniendo nuestra esencia”, opina Paulina.