NATALIA OREIRO: “Siempre estoy a la búsqueda de algo nuevo”

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A fuerza de talento y carisma entró en los medios desde muy chica. Treinta años después, sigue desafiándose permanentemente y encontrando la manera de abrir nuevas puertas en su profesión.

Fotos Jesús Guiraud  Producción Noel Falken

Una mirada que transmita verdad. Es lo que ofrece y, al mismo tiempo, lo que busca Natalia Oreiro. Desde allí nacen sus personajes, y desde allí también surge la potencia arrolladora de su atracción. Ya sea en sus primeras publicidades, en la transición de la niñez a la adolescencia; en las novelas de su juventud, con la irreverencia y el sex appeal mano a mano; en los films más recientes, con historias adultas y mayor profundidad; o arriba del escenario, como estrella pop. En todas sus facetas, un desborde de carisma y magnetismo.

Allá por enero (hace una eternidad) proyectaba un 2020 con tres estrenos cinematográficos: La noche mágica, Las rojas y Hoy se arregla el mundo. Todo quedó para el año que viene. A cambio, vivió dos experiencias nuevas en una carrera que lleva ya tres décadas: estrenó en Netflix el documental Nasha Natasha, que cuenta parte de su historia y registra una gira por Rusia; y condujo la edición uruguaya de Got Talent, lo que significó el primer trabajo en la tele de su país natal y su primera conducción sostenida en el tiempo (había ocupado ese rol solo en eventos, entregas de premios y programas especiales, sin continuidad). Además de los estrenos pendientes, el próximo año se enfrentará a un gran desafío: será Eva Duarte de Perón en la serie Santa Evita. “Es el desafío más grande al que podría haber aspirado como actriz. De hecho, era tan imposible para mí, que no lo deseé. En el caso de Gilda, fue un personaje que siempre quise interpretar. Eva Duarte no era algo que yo imaginaba que podía llegar a hacer. Me preparé, fui al casting y cuando me avisaron que había quedado, me dio un miedo infernal. Eso te agarra cuando estás delante de algo muy importante. Es una composición muy interesante, la novela es muy buena, el director me encanta. Yo soy muy fanática de la serie Six Feet Under, y Rodrigo García era uno de los directores, entonces hay muchas cosas que a mí me atraen del proyecto”, cuenta.

  • Más allá de que se trate de una ficción y de que sea un personaje, sabés que inevitablemente va a haber polémicas a su alrededor porque es una figura que siempre las trae. A favor o en contra, es imposible no discutir al respecto…

Sí, claramente. Creo que es interesante que la ficción pueda generar emociones en el espectador. De eso se trata. Está basada en una novela y es también la mirada del director. La verdad es que desconozco qué va a pasar con el proyecto, a mí los libros me parecen fascinantes. Sin dudas que ella es una de las figuras femeninas políticas más fuertes, no solo de la Argentina, sino a nivel mundial. Eso también genera mucho.

  • ¿Se encara de forma diferente un personaje que está basado en una persona real?

Sí, claro. A mí me pasó con un personaje muy distinto, quizás más cercano a mí en relación con su historia, con la música, pero cuando encarás un personaje que está muy encarnado en el corazón, en la retina, incluso en lo auditivo de la gente, alguien tan popular, es muy difícil. Voy a componer un personaje con las armas que yo tengo, voy a poner toda mi emocionalidad al servicio de la historia. Nunca abordaría un personaje desde la imitación, pero, sin dudas, uno tiene que correrse, desandar su forma de hablar, de moverse, de mirar. Yo, generalmente, intento componer los personajes desde la mirada. Trato de encontrar una mirada que transmita verdad y, desde ahí, componerlos. En eso estoy. Ella tenía una forma de pensar, de hablar y de comunicarse en lo público que es muy conocida. Por supuesto que se está trabajando también eso, pero lo que estoy intentando buscar es lo que no es tan conocido de ella, la Eva privada. Ella en relación con la gente que más cerca tenía, con su pareja, sus miedos, sus deseos. Lo que no mostraba tanto. Me parece que ahí está, de alguna manera, el corazón del personaje que al menos yo, el director y el proyecto estamos buscando. 

“Soy optimista por naturaleza. Estoy intentando creer que esto tiene que dejar un aprendizaje como humanidad”.

  • ¿Cómo suele ser tu proceso de composición de personajes?

Yo trabajo mucho, como te decía, desde la mirada, pero también desde la postura corporal y la voz. Estoy con una coach de fonoaudiología que se desempeña específicamente con actores y también trabajo con una coach actoral en la mayoría de mis proyectos cinematográficos. Después, si además tiene algún proceso físico, una coreógrafa me acompaña con distintos personajes que han requerido un movimiento determinado. Claramente, también con el director, que en este caso son dos: Rodrigo García, director y showrunner, además de productor de la serie junto con Salma Hayek, y Alejandro Maci. Una se desempeña con el director y con todos sus asesores, pero cuando dicen “Acción”, estás sola. Y después es la magia del mundo del cine, que es un trabajo en equipo: arte, luz, vestuario, maquillaje, peinado, edición, musicalización, el resto del elenco. Sería muy injusto decir que la composición de un actor es el resultado final de un proyecto. Es algo más.

  • Muchas veces los escritores dicen que los libros son eternos borradores, que se publican porque se puso una fecha para hacerlo, pero que siempre queda algo por corregir…

Igual que con los cuadros.

  • ¿Con los personajes pasa lo mismo? ¿Se termina porque hay una fecha en la que hay que comenzar y queda algo por pulir? ¿O sentís que llegás con todo lo que le podrías dar?

No, uno siempre siente que no llega. Pero después creo que lo que pasa con los personajes es que uno necesita hacerlos. En una historia que uno está escribiendo e imaginando, en caso de que sea una ficción, la imaginación nunca deja de estar y uno siempre quiere mejorarlo. Lo mismo que una obra de arte, un cuadro, una escultura. Un personaje que uno interpreta está en el camino de lo que alguien escribió y alguien va a dirigir. Y, como uno tiene que vivirlo y transitarlo durante mucho tiempo, siento que es necesario ponerle un fin, porque si no, en un punto, uno termina soñando, hablando, comiendo y viviendo como el personaje. A mí como actriz me pasa que con los que me llevan un trabajo diferente o más grande –como en su momento fue Wakolda o Infancia clandestina, incluso Gilda–, si yo no pongo un corte, luego me cuesta mucho salir. Son historias muy intensas y uno está todo el día no solo filmando, sino también pensando en relación con eso. Después te lleva un tiempo correrte de ese lugar. No es que yo deje de ser Natalia cuando estoy haciendo un personaje, pero hay algo que te toma el cuerpo, la cabeza y la forma de pensar que dura mucho tiempo, y está bueno correrse de ese lugar. Los actores somos intérpretes, nuestras creaciones están directamente relacionadas con la creación de alguien, entonces sí tiene un punto de desarrollo, de realización y de despedida, necesariamente. Aunque siempre van a ser parte de nosotros, como nuestra historia.

  • Esa despedida termina de concretarse cuando aparece el proyecto siguiente…

Yo creo que sí. Al menos así lo siento. Siempre estoy a la búsqueda de algo nuevo. Y cuando aparece, me sumerjo en eso y lo otro queda como queda uno cuando un amigo se va de viaje: a la espera de que regrese, pero uno trata de tomar distancia, porque si no, no puede despegar.

En Uruguay, junto a su familia, Natalia Oreiro cierra un año atípico y ya piensa en los proyectos que asoman para el año que viene: entre enero y febrero comenzará a filmar una serie para Amazon, en marzo será el turno de Santa Evita y luego llegarán dos películas más, sin contar las tres que se iban a estrenar este año.

  • ¿Qué te dejó 2020?

No soy una persona de realizar balances, porque pareciera que uno hace sumas y restas de algo, y la vida es muy cíclica en ese sentido. Por supuesto que, hablando de lo particular, me siento una persona privilegiada. Si bien la pandemia es a nivel mundial y nos afecta a todos, no nos afecta de la misma manera. Mucha gente perdió el trabajo, muchos chiquilines están sufriendo la falta de la escuela, porque no es solamente un lugar de aprendizaje, sino también para socializar y detectar violencia intrafamiliar. Como embajadora de Unicef, tengo cifras muy tristes de la infancia en la Argentina. Arrancamos el año con tres millones de niños pobres, algo muy cruel e injusto, y sabemos que vamos a terminarlo con más de ocho millones. Y pensar que la Argentina no es un país pobre, es un país injusto. Todas esas cosas hacen que uno tenga una visión muy triste de lo que está pasando. Después, siempre mi personalidad tiende a creer que las cosas van a estar mejor. Soy optimista por naturaleza. Estoy intentando creer que esto tiene que dejar un aprendizaje como humanidad, ver qué fue lo que pasó cuando todo se detuvo en relación con el medioambiente, con la tierra, con el consumo desmedido que todos tenemos. Y que cuando eso no existe, si bien se para un modelo económico, es ese mismo modelo económico el que hace que estemos destruyendo cada vez más el planeta donde vivimos. 

ATAHUALPA

Natalia habla de su hijo de ocho años: “He aprendido mucho de él, sobre todo de la simpleza y de la manera ingenua de ver las cosas. No ingenua por ignorante, sino porque no está atravesada por la mirada de un adulto, que siempre tiene ciertos prejuicios acerca de algo que cree conocer y que en verdad desconoce. Uno cree conocer una situación por la experiencia, pero en realidad es un cúmulo de imágenes o de creencias heredadas o deformadas que uno tiene. Los niños, cuando uno los deja expresarse libremente, te salen con unas resoluciones alucinantes. Esa situación en la que uno le dice al hijo ‘Cuidado por dónde caminás’ y te responde ‘Tené cuidado vos por dónde caminás, yo sigo tu camino’. Un poco es así. Estamos todo el tiempo diciéndoles lo que tienen que hacer y nosotros hacemos todo lo contrario. Eso se ve muy reflejado en este momento. Me equivoco todo el tiempo, intento ser consecuente con lo que me gustaría que fuera su vida: una vida natural, libre para pensar, sin ningún tipo de estereotipo, que sea empático con el otro, comprensivo. Sus compañeros lo quieren mucho, y eso para mí habla de algo muy bueno”.