Vanesa González: “El teatro es un espacio de mucha libertad”

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Actúa desde la adolescencia, y hace unos años entendió que lo suyo era buscar los límites, asomarse al abismo, generarse un vértigo absoluto. Encara un año con grandes proyectos.

Fotos: Pato Pérez

A sus 35 años, Vanesa González transita una etapa de madurez y plena conciencia de lo que busca de su profesión actoral: vértigo puro, un salto diario al precipicio, una adrenalina que no podría encontrar en absolutamente ningún lugar que no fuera el teatro. Porque aunque desarrolla su trabajo en otros escenarios y consigue disfrutarlo, su búsqueda personal, el modo en el que concibe a la actuación y en el que se concibe ella dentro de ese mundo es indisociable, al menos por el momento, de lo que experimenta sobre las tablas.

  • El año pasado tuviste tu primer unipersonal, Enero. ¿Cómo te sentiste con eso?

Muy bien. Nunca tuve tanto miedo en mi vida, creo. Fue una locura. Viví una de las situaciones más al borde, porque realmente no tener un compañero o una compañera ahí, con vos, es como un precipicio. Me bajaba la presión antes de salir. Sentía un goce muy grande, que es algo que me suele pasar en el teatro y cuando actúo en general. Hay algo que me sucede con la poesía también. Me seduce mucho ese mundo, que es como la realidad intervenida por algo un poco paralelo. Sentía que era un texto que me agarraba sin que yo tuviera que hacer demasiado. Antes de hacerlo, modulaba, pasaba letra o precalentaba, pero todo tenía que ver más con agrandar mi boca y prepararme para no salir en frío, pero el texto me agarraba y me llevaba a un lugar que yo no controlaba. Me conmovía que me pasara eso, porque cada vez que salía pensaba que no iba a poder, era una sensación de no tener idea de cómo hacer esto. Y, de repente, había algo que me hacía así y no sé, me salía.

  • ¿Lo de perder el control te pasó puntualmente con este trabajo?

Creo que mi búsqueda en general es por ahí, a mí me gusta eso. Si hay un trabajo que siento que no sé cómo lo voy a hacer cuando lo leo, porque nunca lo hice, siento que puede llegar a pasarme eso. Hay algo físico, algo que será como una expansión. Pienso que, en general, en el teatro se experimenta mucho eso. Es una cosa muy deportiva, la sangre caliente todo el tiempo, terminás y no sabés si irte a correr otra maratón o a dormir. Te queda el cuerpo en un estado tremendo que no te lo da nada.

  • Hablás de vértigo, miedo, precipicio, y son todos estados que buscás…

Sí, en el trabajo quiero todo eso, si no siento que de verdad haría otra cosa. Deseo eso. El otro día, el director de la obra me pidió algo, y yo le respondí que no. “Cómo te gusta el vértigo…”, me contestó. Y sí, me gusta. Hay algo de esa sensación que disfruto. Lo que sucede antes de salir al escenario o durante el primer segundo de la escena es muy parecido a meditar, porque es un esfuerzo para que tu cabeza no se distraiga con otra cosa. Si no, está la repetición, ya sabés lo que va a venir, y es una lucha para estimularte y que te estimule tu compañero, para no ponerte a pensar qué vas a comer después mientras habla el otro.

  • Hace poco se estrenó El lado salvaje, una película que se filmó a una sola cámara. La forma en la que está armado el trabajo ¿modifica tu manera de actuar?

No suelo permitir que me pase eso, porque no sé tampoco si puedo hacer otra cosa. Lo que sucede es que en una película, a diferencia del teatro, todo lo que va a ver el espectador es lo que el director quiso que se viera, no el actor. No tenemos ningún tipo de decisión al respecto. Uno solo puede hacer su labor como cree que es después de lo que el director le dice. Eso luego pasa a un proceso de posproducción, y todo lo que quisiste hacer… ni nos vimos. No sé si debería decir esto, pero es lo que pienso: para mí hay algo de la lentitud del cine argentino de la que nos cuesta mucho salir. Creo que la película tiene esa característica, no voy a decir que es un problema, porque hay gente a la que le gusta. Está relacionado con un tiempo que se elige y con un modo de filmar, porque si una escena de siete personas la filmás a una cámara, claramente tendrá otro tiempo, porque hay que hacerla otras siete veces más, por lo menos. Por ende, se modifica un poco tu trabajo. Yo me siento igual de física en la película que en el teatro. No obstante, siento otras cosas… En el preestreno la vi y me sentí atrapada, me agarran ganas de decir “No, esto es más así”. En el cine me siento atrapada, cosa que en el teatro no me pasa. Es algo con lo que lucho.

  • Hay dos instancias: el momento en el que hiciste y te pasó todo lo físico con el personaje, y el producto, que es otra cosa.

Sí. De hecho, cuando estábamos rodando la película, venía el director, Juan Dickinson, a quien adoro, es lo máximo, supereducado, divino, y me decía: “¿Te puedo pedir que en la toma que viene no me sorprendas? ¿Que hagas lo mismo?”. Siento que estoy atada, que la actuación muere si hago todo lo que está planeado. Es como dejar de estar presente si sigo un plan, como si un partido de fútbol estuviera digitado. Está medio muerto: ya sabés cuándo hay un gol, por dónde esquivar. Es lo mismo. Igual, esto es lo que me pasa a mí, lo que yo creo de la actuación, pero no significa que todo el mundo tenga que creer eso.

  • Por eso el teatro es tu lugar favorito.

Sí, siento que es un espacio de mucha libertad. Nunca sabés si vas a poder, y eso es tremendo. Es un pensamiento que está siempre, no se acaba nunca esa tensión. Hay un oficio, pero no quiero hacer las cosas con oficio, quiero estar ahí como si actuara desde ayer.

Comenzó a actuar en la adolescencia, mintiendo incluso su edad para poder tomar clases con Lito Cruz antes de lo que aquel actor y maestro de actores estipulaba como requisito. Se hizo conocida en tiras televisivas. En un momento, la obligación laboral parecía comerse el espacio de disfrute y exploración que anhelaba. El deber ser y los mandatos, hogareños y del medio, pesaron. Hasta que consiguió desactivarlos. “Me quemé mucho con leche cuando hice laburos que no sentía. No me quiero poner romántica con la palabra, porque no son ni buenos ni malos, solo que quizás a mí no me pasaba algo con esos proyectos. Nuestro trabajo es siempre poner el cuerpo, entonces si hay algo que de verdad no te termina de convencer es muy difícil estar ahí con la energía, el cuerpo, poniéndole el deseo a algo que no te pasa. Trato de concentrarme mucho para tomar decisiones, y a veces eso implica apretarse más, ajustar más la vida económica. Estoy dispuesta a hacerlo”, confiesa.

  • ¿Ese aprendizaje vino por esos golpes o por el paso del tiempo?

Tiene que ver con las dos cosas. Claramente, con crecimiento y decir “Esta es mi forma de pensar hoy”, pero también tiene que ver con haberlo vivido y habérmela dado en la pera. Por haber elegido algo pensando que era lo que tenía que hacer o que era lo que la mayoría haría, o porque me dijeron que no me podía perder tal cosa.

  • Además de lo económico, ¿en esos momentos jugó un tema de ego, de querer ser más vista o tener más repercusión?

Sí, obvio. Mi representante era otro, su modo de trabajar era muy con el afuera y yo estaba experimentando un poco con eso, que es algo que a mí me cuesta mucho más o que no me interesa. Nunca me interesó, pero en un momento pensé que debía interesarme. Me di cuenta de que no era para mí, que no quería el foco ahí. Cada uno tiene la carrera y la búsqueda que desea, y hay miles de maneras de ser actores y actrices.

  • ¿Sentías que estabas mal vos por no interesarte por eso que te decían que era importante?

Sí. Fue uno de esos antes y después que hay en la vida. Terminó de cerrarme cierta presión familiar, cierto mandato de mi padre sobre cómo debía ser mi carrera. Empecé a trabajar de chiquita, vivía con él y, cuando comencé a decir qué cosas me interesaban y qué cosas no, mi padre dejaba de hablarme. En un momento me fui de mi casa. “¿Cómo le decís que no al trabajo? ¿Cómo le decís que no al Bailando?”, eran los cuestionamientos. Yo no digo que eso esté mal, digo que a mí no me gusta, yo no deseo hacerlo.

  • ¿Qué te tranquilizó respecto a eso?

Que los trabajos que a mí me interesan no me los han traído esos lugares, no han aparecido por esas cosas. Si bien es una realidad que hay ciertas tareas que a veces tenés que hacer, como ir a un estreno, creo que no es necesario ir a charlar a un lugar pensando que eso te va a dar trabajo. No creo en eso. Estar en charlas sin ganas, forzar situaciones, me cuesta mucho. 

PROYECTOS Y NUEVOS ROLES 

En febrero vuelven las funciones de Las manos de Eduviges al nacer, en el Teatro Nacional Cervantes. También habrá nuevas funciones de Jauría, la obra basada en un resonante caso de abuso sexual en grupo ocurrido en España. Como novedad, en abril comenzarán los ensayos de Edmond, basada en la vida de Edmond Rostand, el autor de Cyrano de Bergerac, en la reapertura del Teatro Alvear.

Además, Vanesa será parte del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires), con un texto de Natalia Villamil producido por Monina Bonelli, y planea una gira por España con Enero, el unipersonal basado en el libro de Sara Gallardo que protagonizó en 2022. En ese caso, será parte de la producción, en un rol nuevo que desea explorar con vistas a una futura puesta de Le square, la obra de Marguerite Duras de la que adquirió los derechos.

En el plano personal, como si fuera poco, luego de dejar inconclusa la carrera de Antropología por irse a filmar dos meses a Ushuaia, comenzará el CBC de Psicología en la UNSAM.