El sol del siglo XXI

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El sol, fuente de vida, se ha transformado en una amenaza actual. Sus radiaciones ultravioletas explican esta aparente contradicción. Son peligrosas para la salud humana, ya que el cambio climático (afectando el efecto invernadero) provoca mayor radiación y menor capacidad terrestre de devolver lo absorbido.

En concreto, el sol que reciben los chicos en este siglo, en particular los que viven en el hemisferio sur, dista mucho del sol que recibieron sus abuelos.

No solo se comprueba la aparición más frecuente de lesiones de piel por exposiciones breves (quemaduras, reacciones alérgicas y manchas), sino el envejecimiento prematuro, cataratas e incluso cáncer por acumulación de radiaciones.

También el ojo infantil es particularmente sensible a los rayos ultravioletas. Se afectan córnea y conjuntiva, primeras barreras de entrada de la luz.

Diversos estudios proponen que los niños utilicen desde temprana edad anteojos con potente protección de UV-A y UV-B. No de juguete, sino recetados por oftalmólogos especialistas, a fin de que se protejan del mismo modo en que lo hacen los adultos.

Las precauciones incluyen días nublados, en los que las radiaciones solares son tan potentes como en días luminosos. 

La radiación no solo es directa; la llamada “radiación dispersa” se refleja en nubes y en el smog; y la radiación reflejada, en el suelo, las construcciones, la nieve y los espejos de agua.

Especial cuidado demandan los menores de dos años; desnudos, exponen amplias superficies sensibles: cabeza, pecho y espalda, por lo que a las cremas acordes debería sumarse siempre ropa liviana de color claro.

“Los chicos deberían protegerse bajo estructuras de material sólido, no bajo la sombra de los árboles”.

No se recomienda el uso de cremas en menores de seis meses debido tanto a las reacciones adversas a los químicos como a la falsa seguridad que inducen, llevando a exponerlos al sol por tiempos indebidos. En tales circunstancias, el denominado “golpe de calor” (cefalea e hipertermia) y la deshidratación son inevitables.

¿Cuáles son las sombras eficaces para detener radiaciones de riesgo? Los chicos deberían protegerse bajo estructuras de material sólido, como lonas o aleros de concreto o metal, y no bajo la sombra que proyectan los árboles, que no detienen las radiaciones nocivas.

Países con intensa insolación anual advierten sobre un efecto adverso novedoso: la perturbación del sistema inmunológico, que aumenta el riesgo de enfermedades virales, bacterianas, parasitarias o fúngicas, así como también el desarrollo del cáncer. En ambos casos, no hay relación directa con la dosis de radiaciones recibida.

Esto es, mínimas exposiciones pueden causar grandes daños.

En concreto: el sol de este siglo ha dejado de ser amable con los chicos.

Es imperioso adquirir la costumbre de protegerlos de manera permanente, anticipando una potencial epidemia de enfermedades en las próximas décadas. 

Los docentes están incluidos: una fiesta de fin de año al sol y sin protección adecuada puede enfermar a más chicos que toda una tarde en el río. 

Postergados, como en tantas otras circunstancias, quedan los chicos de la calle. Sin cremas, sin anteojos y sin cuidado alguno. A merced del sol, apenas una pequeña porción de la intemperie social en la que les ha tocado vivir.