Ariel Puchetta: “Ráfaga siempre fue parte de mi vida”

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A pesar de la fugacidad que sugiere su nombre, Ráfaga lleva ya 27 años llenando de hits movedizos la escena musical. Ariel Puchetta, la voz original que se fue y regresó, hace un repaso del aprendizaje recogido.

Fotos: Guido Adler

El 19 de febrero de 2000, en la cuarta noche de la cuadragésima edición del festival de Viña del Mar, Ráfaga desplegó durante media hora una serie de hits que, aunque entonces no lo sabían los presentes, perdurarían más de dos décadas después. Tan solo una semana antes de aquel show, nació en Quilmes María Becerra; y recién dos años después lo haría Valentino Laborde, Lil Cake. Con ambos, Ráfaga realizó sus colaboraciones más recientes, en una muestra más de la vigencia del grupo formado en 1996. “Tenemos la suerte de que Ráfaga ha atravesado generaciones. Vamos por la tercera: abuelos, padres e hijos. Se lo debemos todo a las canciones”, se alegra Ariel Puchetta, cantante original y actual del grupo.

La música fue parte de la vida de Ariel desde siempre. Su papá, su tío, sus primos, todos cantaban, y él inevitablemente se sumó a la tradición familiar. La cumbia todavía no estaba en su horizonte, ni tampoco imaginaba ni deseaba una carrera profesional. Cantar folklore, simplemente como modo de expresarse, era una constante en su vida. Fue su talento, más que su ambición, lo que lo condujo hacia los escenarios de todo el mundo.

La primera escala se dio en el barrio de Villa Fiorito: venciendo su propia timidez, lo recorrió junto a una banda formada con amigos. Ahora sí, la cumbia se reveló como el canal a través del cual fluiría. Fue Antonio Ríos, vecino del barrio y conocido de su padre, quien lo acercó al productor Marcos Bustamante, que reclutaba músicos para la primera formación de Ráfaga. “Hasta ese momento, yo era muy tímido, me costaba ponerme al frente, hablar en las entrevistas, decirle cosas al público. Solo me interesaba cantar con mi familia, nunca soñé con ser lo que soy hoy. Pero de a poco me fui soltando, los shows te curten, y también comencé a soñar con más objetivos”, confiesa.

  • Aquellos inicios fueron muy vertiginosos, el éxito les llegó rápido…

Sí, fue una década intensa. Hoy, cuando estamos de sobremesa en las giras con la banda, nos acordamos de cosas que se nos habían borrado por el trajín de estar de un lugar para el otro. Salíamos de Viña del Mar y nos íbamos a España, de ahí para Italia, y después volvíamos acá para hacer diez shows por noche en boliches. Era todo muy rápido, no lo llegábamos a disfrutar. Hicimos, por ejemplo, dos ediciones de Viña consecutivas, algo que muy pocos artistas logran, porque no suelen repetir los artistas. Recién a la distancia miramos eso y decimos “Qué groso lo que hicimos”.

  • En el momento, no…

No, no me daba cuenta. Mi hija, que tiene 20 años, no vivió esa etapa mía de Ráfaga, porque en 2003, cuando nació, yo ya me había ido. A sus seis años, le mostraba en YouTube cosas que hacía su papá y yo mismo me sorprendía al ver shows con 40 mil personas gritando por nuestra música. Es tremendo lo que pasó. Con los chicos de Ráfaga coincidimos en que hoy disfrutamos más, porque tenemos mucha más paciencia para ver todo.

«Hemos atravesado generaciones. Vamos por la tercera: abuelos, padres e hijos».

  • ¿Ese disfrute tiene relación con que ahora sabés que siempre están esos miles de personas? Cuando te fuiste de Ráfaga las cosas cambiaron…

Claro, tal cual. Nos pasó a todos y lo hemos charlado mucho cuando volví. Creamos algo que realmente funcionaba cuando estábamos juntos, no cuando nos separamos. Yo pensé que como solista iba a irme igual que cuando estaba en Ráfaga, y ellos pensaron que solo tenían que buscar a alguien más y listo. Nos costó mucho a todos. Lo lindo es que, cuando volví, tanto el grupo como yo habíamos conseguido estabilizarnos, no es que nos juntamos para ver si podíamos remontar algo. Ya estábamos todos en un buen momento de trabajo, de vigencia. Eso nos permitió firmar nuevos contratos y marcarnos nuevos objetivos.

  • ¿Cómo fue para vos salir del grupo y acomodarte a una realidad diferente, con menos popularidad?

Fue un aprendizaje. Con el tiempo, entendí que tomé algunas malas decisiones. Fue un momento difícil para las compañías discográficas, que estaban tratando de comprender cómo pararse frente a la baja de ventas físicas. Cambiaron mis proyectos iniciales y dejé que pasara el tiempo. Perdí un año esperando y, cuando salí como solista, me encontré con que todos los que me seguían no estaban más. Creo que si hubiese arrancado rápido habría sido diferente. 

  • En un año perdiste parte del público, pero hoy están todos de vuelta, ¿cómo se explica?

Pasa que a Ráfaga también le costó. Con Rodrigo Tapari, el cantante que llegó después de mí, estuvieron remando mucho hasta que les fue bien. La gente a mí me ha elegido con Ráfaga y a Ráfaga lo han elegido conmigo. La fórmula es esa. Hoy, que volví, estamos regresando a lugares donde ellos casi no iban porque la gente me quería a mí, y yo tampoco iba porque la gente me quería junto a Ráfaga y no solo. Ahora, que estamos juntos, hacemos todo.

  • Durante un tiempo, te presentaban como Ariel y agregaban Ráfaga, ¿no?

Sí, la gente que vende los shows trata de hacer sus negocios, y seguían vinculándome con el grupo. He tenido algunas discusiones con los chicos, porque ellos creían que yo utilizaba el nombre. Les explicaba que yo me vendía como Ariel Puchetta, o junto al grupo que formé, La Otra Dimensión. Pero la gente me decía “ex-Ráfaga”, inevitablemente estuve asociado.

  • ¿Qué es Ráfaga, a esta altura de tu vida?

Aunque me fui un tiempo, Ráfaga siempre fue parte de mi vida, porque me hice conocido con el grupo. Fui uno de los fundadores y defendí Ráfaga a capa y espada en todos lados. Siempre sentí que era mi grupo, incluso cuando no estuve. Creo que la gente también entendía eso.

Los últimos años de Ariel fueron como una montaña rusa: a fines de 2017 volvió al grupo, en 2019 fue papá de Salvador, ese mismo año perdió a su papá y a una de sus hermanas, al año siguiente comenzó la pandemia que se llevaría también a su mamá, y el año pasado nació su tercer hijo, Tiziano León, luego de que su mujer atravesara un embarazo de riesgo. “No puedo decir que hayan sido los mejores años ni los peores. Si digo que fueron los mejores, por mis hijos, es como si me olvidara de las pérdidas; si digo que fueron malos, sería injusto con mis hijos. Es un poco raro. Por primera vez en mi vida, para procesar todo eso comencé terapia. Soy bastante solitario para decidir y hacer las cosas, desde siempre, y al principio me resistía un poco. Me costó tomar la decisión, pero me sentí bien cuando fui. Me ayudó en un montón de cosas”, cuenta.

  • 2023 te dio más respiro, ¿no?

Sí, fue el año más tranquilo y estable de los últimos. Y el que más disfruté. Mi hijo está muy bien después de las complicaciones del embarazo, es un chiquitito que está encima de mí todo el tiempo. El de cuatro está rodeado de instrumentos en casa y constantemente anda con la música a full, cantando. Y con Morena, la mayor, ya compartimos charlas más maduras. Ella canta muy bien desde chica, y es un orgullo que se interese por hacer lo mismo que me gusta a mí. Estoy disfrutándolos mucho. Y con Ráfaga estamos en un momento muy bueno, lleno de proyectos y sueños para el futuro. 

Antes y ahora

La escena musical que vio nacer a Ráfaga es muy diferente a la actual, y el grupo consiguió adaptarse a una época en la que los discos perdieron relevancia a manos del lanzamiento constante de singles. Los géneros, por su parte, se entremezclan al ritmo de las colaboraciones, que son moneda corriente. La música es un trabajo más colectivo y dinámico, los tiempos se aceleraron y los modos de producción y distribución son otros.

“Los artistas de antes, de nuestra generación, si tocaban cumbia no podían salirse de la cumbia y hacer otra cosa. Hoy los chicos que hacen trap o reggaetón se permiten hacer cumbia, pop, rock, cualquier cosa. Yo no sabría cantar reggaetón, por ejemplo, no es mi palo, pero con el grupo sí podemos mezclarnos con las nuevas generaciones como lo venimos haciendo. A mí me encanta, siento que nos renueva, sin cambiar nuestra esencia. Tengo en mente grabar un cuarteto, algo que antes no hubiera pensado. En cualquier momento lo hacemos”, se entusiasma Ariel.