Café con Emiliano Zerbini:
“El folklore es hermandad”

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Veinte años no son nada, y sus dos décadas de carrera lo encuentran en pleno movimiento. Conversación con un trabajador de la música.

Por: Dai García Cueto
Foto: Sebastián Salguero

Antes de convertirse en la “Consagración de Cosquín”, Emiliano Zerbini vivía el festival de folklore entre el río y las peñas callejeras, anhelando subirse al escenario. Aunque este año sea parte de la grilla de la primera luna, todavía se le pone la piel de gallina cada vez que suenan las campanas del tradicional himno coscoíno. “El premio no vino de la espectacularidad, sino por una sumatoria de cosas sencillas; reconocieron el trabajo de 20 años. Cosquín y su pueblo me han visto andar y me vieron crecer”, dice el cantautor criado en La Rioja y asentado en Córdoba sobre la distinción que recibió en 2018.

En su infancia, el folklore era parte del día a día con su mamá, Silvia Zerbini –actual directora del Ballet Folklórico Nacional-, y sus hermanos bailarines. Ante la escasez de varones en el grupo de baile de su madre, se unió al equipo, “sobre todo por el aporte a la olla familiar”. Mucho no se alejó de aquello, ya que hoy es de los que tocan para que otros bailen, y se quedó con lo rítmico que le enseñó la danza: “Si sabés bailar una chacarera, es probable que sepas escribir una. La rítmica y la métrica están dentro del cuerpo”, dice. Por eso, no le fue difícil aprender a tocar la guitarra. “Elegí la música y ella me eligió. No soy músico de profesión, pero tengo como profesión la música”, resume. Para dedicarse de lleno, dejó la carrera de Comunicación Social y salió a buscar oportunidades para tocar, entendiendo las palabras que le dijo una vez Teresa Parodi: “Ser artista es la necesidad de expresarte, una forma de comunicar básica y de dar un mensaje”. Por eso, siempre se hace la pregunta de qué función cumple desde el lugar que asume de cantor testimonial.

“Soy un compositor curioso e inquieto, y un productor impulsivo que quiere hacer cosas nuevas”.

Desde Villa Allende, autogestiona su carrera y, de manera independiente, editó Ofrendas, Canción pueblera, Luz de andar y los dos volúmenes de Danzas folklóricas argentinas, discos dedicados a recopilar temas olvidados del cancionero popular relacionados con los bailes tradicionales del país. “No hubo reediciones y se fueron diluyendo. Se puso de moda otra estética folklórica. Las danzas siguieron estando en academias y festivales, quedando en desuso el registro fonográfico. Entonces la idea fue hacer discos completos para reactivarlas”. Cuando proyectos como este se concretan, Emiliano se siente consagrado y, en vez de frenar, sigue. En esa búsqueda, se encuentra rodando una serie documental que lo lleva por las provincias para mostrar historias locales vinculadas con el baile.

  • ¿Te sentís parte de una generación que renovó el folklore?

Hace rato que sería parte del nuevo folklore, pero nunca me puse ese mote. Soy un compositor curioso e inquieto, y un productor impulsivo que quiere hacer cosas nuevas o cambiar la bocha. A pesar de tener 20 años de carrera, sigo siendo nuevo. Uno se va actualizando, aun cuando hace cosas vintage, porque se renueva una parte del folklore que estaba avejentada. Siento que estoy en un buen lugar, no te digo que seamos un clásico con mi banda, pero la gente del folklore me conoce.

  • ¿Qué pasa en una peña?

Sucede lo inexplicable. Es el rito de encontrarse, entonces hay mucho de enamoramiento, de hermandad, de usar los mismos códigos, mucho de tribu. Me llama la atención el disfrute y la conexión con algo tan antiguo como el folklore y que hoy, siendo que los shows están encasillados por perfiles, se dé un espacio desprejuiciado entre diferentes generaciones; es más inclusivo, hay familias, jóvenes, adultos mayores, todos bailando juntos. Además, hay igualdad, ausencia de clases sociales, lo que hace que sea hermandad. No asombran ni el sonido ni la iluminación, sino la sencillez y la profundidad con la que se tomen las cosas, es parte del encanto.

  • ¿Cómo es componer y difundir folklore en la era del trap?

Siempre fue difícil, porque concebimos las mixturas desde el respeto. En muchos casos, el folklore se fusiona grotescamente con reggaetón o cumbia, intentando ocupar esos espacios donde aparentemente el género no tiene lugar. Pero todo eso es música popular, entonces si estás tranquilo de que lo tuyo tiene un mensaje desde lo social, la gente de las nuevas músicas va a entender tus códigos. En la Argentina, en la mayoría de los medios predomina la música comercial, y hoy el folklore de la industria está ligado a los ritmos comerciales. No tengo nada en contra, solo que tenemos otra forma de concebir nuestro trabajo, uno no puede fusionar solo para enganchar al público, hay que hacerlo desde la honestidad. Para muchos, la música es un negocio, para nosotros es un trabajo.

  • ¿El verano es la temporada de los folkloristas?

Son los meses de alta exposición del folklore por los grandes festivales. No es mi experiencia, trabajamos mucho todo el año, lo aprendimos de las peñas. Si no me sale laburo en un mes, me lo invento; la necesidad de expresarse va de la mano del trabajo que uno tenga o consiga.

 

CAFÉ CON MELLIZOS

Más que café, prefiere tomarse un amargo, aunque puede juntarlos porque su abuela “Gringa” cebaba mate con un poquito de café. El recuerdo de ella se aparece cada tanto, ya que Emiliano vive en la que era su casa en las Sierras Chicas cordobesas. El hogar se completa con su mujer, Josefina, y sus mellizos, Blas y Lupe, de un año. “Intento estar presente en todos los momentos, no dejaría nada que tenga que ver con mis hijos por algo profesional. Asumí la responsabilidad de hacer las dos cosas, llevar una carrera artística y ser un papá presente”.