Elige tu propia aventura

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Después de más de un año de pandemia, conectarnos a Internet para leer algo, para trabajar, para estudiar, para distendernos mirando fotos o algún video forma parte del paisaje diario. 

A esta altura de los avances, tenemos la sensación de que Internet ha convivido con la humanidad durante siglos. Pero lo cierto es que hace tan solo unos 29 años que los creadores de la World Wide Web (red informática mundial), o simplemente web, permitieron su uso de forma libre y gratuita.

Sin dudas, la triple “w” cambió la manera en la que los seres humanos nos comunicamos, nos relacionamos, innovamos, pensamos e, incluso, vivimos. 

En estos tiempos cibernéticos, cobraron especial protagonismo los enlaces (links, en inglés), que son hipertextos, es decir, textos que permiten acceder desde lo que se está leyendo a otra información (puede ser música, imágenes, más texto). La palabra o frase que contiene un hipervínculo se distingue porque tiene un color diferente o está subrayada. 

Con solo hacer un clic sobre estos términos destacados, nos sumergimos en las aguas de Internet, donde una cosa lleva a la otra. Los enlaces son la esencia de la redacción web, porque los textos se simplifican al máximo y se generan múltiples conexiones para que cada lector dirija la atención hacia donde prefiera. Casi como aquellos libros de la colección Elige tu propia aventura, y de igual manera, también, a veces desembocamos en textos más que prescindibles. 

“Sin dudas, la triple “W” cambió la manera en la que los seres humanos nos comunicamos”.

Ahora bien, lo que cabe preguntarnos en este punto es: ¿este es un fenómeno nuevo?

Aquí es interesante recordar la teoría iniciada por el filólogo ruso Mijaíl Bajtín (1895-1975), las fechas nos muestran que sus pensamientos son muy anteriores a Internet. Él decía que quien emite un discurso ha sido receptor de muchos textos; así, el nuevo mensaje es un diálogo entre múltiples voces que se relacionan entre sí, remite a otras ideas y vincula situaciones y hechos. De este modo, cuando escuchamos o leemos algo, en la cabeza se nos disparan recuerdos, imágenes, textos; y este diálogo es el que diferencia la lectura que hace una persona de la que realiza otra, nos lleva a diferentes interpretaciones.

Años más tarde, la filósofa búlgara Julia Kristeva acuñó el término “intertextualidad” para definir este concepto de carácter dialógico que había desarrollado Bajtín. La intertextualidad entiende que los textos son tejidos o redes que entrelazan otros textos que proceden de muy distintos discursos. “Todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto”, puntualizó Kristeva.

De este modo, tras analizar estos conceptos, podemos ver cómo Internet logra reflejar en una pantalla la intertextualidad del pensamiento. Así como en la cabeza somos capaces de relacionar cientos de ideas, olores, imágenes, palabras, personas, etcétera, en muy poco tiempo, la web nos permite vincular un texto con otro y otro y otro más, y en el medio circulan fotos, videos, música.