Furia de invierno

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LITERATURA: CONSAGRADOS

Furia de invierno

Compartimos un fragmento de la novela «Furia de invierno», de Perla Suez, de próxima aparición en adelanto exclusivo para los lectores de Convivimos.

Al llegar a Asunción, Luque cambió dinero, fue a Informes y preguntó por un teléfono público. Una empleada le indicó que había uno en la entrada. Sacó un papel donde tenía anotados la dirección y el teléfono de su primo. Llamó, nadie atendía. Insistió. Pensó que tal vez el teléfono no andaba y pidió indicaciones de cómo llegar a esa dirección. Le dijeron que estaba cerca.

Decidió ir directamente a su casa porque hacía un tiempo había retomado el contacto con su primo y le había anunciado su visita, aunque no precisó cuándo exactamente.

Después de caminar un rato, llegó a un local que adelante tenía un kiosco y adentro una agencia de lotería. Entró, detrás del mostrador había un hombre de unos cincuenta años.

—¿En qué le puedo servir?

—¿No me reconocés?

El hombre resbaló la mirada por su cara y cuando reaccionó fue a su encuentro y lo abrazó, parecía conmovido.

—¡Tanto tiempo! No te esperaba, ¿cómo estás?

—Te llamé varias veces y nadie atendía —respondió Luque con seguridad.

—Sí, hace una semana que el teléfono está roto. ¡Pensar que la última vez que te vi fue en el entierro de tu madre y eras un niño, estás igual!

—¡Qué voy a estar igual, si cuando llegué no me reconociste!

El primo lanzó una carcajada. Luque hizo silencio, quiso cambiar de tema pero no supo cómo decirle que necesitaba trabajo y se quedó mirándolo fumar, el humo azulado del cigarrillo le salía por los orificios de la nariz.

—¿Y tu mujer?

—Se quedó en Argentina.

—¿Estás solo?

—Sí, vine solo.

Luque se puso tenso.

El primo siguió preguntándole cosas de las que él prefería no hablar. Después dijo que cerraría el negocio para que comieran juntos.

—Esperame, aviso que salgo y vamos. Quiero que me cuentes de tu vida —agregó, y se fue a la parte de atrás del negocio.

Luque sintió un hormigueo en todo el cuerpo y pensó que era mejor tenerlo lejos porque no quería remover su pasado. Cuando escuchó que el primo lo llamaba apuró el paso.

Robledo, el dueño de la pensión, le mostró la única habitación que tenía vacía.

—¿Qué lo trae a Paraguay?

—Trabajo— dijo Luque.

—¿En qué trabaja?

—Soy taxista pero hago un poco de todo.

—¿Qué tal anda en plomería?

—No, eso no.

—¿Y electricidad?

—Tampoco.

—¿Y qué sabe hacer?

Luque lo miró fastidiado, Robledo preguntaba demasiado y eso a él no le gustó.

—Discúlpeme, le preguntaba para que me ayude con esta casa vieja.

Hizo una pausa y cambió de tema.

—Vienen pocos argentinos a vivir acá.

Un inquilino que estaba escuchándolos se acercó.

—Los argentinos que vienen a Paraguay siempre están escapando de algo.

La cara de Luque se transformó y Robledo lo captó rápidamente.

—No le haga caso, Luque. ¡Rubén qué se tiene que meter!

—Fue un chiste, Robledo, no se ponga así, si este tiene cara de bueno.

Aunque el inquilino no dijo más nada, se quedó ahí plantado como si no registrara que tenía que retirarse. Luque se contuvo.

—¿Le gusta la pieza? —preguntó Robledo para cambiar de tema.

—Sí, me gusta, le dejo la seña.

—Sabía que le iba a gustar, es la más grande que tengo con ventana a la calle.

—¿Qué hace todavía ahí Rubén?

Robledo volvió la mirada hacia Luque y le dijo:

—Mejor sigamos hablando en la cocina —Y rio mostrando los dientes amarillos.

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Perla Suez

Nació en Córdoba, Argentina. Es escritora, licenciada y profesora en Letras Modernas egresada de la Universidad Nacional de Córdoba. Tiene una vasta producción de publicaciones para niños y jóvenes, y fue distinguida en varias oportunidades por su obra. Entre los numerosos premios que recibió se encuentra el Sor Juana Inés de la Cruz en 2015 por El país del diablo.

Humo rojo y El país del diablo, otros libros de Perla Suez. Editorial Edhasa.