Documentar con la cámara

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Desde hace dos décadas, Ricardo Preve se dedica a filmar documentales. Especializado en temáticas de interés social y humanitario, incluso contó con el aporte de Lionel Messi en una película sobre el mal de Chagas.

Foto: Pepe Mateos

Se convirtió en director de cine siendo ya adulto y sin haberlo planificado. Porteño, era ingeniero agrónomo y forestal, trabajaba en la filial argentina de una empresa papelera de los Estados Unidos y estaba lejos de ser un fanático del cine. Pero al quedarse sin empleo durante la debacle de 2001, aceptó una propuesta para sumarse al equipo de filmación del cineasta Fernando Spiner, y así empezó. “Me enamoré del trabajo, y acá estoy, veinte años después”, sintetiza Ricardo Preve, rebosante de energía y ávido de contar sus proyectos a pesar de no ser, biológicamente hablando, un jovencito.

Lleva realizados más de veinte largometrajes, en los que se desempeñó como director, productor o guionista, pero es poco o nada conocido en su país. Quizás porque vive en los Estados Unidos y decidió especializarse en el documental, un género no tan popular. Esto, según admite, se debió en parte a la influencia de filmes como Bowling for Columbine (2002), de Michael Moore, acerca de una matanza en un colegio secundario; y Super Size Me (2004), de Morgan Spurlock, sobre la comida chatarra. “Ellos fueron los directores que le abrieron las puertas del documental a un público masivo”, asegura.

Debutó con Chagas: un mal escondido (2005), enfocada en un tema que él conocía muy bien: “Pasé parte de mi infancia en una finca de Salta, donde esta enfermedad es endémica, y por eso sabía que no es un problema médico, sino social, político y económico. Pero encontré personas incluso en Europa y Estados Unidos que no pueden recibir atención médica por ser indocumentadas. Encima, los laboratorios son reacios a fabricar la medicina, el benznidazol, porque los enfermos en general no tienen dinero para comprarla –explica–. Gracias a la repercusión que tuvo la película, muchos gobiernos tomaron conciencia y se empezó a testear el Chagas en los donantes de sangre u órganos”. Incluso hubo una segunda versión titulada Chagas: un asesino silencioso (2013), para la cadena de televisión qatarí Al Jazeera English, en cuyo spot de promoción Lionel Messi decía a cámara: “Ahora es el momento de ganarle a la enfermedad de Chagas”.  

Cuenta que los temas para sus documentales suelen “caerle encima sin ningún plan predeterminado”, aunque admite que una gran ayuda fue su trabajo como productor y fotógrafo para el canal National Geographic, gracias al cual en los últimos veinte años recorrió unos 80 países. Por ejemplo, mientras filmaba tiburones en el mar Rojo, le contaron la historia de un submarino italiano hundido en esas mismas aguas durante la Segunda Guerra Mundial. “Sus tripulantes llegaron a una isla y sobrevivieron, salvo uno que murió y fue enterrado allí; entonces tuve la idea de organizar una misión para recuperar sus restos y llevarlos de vuelta a su pueblo, en Piamonte”. Por supuesto, su cámara estuvo allí para filmar el documental Volviendo a casa (2019), en el que también se recreó en modo ficcional la historia del submarino y sus tripulantes.

En Sudán escuchó hablar por primera vez del egiptólogo bonaerense Abraham Rosenvasser, quien a principios de la década del 60 llevó a cabo la tarea titánica de salvar de la destrucción varios centenares de reliquias arqueológicas del antiguo Egipto, amenazadas por la construcción de la represa de Asuán, en el río Nilo. “Era un hombre humilde, de Carlos Casares, que aprendió solo a descifrar jeroglíficos, y trajo a la Argentina unas 300 piezas originales que hoy están exhibidas en el Museo de La Plata”, explica el cineasta, que plasmó toda esta historia en el filme De la Nubia a La Plata (2022). 

Y así, de una película a otra. 

Hoy trabaja en su nuevo documental, Senderos, sobre los inmigrantes latinoamericanos en la ciudad de Charlottesville, Virginia, donde él mismo vive: “Yo llegué en 1977, a mis 20 años, con lo puesto y sin documentos; por eso soy testigo de cómo cambió todo en 45 años. De darles la bienvenida a los inmigrantes pasamos a que hoy no me quieran vender una botellita de agua por mi acento o me digan que me vuelva a mi país”. Esto último lo dice en primera persona, como si incluso él, que usa saco y corbata hasta para filmar, sufriera la misma discriminación: una forma de dejar bien claro de qué lado de la vida está parado.