Salta: Bienvenidos al tren…

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El Tren a las Nubes, uno de los recorridos por ferrocarril más altos del planeta, invita a dar un paseo mágico por las alturas salteñas. El broche de oro, el final del trayecto, en el viaducto La Polvorilla, es realmente alucinante: la conclusión de un viaje desbordante de paisajes espléndidos y una historia que merece ser reconocida.

La sensación de cruzar un puente gigante a 4220 metros sobre el nivel del mar, luego de atravesar montañas de la cordillera, entre increíbles paisajes naturales escondidos, es verdaderamente única. El Tren a las Nubes está considerado entre los tan especiales por moverse sobre los rieles más altos del planeta. Pero no solo conlleva ese aspecto estadístico, sino que representa una mixtura de historia, cultura autóctona, alta tecnología, soberanía, una fuente turística vigorosa para el norte argentino: todo eso se justifica y amplifica cuando desde alguno de los vagones se observan los infinitos y maravillosos paisajes de la Argentina. 

El nombre actual no es producto de una casualidad del destino, sino que nació durante los primeros años de la década del 60, en una película en colores realizada por dos estudiantes de la Universidad Nacional de Tucumán. Hicieron un tramo del trazado original que iba entre Salta (Argentina) y Socompa, en la frontera con Chile. Era de 571 kilómetros, más otros 329 hasta la ciudad chilena de Antofagasta. Se trataba del tren internacional de pasajeros que en esos tiempos era traccionado por máquinas a vapor, las famosas “1300”. Salía de la estación Salta todos los jueves a las 11.05.

Los muchachos convencieron al maquinista: cuando la formación llegó a La Polvorilla, realizó una descarga lateral de vapor, de forma tal que ellos pudieron filmar desde las ventanillas más próximas: el vapor liberado por la máquina, a consecuencia de la baja temperatura, no se disipó rápidamente, sino que permaneció flotando en el firmamento puneño. La imagen absolutamente mágica de nubes entre los vagones del tren resultaba sobrecogedora. Al punto que el periodista Emilio Petcoff, por entonces del diario Clarín, quien fue el encargado de hacer el guion de la peli, al observar la filmación y atraído por el chorro de vapor, le puso de título a su trabajo “Tren a las Nubes”. 

Justamente por aquellos años, en el rock nacional surgía un dúo emblemático que se llamó Sui Generis y que pergeñó un tema extraordinario, uno de los más populares, que llamó Bienvenidos al tren.

Una fotografía en el convoy camino al cielo. Recuerdo diferente en un paseo que permite ver hermosos paisajes

POR EL AIRE

Esta verdadera aventura por el cielo nació por iniciativa de las autoridades del Ferrocarril General Belgrano. En noviembre de 1971, por el ramal existente, resolvieron hacer correr un tren experimental, con fines turísticos, con funcionarios y periodistas. Y finalmente el 16 de julio de 1972 se realizó el primer viaje oficial de esas características. Fue un verdadero boom, y así se mantuvo por 18 años, pero en la década del 90, durante el menemismo, los ferrocarriles del Estado fueron privatizados. Actualmente la concesión de ese importante servicio está en manos de Servicio Ferroviario Turístico Tren a las Nubes S.E.

El convoy actual tiene capacidad para 468 pasajeros. Con una característica muy particular: para prolongar el desgaste de las máquinas, y como medida precautoria de seguridad, el tren utiliza una locomotora en cada extremo de la formación. Según la dirección, una arrastra a la formación y la otra se deja llevar. Entre ellas están los vagones de pasajeros y, además, un coche comedor, junto a un servicio de consultorio médico completo, aunque la enorme mayoría de las atenciones se refiere a los efectos de la altura. También hay prestación de guías turísticos que incluyen videos. Son vehículos de última generación con calefacción y aire acondicionado.

El paseo contempla un recorrido de 434 kilómetros entre el viaje de ida y el de vuelta. Actualmente se realiza entre bus y el propio tren. En total tarda aproximadamente 16 horas en las que el pasajero no tiene tiempo de distraerse: atraviesa 29 puentes, 21 túneles, 13 viaductos, 2 “rulos” y 2 “zigzags”. Además, en el trayecto se pasa por entre desfiladeros y cañones, y sobre puentes monumentales.

En definitiva, el tren alcanza una velocidad máxima de 35 km/h. En el recorrido hay empinadas pendientes en subida: no usa un sistema de cremallera en los rieles, sino que el empuje se basa en el principio de adherencia para poder “escalar montañas”. El punto más bajo del recorrido es en la salida, que permanece en la estación misma de la ciudad de Salta. Esta se realiza bien temprano, actualmente a las 7. El primer tramo se lleva a cabo en bus, lanzado por la RN 51, que atraviesa las localidades de Campo Quijano, Gobernador Solá, El Alfarcito y Santa Rosa de Tastil, la quebrada de las Cuevas y la llanura de Muñano. Algún desayuno campestre, mientras se contempla semejantes paisajes, es un agregado mágico al paseo. Así se llega a la muy pintoresca estación de San Antonio de los Cobres. 

El sol suele pegar fuerte en el corazón de la puna salteña. Antes del mediodía, el contingente hace el trasbordo al tren y así inicia el viaje mágico por la precordillera de los Andes. Va ascendiendo lentamente hasta llegar al alucinante viaducto La Polvorilla, el más elevado del recorrido, cuando las vías trascurren en una altura de 4220 metros sobre el nivel del mar. Se sigue midiendo también en el sistema de longitud que usan los países anglófilos, donde se encuentran los orígenes de los ferrocarriles: 13.845 pies. Esa altitud no solo hace exacerbar los sentidos. Las imágenes serán inolvidables.

El cielo está al alcance de la mano. Y las cámaras fotográficas podrán captar recuerdos inolvidables que harán de este un viaje único.

A unos cinco kilómetros de la localidad Chorrillos, se encuentra el puente más impresionante del trayecto, con sus 223 metros de largo y una altura de 63 metros respecto de la base: allí se transita a 4200 msnm. Es uno de los puentes ferroviarios más altos del mundo sobre el nivel del mar. Una forma increíble, espectacular, de saldar el monumental obstáculo de la gran quebrada. Es la imagen icónica que representa mejor que nada el tren más impactante de la Argentina. 

Durante el regreso, es habitual una parada en Santa Rosa de Tastil, área de influencia del Qhapaq ñan, centro administrativo de la quebrada del Toro. Una visita al Museo de Sitio es altamente recomendable. Finalmente, el retorno a la ciudad de Salta suele darse bien entrada la noche, para completar de ese modo una jornada de experiencias inolvidables.

Ahí viene el tren. La montaña, como también el bosque, en ciertos tramos del trayecto, le dan marco al ferrocarril.

LOS MÁS ALTOS DEL PLANETA

El argentino Tren a las Nubes se destaca por su trayecto que recorre parte de la cordillera de los Andes durante 15 horas y 434 kilómetros, y se eleva hasta los 4220 metros de altura. Se encuentra entre la selecta lista de los diez que viajan por el techo del planeta a mayor altura. Los otros que integran ese listado son: el más alto del mundo es el Qinghai-Lhasa (Tíbet), que recorre 3000 km y atraviesa el llamado paso de Taangula a 5072 metros de altura. El que une Lima-Huancayo (Perú) atraviesa 68 túneles durante más de 12 horas y su punto más elevado está en los 4828 metros sobre el nivel del mar. El de Potosí-La Paz (Bolivia), durante sus 440 kilómetros de recorrido, pasa por la estación El Cóndor, a 4787 metros de altura. Luego encontramos: Cuzco-Lago Titicaca (Perú), que junto al espectacular lago Titicaca, tiene un trayecto que dura diez horas y alcanza una altura de 4360 metros sobre el nivel del mar. Pikes Peak (Estados Unidos), uno de los ferrocarriles más antiguos del mundo, en las Montañas Rocosas, que sube hasta los 4302 metros en medio de un trayecto de 14,3 kilómetros. Nariz del Diablo (Ecuador), que desde Riobamba baja con un vertiginoso zigzag por la Nariz del Diablo, una pared rocosa extremadamente empinada, tras haber llegado a los 3604 metros sobre el nivel del mar. Lanzhou-Xinjiang (China), un ferrocarril de alta velocidad que recorre el noroeste de China y atraviesa el túnel de Qilianshan N° 2, que se encuentra a 3608 metros de altura. Jungfraujoch (Suiza), el tren de cremallera más alto de Europa, que alcanza los 3454 metros de altura, aunque los pasajeros pueden subir 100 metros más y llegar a un impresionante mirador donde contemplarán el glaciar Aletsch. Y Leadville (Estados Unidos), también en las Montañas Rocosas, que lleva a los viajeros hasta los 3414 metros de altura en un recorrido que dura alrededor de tres horas.

En cualquiera de ellos se suelen realizar acciones que pueden deparar en grandes sorpresas, como, por ejemplo, casamientos en los vagones u otras cuestiones más sofisticadas. Claro que también, en todos los casos, se ofrecen salidas temáticas que conectan al pasajero con el paisaje y con la historia, y como asegura la página oficial del operador del tren argentino, “con las emociones, la aventura, el paisaje, la geología, los pueblos originarios, el asombro, la ecología y todas las maravillas tanto naturales como las creadas por el hombre en la Puna Salteña”.

Más allá del ferrocarril de altura que se elija, siempre se dijo simbólicamente que el ser humano feliz es el que toca las nubes. Una alternativa más que adecuada es intentar hacerlo en tren, zambulléndose por bosques increíbles, cómodamente acurrucado en un asiento.

La vista será extraordinaria. Es lo que ofrece con certeza el Tren a las Nubes. 

Una de las terminales del trayecto. Otro de los pueblos de la Argentina que, orgullosamente, viven del ferrocarril.
MEDIO SIGLO 

La pandemia recién empezaba a morigerar sus efectos cuando esa maravilla que combina la tecnología y la naturaleza vívida cumplía medio siglo de existencia. La orquesta de niños que formó parte central de la celebración generaba sus soberbias interpretaciones de música autóctona para volver de inmediato a los barbijos. Hace pocos meses, la gobernación promovió un nuevo recordatorio de ese julio de 1972, en plena temporada de invierno, cuando el tren atravesó las nubes por primera vez.

Otro de los atractivos del Tren de las Nubes es comprar hermosas artesanías realizadas por los pueblos originarios.
PUEBLOS ORIGINARIOS 

En el paraje El Alfarcito se suele realizar un desayuno campestre con productos exquisitos elaborados por las comunidades autóctonas de la región. En ese lugar funciona la Fundación Alfarcito, que integra a no menos de 25 de esos grupos originarios. También el Colegio Albergue de Montaña, que tiene orientación en turismo, al que asisten casi dos centenas de chiquilines. Por otra parte, en cada una de las paradas se podrán adquirir deliciosos alimentos, artesanías y otros productos regionales realizados también por descendientes de los habitantes originales de la región.