El teatro como destino

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El amor de Carla Calabrese por la actuación surgió muy temprano, pero quedó en segundo plano durante años. Las experiencias de su vida, al fin y al cabo, le permitieron revincularse con él y le proporcionaron herramientas para terminar siendo actriz, directora y conductora artística del Maipo.

El telón se abrió y produjo un shock. Algo se sacudió. Hubo una conexión que luego buscaría repetir durante años, primero alejándose y luego con un acercamiento lento y seguro, de pasos firmes, como si sintiera que apurarse en este camino ahuyentaría su sueño.

Carla Calabrese sintió, a los cuatro años y durante una obra en el jardín de infantes, que el teatro sería parte de su vida. Con el tiempo, las inseguridades ganaron terreno y se convenció de que no tenía el talento suficiente. Lo mejor, pensó, sería archivar ese deseo y dedicarse a otra cosa. Su entorno no la disuadió de lo contrario: en el colegio, no la elegían para ser parte de los actos; en su casa, no alentaban este interés.

Su vida siguió por otros rumbos: durante tres años fue azafata, y allí conoció a quien se convertiría en su marido, Enrique Piñeyro; luego, se dedicó a la docencia como profesora de inglés. Pero el teatro seguía llamándola, y se decidió a estudiar actuación: “Fui disfrutando esas instancias de acercarme a los grandes. Con obras de Tennessee Williams, Arthur Miller, Shakespeare, Chejov, Molière, que eran como una radiografía de la conducta humana, entendí mejor el mundo y a las personas”, cuenta. Ya intuía, aunque aún no saliera a la superficie, que había algo más para hacer allí: “Creo que había empezado a nacer la ilusión de que se convirtiera en una profesión. Comencé a sentir el estímulo de los maestros. Por primera vez, me decían que lo hacía bien, y gané seguridad”.

Las clases de inglés fueron adquiriendo una dinámica de dramatizaciones. El aprendizaje de los chicos fue también el de ella: ellos incorporaban el inglés y, de rebote, técnicas actorales; ella se ejercitaba en la dirección. Las obras escolares fueron el primer paso. La producción evolucionaba en cada puesta, y fue natural que se creara una compañía para contener y promover la propuesta: nació The Stage Company, en 2005. En paralelo a las clases de inglés, ya montaba obras de teatro, en ese idioma, que realizaban giras por anfiteatros escolares, gimnasios y canchas de vóley o básquet. Hasta que aparecieron las primeras salas teatrales.

Un video llegó hasta Lino Patalano, el mítico dueño del teatro Maipo. Fascinado con lo que vio, les ofreció la sala para llevar adelante una versión de Sueño de una noche de verano. La química entre Patalano y Calabrese fue inmediata, lo que equivale a decir que la química entre el Maipo y The Stage Company también lo fue. 

Al año siguiente, la compañía compró los derechos para traer Shrek, el musical, la primera obra de Broadway con la que trabajaron. Calabrese ya estaba, definitivamente, en las grandes ligas. “Todo se dio paso a paso. Creo que lo más difícil de todo, hasta ahora, fue dirigir a 300 chicos en un colegio, que saliera bien, que contaran una historia, que ellos estuvieran contentos y que los padres no se aburrieran. Si hacés eso, creo que podés dirigir cualquier cosa. Ahora dirijo a los mejores actores del país en el Maipo y es distinto”, analiza.

En 2019, junto a Piñeyro compraron el 51 por ciento de las acciones del Maipo. Patalano mantuvo la dirección artística del teatro hasta su muerte. A pesar de su desaparición física, Calabrese siente todavía su presencia en el lugar: “Es como una intuición, pienso en él y lo veo sonriendo, lo siento bien, como que sabe que el teatro quedó en buenas manos, por más que yo dude a veces de mi capacidad de gestionar un monstruo tan significativo culturalmente”.

Durante la pandemia, la pareja comenzó también a realizar vuelos solidarios por medio de Solidaire, la ONG que fundaron. Trasladaron refugiados de distintos conflictos en el mundo hacia lugares seguros, y también participaron de vuelos de repatriación, entre otras iniciativas. “Tomamos contacto con situaciones terribles, y uno siente que es poco lo que puede hacer, por más que lo intente. Te queda eso en la cabeza, te afecta. Recién cuando entro de nuevo al teatro consigo reacomodarme. Es un lugar mágico, con una energía muy especial, donde todo lo malo va desapareciendo”, cuenta.

Actualmente, continúa con las funciones de Come From Away, obra que dirige y en la que actúa; y con las funciones en inglés de Shrek. Todas las piezas que fue juntando a lo largo de su vida encajaron en este presente.