Débora González: Una vida gigante

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El básquet la acompañó siempre: a los cuatro, comenzó a jugar; a los trece, llegó a su primer combinado nacional; y hoy es la capitana de un grupo que hizo historia.

Por Juan Martínez  Foto Gentileza FIBA

Débora tenía cuatro años cuando le pidió a su mamá que la llevara a jugar al básquet. A cambio, la anotaron en una escuelita deportiva donde la hicieron saltar ruedas y correr, pero nada que se aproximara ni un poco al deporte que tanto deseaba. “Volví a casa y le dije: ‘Es la primera y última vez que voy ahí. Yo quiero jugar como mis hermanas. Quiero agarrar la pelota, picarla y tirar al aro’. Ese es uno de mis primeros recuerdos. Yo quería jugar al básquet, ya lo tenía decidido de chiquitita”, cuenta la deportista.

El club La Luz Barceló fue testigo de los primeros movimientos en una cancha de la actual capitana de Las Gigantes, como se conoce a la selección argentina de básquet. Hoy, con 30 años recién cumplidos, Débora lleva más tiempo integrando seleccionados nacionales que sin ser parte de ellos: el primer llamado a una concentración le llegó a los trece, y nunca más dejó de ser convocada.

  • ¿Qué significa la selección para vos?

Es algo hermoso. Es mi pasión, es mi todo. El momento del himno, escucharlo con mis compañeras, cantarlo entre todas y ver la bandera me pone la piel de gallina. Me da alegrías y sensaciones inexplicables. No la cambio por nada.

  • A veces, cuando algo se repite mucho, se vuelve rutinario y el efecto se aplaca. ¿Seguís sintiendo con la misma fuerza del comienzo?

Sí, son muchas cosas que se experimentan ahí dentro, y yo las vivo superintensamente. Entrar ahí, prepararte para un torneo, las concentraciones, los entrenamientos, no saber qué va a pasar, si quedás o no… El último año recuperé muchísimas sensaciones que creí que había perdido y son hermosas. 

  • Entrenaste y concentraste junto a la sub-19, ¿eso tuvo que ver?

Seguro. Cuando fui menor, hacíamos muchos partidos contra las mayores. Ellas eran nuestras referentes, nuestras ídolas. Y, en definitiva, en algún momento teníamos que sacarles el puesto. Eso después se perdió. El año pasado volvimos a hablar y entrenar con las chicas. Vi entrenamientos de la sub-13 y la sub-14, pude entrenar con la sub-19 y hablar también con la sub-16. Saber cómo ellas nos ven a nosotras me hizo refrescar lo que fui alguna vez. Estuvo muy bueno para no perder esa niña de selección que fui.

“Vivir del básquet me modificó rotundamente la vida“.

En su largo recorrido junto a la celeste y blanca, integró una camada histórica que consiguió la medalla de bronce en el Mundial Sub-19 de 2009, la de plata en la AmeriCup de 2017 y la de oro en el Sudamericano de 2018 (luego de 70 años sin poder lograrlo). En clubes, tuvo destacados pasos por el Ragusa y el Dike Napoli en Italia, donde vive desde hace varios años. En este último tiempo, cambió un par de veces de club por problemas económicos: San Giovanni Valdarno y Athena Roma quebraron, y hoy juega en el Thunder Matelica Fabriano, de la Serie B.

  • Comenzaste a jugar por seguir a tus hermanas, ¿en qué momento el básquet se vuelve algo tuyo?

No sé exactamente, porque siempre tuve referentes. Al comienzo, mis hermanas, que iban a selecciones provinciales, y por eso comencé a querer ser campeona argentina. A los once, me convocaron de la selección de la ciudad de Buenos Aires, y pude ganar el campeonato. Después, me llamó la atención que una jugadora, María Cava, a veces desaparecía del club. Me contaron que iba a jugar con la selección argentina, y entonces quise eso. No conocía nada, ni siquiera sabía que existían las selecciones. Yo salía de un club de barrio y para mí era ir a divertirme, estar todo el día con la pelota.

  • ¿Sigue siendo divertido?

Sí. Con las cosas buenas, y más con las malas, aprendés un montón. Estar lejos de tu familia te hace valorar las cosas al mil por ciento. Conocés gente, tenés nuevas experiencias, hacés amigos de este lado del mundo, personas que jamás pensabas que ibas a conocer se cruzan en tu vida y te la cambian. Vivir del básquet me modificó rotundamente la vida.

  • ¿Pensás en el retiro?

Sí, ya me encuentro en la cuenta regresiva. Estoy tratando de hacer nuevos proyectos para después del básquet. Creo que hay que ser consciente de que a una le llegó el momento, que abajo vienen más chicas y hay que dejarles lugar. A veces, muchos son egoístas y, con tal de seguir jugando, no se dan cuenta de que hay mejores cosas y de que se les está quitando un lugar a esos jóvenes que vienen creciendo. Yo pienso retirarme no dentro de mucho. Además, querer tener un hijo juega muchísimo, porque no podés esperar hasta ser muy grande. 

SIEMPRE PRESENTE

En la final de la AmeriCup 2017 se lesionó gravemente. Fue la última vez que la vio en cancha una de las personas que más quiso: su abuelo. “Viví en su casa. Todas las mañanas me preparaba el desayuno, me levantaba para que fuera a entrenar, se leía todos los artículos habidos y por haber. Era mi fan número uno y me daba todo lo que tenía a su alcance. Todas mis camisetas las tenía él. La última vez que me vio en la cancha fue cuando me rompí la rodilla, y dos semanas antes de que yo volviera, él falleció. Yo estaba lejos, no lo pude ver. Para mí, me acompaña siempre. Sé que siempre está en la tribuna. Tuve y tengo la suerte de soñarlo mucho, y en esos sueños hablo con él. Lo llevo muy dentro de mí, todo el tiempo”, cuenta Débora.