El primer y último hippie

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Poeta, periodista cultural e impulsor de la agricultura orgánica, “Pipo” Lernoud fue también uno de los pioneros del rock nacional, como letrista, en los años 60.

Foto: Pato Pérez 

Es casi imposible presentar en pocas palabras a un personaje tan multifacético como Alberto “Pipo” Lernoud, pero ante todo es un poeta. En la segunda mitad de los años 60 fue el letrista de varias de las primeras canciones del naciente rock nacional, además de uno de los primeros hippies. Más tarde, dirigió la histórica revista Expreso Imaginario y otras publicaciones como Canta Rock, siempre con un pie en la música y otro en la cultura, y en las últimas décadas abrazó la causa ambiental. Hoy, a los 76, vive alejado de las grandes urbes y mantiene el buen humor.

Quizás el mapa de su trayectoria haya sido prefigurado por dos de las primeras letras de canciones que escribió hace más de medio siglo. Una es Ayer nomás, de 1966, para su amigo Moris. “Era como un despertar: darse cuenta de que para ser feliz no se necesita tener dinero ni cosas materiales y proponer la búsqueda de un modo de vida alternativo”, explica. La otra es Tema en flu sobre el planeta, para Los Abuelos de la Nada originales, en 1968: “Habla de cómo el hombre domesticó a la naturaleza en lugar de fluir junto con ella”.

Había conocido a todos estos músicos a fines de 1965 en La Cueva, mítico reducto que frecuentaban, además de los mencionados, varios otros como Sandro, Tanguito y Litto Nebbia. Dos años más tarde fue uno de los mentores de la primera gran reunión de los hippies en Plaza San Martín, el Día de la Primavera de 1967. “Como la policía siempre nos llevaba detenidos por nuestro aspecto, decidimos hacer un evento, y yo leí una declaración en la que decíamos que solo queríamos la paz en el mundo y que no le hacíamos mal a nadie. Desde ese día me convertí en el referente público”, cuenta. Poco después, la movida se mudó a Plaza Francia, punto de encuentro de los hippies por casi diez años.

También en esa época hizo su primer intento por dejar la ciudad e irse al campo –utopía hippie por excelencia–, aunque duró muy poco: “Me fui a Capilla del Monte, en Córdoba, y empecé mi primera huertita, algo bien de subsistencia, pero mis amigos Miguel Abuelo y Tanguito se aburrieron enseguida y se volvieron”. Hasta que a fines de esa década él mismo tomó un barco rumbo a Ibiza, invitado por un amigo, y se quedó varios años en Europa. “Tuve la oportunidad de vivir en varias comunidades rurales, sobre todo en Inglaterra y en Holanda, y así aprendí cómo funcionaban”, cuenta. 

A su regreso, fundó junto a Jorge Pistocchi el Expreso Imaginario, revista que se erigió en un faro de cultura joven alternativa durante la segunda mitad de los 70. Tuvo la virtud de abrir los oídos de sus jóvenes lectores hacia géneros musicales más allá del rock, como el jazz o la proyección folklórica, y sus cabezas a muchas otras temáticas como la meditación, la literatura y la filosofía oriental y, por supuesto, la ecología. “Yo escribía la ‘Guía práctica para habitar el planeta Tierra’, una página en la que explicaba desde cómo cambiar un cuerito hasta hacer un compost. Se inspiraba en las guías de las comunidades hippies de Estados Unidos, que enseñaban incluso a construir una casa”, recuerda.

A principios de los 80 dejó la revista y se dedicó de lleno a la agricultura natural: “Con mi mujer abrimos un negocio, el Rincón Orgánico, y entramos en contacto con productores de El Bolsón, San Marcos Sierras o Mendoza que cultivaban sin químicos. También fundamos el Centro de Estudios de Cultivos Orgánicos, algo inédito en Argentina, y durante diez años tuvimos nuestra propia granja cerca de Chascomús”.

Así fue como en 1998 accedió a organizar la Conferencia Internacional Científica de la Federación de Movimientos de Agricultura Orgánica, en Mar del Plata, con invitados de 60 países. “Escribimos una declaración contra los transgénicos y a mí me nombraron vicepresidente de la organización, cosa que me llevó a viajar por todo el mundo durante diez años”, cuenta. Sin embargo, su balance es amargo: “Entendí que el planeta tiene las horas contadas debido al cambio climático”. 

En estos últimos años, Pipo Lernoud vive dedicado a compilar y publicar en varios libros su obra poética y periodística, memorias y misceláneas. Registros de una vida vivida intensamente y con muchísimo para contar.