Una tendencia que crece: el derecho a reparar

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¿Qué hacer con los aparatos electrónicos cuando dejan de funcionar? ¿El próximo paso será la basura? En otros países crece con fuerza una corriente que habla del “derecho a reparar”, con el fin de alargar la vida útil de los dispositivos y evitar que se conviertan en residuos.

Por: Diego Igal

La era moderna y la masificación de la tecnología generaron nuevas dependencias y necesidades, pero también problemas: la basura electrónica es uno de ellos. En la Argentina se generan por año unas 292.000 toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE). Esa creciente montaña de desechos se compone, en parte, de artefactos de uso doméstico que van de una computadora a una tostadora o un teléfono celular que no tuvieron arreglo por distintas razones. Algunas partes pueden reutilizarse, pero otras deben manejarse de forma diferenciada para evitar daños al ambiente y la salud. Y más allá de que desde el Gobierno se impulsa una ley que obligaría a las empresas a hacerse cargo de la “basura electrónica”, también debe contemplarse la posibilidad de evitar tirar. Muchas veces, se descarta un producto que no se reparó porque hacerlo implicaba gastar más que comprar uno nuevo, por ejemplo, o porque no había piezas de reemplazo.
El abogado Sergio Barocelli, miembro de la Asociación Civil para la Defensa de Consumidores y Usuarios, considera que en la Argentina hay resguardo legal en el apartado de garantías de la Ley 24.240 de Defensa del Consumidor, en especial, entre los artículos 11 y 17. Ellos establecen que el consumidor y los sucesivos adquirentes de cosas muebles no consumibles “gozarán de garantía legal por los defectos o vicios de cualquier índole, aunque hayan sido ostensibles o manifiestos al tiempo del contrato, cuando afecten la identidad entre lo ofrecido y lo entregado, o su correcto funcionamiento”. También determina, entre otras cosas, que los fabricantes, importadores y vendedores de esas cosas “deben asegurar un servicio técnico adecuado y el suministro de partes y repuestos”.
Sin embargo, un problema nuevo y cada vez más extendido es que hay un puñado considerable de empresas que se arrogan la exclusividad de reparación o, por ejemplo, no liberan los manuales de uso o no venden repuestos, y, en algunos casos, deciden que la llamada “obsolescencia programada” sea definitiva, porque dejan de fabricar piezas en pos de modelos más nuevos.
En países de Europa o los Estados Unidos, donde la defensa del consumidor tiene más desarrollo y arraigo, se impulsa con fuerza una corriente que habla del derecho a reparar, esto es, obligar a las empresas a permitir que los usuarios puedan recomponer los defectos de un bien adquirido sin necesidad de comprar uno nuevo.
En los Estados Unidos –donde el derecho a reparar está legislado en 17 estados–, existen por lo menos dos organizaciones que trabajan sobre este derecho. Una es iFixit, que así se define: “Una comunidad global de personas que se ayudan mutuamente a arreglar cosas. Vamos a arreglar el mundo, un dispositivo a la vez”. “¿Comprarías un auto si fuera ilegal reemplazar los neumáticos? ¿Comprarías una bicicleta si no pudieras arreglar la cadena?”, se preguntan. Como muchas empresas dan por extinguida la garantía si el producto no es arreglado por ellas, esta organización considera que el consumidor tiene el derecho a abrir todo lo que posee, modificar y reparar sus cosas, desbloquear el software o montar “talleres de reparación independientes con precios razonables”.
En Washington, The Repair Association, formada en 2013, representa a todos los involucrados en la reparación y reutilización de tecnología, desde aficionados al bricolaje y técnicos de reparación independientes hasta organizaciones ambientales y el mercado de accesorios. “Como consumidores –declaman– tenemos derecho a la documentación, el software y la capacidad legal que necesitamos para reparar nuestros propios productos, o elegir a alguien en quien confiemos para que lo haga por nosotros; el acceso justo a las piezas y herramientas de servicio, incluido el diagnóstico; el desbloqueo para reparación y reutilización para modificar el software y el firmware que se requieren para operar nuestros productos y poder revenderlos (incluido el software necesario para operarlos)”, y que se entregue el diseño “para los principios de reparación y reciclaje en el desarrollo del producto”.

El derecho a reparar postula la necesidad de que el usuario tenga la libertad de elegir quién arregla un bien adquirido.

Estas restricciones se observan de manera más clara en las empresas de teléfonos celulares –en especial, en la marca de la manzana tan deseada–, pero también en ciertos fabricantes de automóviles y hasta de maquinaria agrícola. Las restricciones de Apple y John Deere resultaron casos testigos para el derecho a reparar. En el primero, por la negativa a distribuir piezas de repuesto a services no oficiales. En el de la fabricante de tractores, algunos granjeros estadounidenses tuvieron que recurrir a hackers para reparar las máquinas y no caer en los talleres exclusivos.
En países de Europa como España también se impulsan leyes o regulaciones que garanticen que un producto sea seguro pero también duradero, que no tenga piezas de calidad deficiente que se deterioren de manera prematura o que sea demasiado frágil para el uso normal del dispositivo, o que no se use un ensamblado con materiales que impidan su apertura para reparación.
La Organización de Consumidores y Usuarios, una de las dos principales de España, busca además que los fabricantes informen con claridad la vida útil prevista del producto, los repuestos y las posibilidades de reparación; si hacerlo tendrá un costo notablemente inferior al de comprar un producto nuevo o el precio de las partes no será superior al del producto nuevo: cualquier semejanza con la Argentina no es mera coincidencia.

UN CLUB MUY ESPECIAL

El Club de Reparadores es un movimiento de dos amigas argentinas que desde hace tres años busca promover la reparación como estrategia para el consumo responsable y la práctica de la sustentabilidad. “Alargar la vida útil de los objetos evita que se conviertan en residuos”, proclaman. Inspiradas en los Repair Cafés que se crearon en Ámsterdam en 2009 y ahora existen en todo el mundo, realizaron eventos de reparación en Buenos Aires, Río Negro, Córdoba y hasta en Montevideo. Más en http://reparadores.club/