Historias que inspiran

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Cada vez que “La página en blanco” llega a un hogar entre las hojas de Convivimos, nuevas emociones se despiertan, emergen deseos o se activan los recuerdos y, por supuesto, las ganas de compartirlos. 

MI LEOPARDO

“Encontré una foto de un leopardo y quise dibujarlo. Miro documentales de animales, porque me gusta mucho. También me parecen muy lindos el caballo, el zorro y el conejo”.

Valentina Muñoz Rebolledo (6 años, El Cholar, Neuquén)

LA LUZ EN EL FONDO

“Me inspiré al dibujar un animal en el mar que relata que en esta cuarentena seguimos la corriente, topamos con aguas turbulentas llevados de repente, nos sumergimos en la desesperación por salir rápidamente, y al final lograremos volver a las aguas tranquilas, donde podemos nadar pacíficamente”.

Guadalupe Domínguez (19 años, Rawson, San Juan)

LA HISTORIA DE MI INFANCIA

“Me gusta toda la revista, especialmente la parte de literatura. Además de la historia de mi niñez, les cuento que, luego de 58 años juntos, me casé con mi pareja el mes pasado”.

Queridos amigos de esta revista

Hace un tiempo leí que un señor hablaba de Pardo, un pueblo chico de Buenos Aires que hoy parece una ciudad.  Yo nací allí en el año 1943, cuando era puro campo, y tengo recuerdos de mi niñez. 

Mi casa era un ranchito de adobe, vivíamos con mi mamá y mi papá, yo tenía 5 años y dos hermanas y un hermano más grande.

Cerca de mi casa vivían los Librandi, ellos vendían la leche, no muy lejos de ahí estaba la casa de mi abuela Nieves Gopar, todas las tardes nos esperaba con mate cocido y tortas fritas.

La familia Roldán fue la mejor amiga de mi infancia, con los Biso viví un tiempo, aprendí a cosechar habas y a desgranar maíz.

Cuando mi papá volvía de las cosechas, nos llevaba al pueblo en la carreta, compraba galletas en la panadería de mi tía al lado del correo, y el cartero se llamaba Coco Nievas.

A mí me gustaba correr por la estación, mi papá, Roque Gopar, paraba la carreta en la pulpería para tomarse una ginebrita con los amigos y nosotros corríamos a la carnicería de mi tío Solano Goyeneche, hermano de mi mamá, y ahí terminaba nuestra aventura.

Pero lo que no conté es que en mi casa teníamos un corredor cubierto de madreselvas, achiras de varios colores y rosas, y al fondo terminaba el monte un sauce llorón que servía de refugio, también teníamos una sola lámpara a querosén, pero esos recuerdos son lo más lindo de mi vida, y feliz todo el que pueda recordar a mi querido pueblo Pardo.

Irma Nieves Gopar (77 años, Las Heras, Mendoza)