LETRA Y MÚSICA

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Gaby Comte reparte su tiempo entre dos grandes pasiones: el canto y los libros. Respetada como una intérprete “de culto” en los circuitos de la música alternativa, es también una experimentada editora de libros y, a veces, poeta. 

Foto: Pato Pérez

Entre muchas otras cosas, Gabriela “Gaby” Comte es una cantante refinada que lleva muchos años cantando en vivo para públicos fieles y selectos. También cuenta con una larga trayectoria en el mundo editorial de Buenos Aires, con centenares de libros que pasaron por sus manos expertas antes de ver la luz. Y, sin embargo, todo esto no alcanza para abarcar en su totalidad a esta personalidad multifacética, así que lo mejor será empezar por el principio. 

“Me crié de una forma al menos peculiar y con varias familias en el barrio de Flores. Vivíamos con mis abuelos en una casa donde podía pasar de todo: Palito Ortega celebrando mi cumpleaños con sus músicos, los Hermanos Berón cantando y tocando la guitarra, y Osvaldo Pacheco quejándose de que no lo valoraban como actor dramático, entre muchos otros”, recuerda Gaby. 

Aclaración necesaria: sus padres son los recordados actores Emilio Comte y Silvia Merlino (fallecida), que por aquellos años felices de su infancia integraban el elenco del clásico La familia Falcón; así que los estudios de Canal 13 fueron casi un segundo hogar. “Dormía la siesta en los decorados vacíos y jugaba con los maquillajes de los camarines. Entonces Hugo Moser, guionista y productor, aprovechaba para incluirme en la trama, y así fue como aparecí en algunos episodios cuando era muy chiquita”, cuenta.

Sin embargo, su camino fue otro. Lo que más le gustaba en la vida era cantar, pero jamás se le había ocurrido tomarlo en serio hasta que, de adolescente, tuvo la oportunidad de asistir a un recital de MIA (Músicos Independientes Asociados), un colectivo musical y artístico que en la segunda mitad de la década del 70 mantuvo bien altas las banderas de la libertad creativa y la autogestión con cierto espíritu hippie todavía vigente. Lo integraban, entre otros, los hermanos Liliana y Lito Vitale.

“Fue un deslumbramiento total. Empecé a tomar clases de canto con Liliana y, al poco tiempo, todavía con 14 abriles, me integré al coro del grupo”, recuerda. Agrega que, para eso, debía viajar todos los domingos desde Flores hasta Villa Adelina, en el bucólico noroeste del conurbano bonaerense –donde vivían los Vitale y ensayaba MIA–, y también empezó a dar clases de apoyo escolar para pagarse las lecciones. Al poco tiempo, Liliana la convocó a cantar con MIA, cuya formación incluía también un coro: fue su debut en los escenarios.

En esa época también varios amigos literatos, como el poeta y dramaturgo Alberto Muñoz (también miembro de MIA) y la poeta Diana Bellessi, la estimularon a escribir poesía. “Empecé y nunca paré. Hasta hoy sigue siendo una práctica secreta, a pesar de que publiqué algún que otro poema, pero en su momento me llevó a cursar la carrera de Letras”, cuenta. 

Los libros se convirtieron en su medio de vida, ya que durante muchos años se desempeñó como editora en varias de las más importantes editoriales. “Empecé con textos escolares, literatura infantil y juvenil, y seguí con libros de no ficción, crónicas, ensayo, periodismo…”, enumera. Y arriesga una definición de su trabajo: “Lo que hago es generar las condiciones para que las ideas se concreten y lleguen a los lectores”.

En la actualidad, está a cargo de las publicaciones del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. “El objetivo es que de cada muestra que se exhiba, después se publique un libro. Así estamos creando una colección pensada para que mucha más gente conozca el arte argentino contemporáneo”, explica.

Y la música, por supuesto. Gaby es considerada una cantante “de culto” que actúa, por lo general acompañada por un pianista, en el circuito del jazz y la música alternativa; aunque también lo hizo en escenarios tan codiciados como la cúpula vidriada del CCK. Y en 2017 grabó su primer disco: Un rosario, con temas de autores como sus amigos de la trova rosarina Jorge Fandermole y Adrián Abonizio, entre otros.  

“Soy una militante de la interpretación –se autodefine–, porque no escribo mis canciones, pero me adueño de las de otros por el breve lapso en que pasan por mi garganta, como una médium. Cada canción es una criatura viva, casi indomable; es palabra hecha aire y movimiento, apenas dos minutos para acertar en la melodía, emocionar y llegar al corazón”.