Claudia Piñeiro:
“Yo no sería la misma persona si no escribiera”

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Autora de novelas exitosas, acaba de publicar Quién no, su primer libro de cuentos. En esta entrevista, la escritora reflexiona sobre su agitado 2018, los premios y el proceso de cambio que está teniendo la mujer en materia de derechos.

Por Agustín Gallardo
Fotos Patricio Pérez

Claudia Piñeiro lo sabe bien: el 2018 no fue un año más. Y no se trata de un cuento o una novela exitosa reciente que haya publicado, algo que tampoco sería extraño, ya que Quién no sigue cosechando elogios. La singularidad del año que pasó tiene un condimento más, un tema con el que ella viene batallando desde hace varios años, cuando la coyuntura no estaba tan ligada a los temas de género, y con el que ahora decidió también poner el cuerpo. “Es muy difícil separar lo personal de lo social. Fue un año histórico por todo lo que pasó en relación con la lucha de las mujeres, entendiendo sus derechos, en algunos aspectos ganando cosas, en otros no, pero con un camino desde donde se está avanzando”, reflexiona la escritora en cuanto a su presencia en la escena pública a partir del tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo como así también temas relacionados con la educación sexual.
Claudia Piñeiro es la clase de mujer que su género mismo admira: inteligente y educada, elegantemente sencilla, creadora de textos que encantan a quienes los leen, capacidad que encontró tardíamente en su vida después de ejercer diez años como contadora pública. Aquel impulso irrefrenable de dedicarse a la escritura full time fue la manera de recobrar la felicidad, ciertamente otra de las grandes victorias en la vida de esta mujer que adquirió popularidad con Las viudas de los jueves, el libro ganador del premio Clarín Novela en el año 2005.

Han pasado varios años desde ese momento y una seguidilla de éxitos editoriales con los que Claudia mostró que tenía un don para cautivar a miles de lectores. Hoy, se siente plena y protagonista de estos tiempos agitados en donde sale de la comodidad de los grises y se planta con un color: el verde, que no conoce de posiciones blandas. “Me enorgullece haber sido parte y estado presente en algo importante, haber podido vivir ese año en la historia de las mujeres en la Argentina”.

“Uno debe tener mucha responsabilidad en lo que dice. Porque hay mucha gente que te puede mirar como referente“.

  • Haciendo un poco ese ejercicio más complejo al que vos misma referís, si tuvieras que separar lo personal de lo profesional, ¿en qué te modificó o qué cosas cambiaron en vos?

La sensación de que uno debe tener mucha responsabilidad en lo que dice. Porque te das cuenta de que hay mucha gente que te puede mirar como referente, y a veces uno puede ser referente de algunas cosas y no de otras. Te impacta un poco hasta dónde podés llegar. Hace poco estuve en Jujuy en una ceremonia coya y una de ellas me dijo: “Yo a usted la conozco de la lucha por el aborto”. Me puso el dedo para arriba. Claro, uno ha llegado a lugares donde no se llega con los libros, pero sí tal vez de otra manera. Se empezaron a tender caminos interesantes, y eso es algo que a uno lo reconforta mucho.

  • A mediados de agosto del 2018, mientras se trataba la ley, decías que si no salía ya era muy importante el debate en sí que se había generado. ¿Cómo lo ves ahora?

Lo que yo no sospechaba era que iba a haber tanta reacción retrógrada buscando la no ampliación de los derechos, no solo en cuanto a la ley del aborto, sino que apareció muchísima homofobia, mucha discriminación hacia el diferente, muchísimo temor porque si en el colegio te enseñan educación sexual, van a tratar de que sea orientación sexual; todas cosas que parecían estar consensuadas a partir del matrimonio igualitario y otros avances…y uno dice: “¿Qué pasó? ¿Esta persona puede decir tal o cual cosa y no se le cae la cara de vergüenza?”. Parece que hablar mal de los homosexuales o de una decisión que toma una persona respecto de su vida es posible en su universo.
Pero a su vez, está lleno de gente que tiene un pensamiento progresista, que lleva adelante los derechos, que se enoja cuando vota personas con las que después no está conforme.

  • Hay sin dudas una cuestión que se está modificando en todo el mundo, como de una conciencia más amplia tal vez.

Sí, no es solo de la Argentina, sino que es un movimiento mundial, pasa en países europeos, ya lo estamos viendo en Brasil. Grupos que estaban callados y que empiezan a decir tal o cual cosa. Este año se va a presentar nuevamente el proyecto, pero la composición de las cámaras no ha cambiado demasiado, entonces creo que no va a haber mucha modificación, pero se seguirá avanzando en esa búsqueda hasta que llegue un día en que los legisladores sean los pibes que están en la calle. Ahí el cambio se va a dar. Es muy difícil que no salga.

  • Hablemos un poco de Quién no, tu primer libro de cuentos. ¿Por qué ahora? 

Los cuentos fueron escritos durante el tiempo que escribía novelas, no después. Algunos datan de cuando iba al taller de Guillermo Saccomanno, los talleres literarios tienen esta cosa de periodicidad que te obliga a llevar textos que se pueden trabajar.

  • ¿Cómo llegás a la idea de plasmar todo en un libro de cuentos?

Siempre estaba la idea de algún editor que te decía “¿Por qué no hacemos un libro de cuentos?”. Me parecía que tenía que haber una masa crítica de cuentos que yo pudiera ver que valiera la pena, que estuvieran juntos en un libro por algo. No un rejunte de cosas escritas a lo largo de los años, sino que tuviera un hilo conductor. Y el hilo que encontré para estos cuentos es “quién no”. Ponerse en el lugar del otro: alguien que está sobre un abismo, a punto de tomar una decisión que uno cree que no tomaría. El texto apela a la posibilidad de que te pongas en el lugar de ese personaje y comprendas la situación más allá de que sientas que no harías lo mismo.

  • Son historias que van desde temas inmorales hasta crímenes… 

Sí, es un abanico grande, tiene que ver con aquellos con los que uno se identifica, con actos propios o de alguno que ha escuchado.

  • Las historias no dejan de adquirir otras connotaciones al momento de publicar el libro. ¿Te sentaste a modificar algo? 

Corregí errores. Revisé, cambié algunas pequeñas cosas, pero la sustancia de los cuentos es la misma. Porque a mí me parece que tienen que dar cuenta de un proceso de escritura. O sea, yo no escribo ahora como hace 15 años. Pero reescribir ese cuento, a su vez, tampoco me parecía justo. Los revisé, pulí errores y cosas que quería mejorar, pero siempre conservando la esencia de ese momento.

  • ¿La coyuntura no te hizo querer hacer grandes modificaciones?

Ninguna, para nada.

  • A 13 años de Las viudas de los jueves, ¿cómo ves ese quiebre de masividad a la distancia?

Las viudas de los jueves fue una gran oportunidad. Hubo muchos premios Clarín, pasó algo que no pasó con todos, que tanta gente leyera el libro, que llegara a tantas personas. Y después, la oportunidad a futuro, porque con esa base es la editorial la que quiere publicarte el próximo libro. Siempre sentí miedo de que me quieran publicar un texto que no valía la pena ser publicado. Pensá que yo venía de un arrastre de lectores con Las viudas de los jueves, y uno cree que se pueden decepcionar. Mi tema es estar siempre completamente segura de que el texto que voy a publicar realmente merece ser publicado.

“Quiero estar siempre completamente segura de que el texto que voy a publicar merece ser publicado”.

  • ¿Cómo te llevás con los premios?

Hay de todo. Hay algunos muy importantes y prestigiosos, otros que te colocan en un lugar diferente y otros que sabés que están arreglados y da lo mismo si te los ganás o no. Con Las viudas de los jueves nadie me conocía en Clarín, yo tampoco conocía a nadie. Hay concursos en los que ni vale la pena que gastes la plata en fotocopias, porque sabés que lo va a ganar uno puesto a dedo o de esa editorial. En otros, como el del Fondo Nacional de las Artes o el premio Clarín, se abre una puerta para que el escritor que nadie lee tenga esa posibilidad. A veces llevás los textos, das vueltas, golpeás puertas y nadie los lee. Eso es así porque nadie te conoce. En cambio estos otros premios son una gran oportunidad para ver cómo publicar, porque a veces no ganaste, pero quedaste entre los finalistas. Te leyó alguien a quien le gustó tu texto.

  • ¿Te ocurrió?

Sí, con Tuya, que fue finalista del premio Planeta cuando ganó Guillermo Martínez. Vino un jurado de la selección y me dijo que quería presentárselo a un director, para hacer una película. Uno nunca sabe.

  • ¿Alguna técnica para los que recién empiezan? ¿Llevar anotador por si surge una idea cuando estás en la calle?

Sentarse a escribir. Antes tenía muy buena memoria y no anotaba nada. Ahora cada tanto, por lo menos yo, anoto cosas, pero me olvido de buscarlas. Es tal vez para quedarme tranquila de saber que lo escribí [risas]. Es un poco esa cosa darwiniana de decir “Si vale la pena, me la voy a acordar”. Y si no, no pasa nada.

  • ¿Qué significó para vos la escritura en los últimos 15 años, Claudia?

Es algo ontológica. Es decir, yo no sería la misma persona si no escribiera.


DEL LIBRO AL CINE

Cuatro de las novelas de Claudia Piñeiro fueron llevadas al lenguaje audiovisual: Las viudas de los jueves, Tuya, Betibú y Las grietas de Jara. “Pienso en imágenes porque yo lo hago así, pero nunca pienso que eso va a ser una película. Imaginate que cuando escribí Las viudas de los jueves, jamás creí que se iba a publicar esa novela. ¿Cómo pensar que iba a ser una película? Pero por mi característica de trabajo, porque hice guiones también, pienso en imágenes y luego lo convierto en algo literario. Si no, sería un guión”, dice Piñeiro, quien confiesa no involucrarse luego con los trabajos cinematográficos. “Es otro proceso. Yo ya escribí la historia que quería escribir. Además, permite un distanciamiento”, aclara. “Con los cuatro trabajos quedé conforme. Cada uno con sus cosas diferentes que tienen que ver con los giros del propio director”, dice en relación con las películas.