¿Qué de qué?

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Agustina Boldrini

Lic. en Comunicación Social. Correctora de textos.

 

Una característica de los hablantes de cualquier idioma es la economía de palabras. ¿Será, acaso, una manera de ahorrar energía? Quien nos puede dar una respuesta es el estadista del lenguaje George Zipf.

Este estadounidense elaboró la teoría de Zipf o, como también la llamaba él, “la teoría del mínimo esfuerzo”. Con su estudio, descubrió empíricamente (es decir que, para arribar a los resultados, se basó en la práctica) que los términos más empleados son los más cortos. Con respecto al porqué, manifestó que había en el ser humano una búsqueda por sobrecargar de la menor manera posible la memoria y la atención.

De este modo, cuando mantenemos una conversación informal, hablamos de “celu”, “finde”, “seño”, entre miles de ejemplos más. Ahora bien… cuánto hubiera querido haberme podido comunicar con don Zipf para preguntarle por qué muchos hablantes dicen “de que” cuando simplemente deben decir “que”: “Me dijo de que te trajera la bici”. Ahorran por un lado y malgastan por el otro.

DEQUEÍSMO

Este malsonante caso tiene un nombre en la gramática española: dequeísmo. Consiste en colocar de manera incorrecta la preposición “de” delante de oraciones subordinadas sustantivas encabezadas por “que”.

Es muy frecuente en la oralidad. Muchos académicos consideran este error como un modo de “vulgaridad”. Algunos otros son un poquitín más extremos y se refieren a él como una “moderna ordinariez”. Veamos un ejemplo: “Es necesario de que vayan a verlo” es la forma incorrecta, mientras que “Es necesario que vayan a verlo” es la correcta.

Lo que les sucede a muchos hablantes es que, para no pecar de modernos ordinarios, prefieren eliminar para siempre de su vocabulario la construcción “de que”. Sin embargo, lo que quizá ellos no sepan es que muchas veces caen en un flagrante queísmo.

QUEÍSMO

Consiste en suprimir indebidamente la preposición “de” en construcciones encabezadas por “de que”. Pese a que es muy frecuente, es necesario saber que hay verbos y frases verbales cuyo régimen preposicional exige la preposición “de”. Por ejemplo: convencer, darse cuenta, enterarse, estar satisfecho, tener conciencia, llegar la hora, dar la casualidad, tener la certeza. De este modo, es incorrecta la expresión: “Tengo conciencia que la vida es una sola”; lo correcto es lo siguiente: “Tengo conciencia de que la vida es una sola”.

Perfecto, muy linda la teoría, pero como decía una profesora mía de latín: Theoria sine praxis sicut rota sine axis (la teoría sin la práctica es como una rueda sin eje). Para poder llevar a la práctica con facilidad estas normas, es fundamental conocer el “truquito” que nos permitirá saber cuándo debe colocarse o no la preposición “de”.

Si reemplazamos la oración subordinada (es decir lo que sigue al “que”) por el pronombre “eso”, podremos registrar de oído el error; es decir, este quedará en evidencia, saltará a la vista. Una vez más, vamos a los ejemplos: “Es necesario eso” (no “de eso”). “Tengo conciencia de eso” (no “eso”).

“Para poder llevar a la práctica con facilidad estas normas, es fundamental conocer el ‘truquito’”.

Así, truquito en mano, antes de caer en un dequeísmo y espantar al señor Zipf, hagamos el reemplazo para no ser catalogados como “ordinarios modernos”. A su vez, no seamos tan temerosos y animémonos con gusto a ese “de que” bien puesto.

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