La corrida de la Vincha del Toro

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Casabindo, en el centro norte jujeño, una localidad de menos de 200 habitantes, deslumbra cada agosto con la festividad en honor de la Virgen de la Asunción. La excusa perfecta para recorrer una zona de alta religiosidad y conmovedora belleza.

El viento sopla. El edificio blanco, imponente, enorme, le hace frente. Los toros enfrentan al torero y se levanta el polvillo del suelo. La religiosidad produce chispas en el aire. Jujuy en su mayor esencia. Colorido, alegre y místico a pleno.

La frase que promociona la festividad, absolutamente certera, asegura que es la única corrida de toros que se realiza en la Argentina. Claro que de inmediato puntualiza un dato fundamental para estos tiempos: a diferencia de las tradicionales, las que siguen ocurriendo en España –o en donde fuera–, en estas corridas el animal es venerado y, por consiguiente, no se lo lastima en absoluto. El objetivo, en este caso, es recuperar de la frente del toro una vincha roja munida de unas muy particulares monedas de plata que luego serán ofrendadas a la Virgen de la Asunción. Toda la trama de la ceremonia contiene momentos de vértigo y otros de armonía, siempre envueltos en una alta religiosidad, una emoción y un colorido que provocan a todo espectador que se acerca a Casabindo.

Se trata del Toreo de la Vincha. Se realiza cada 15 de agosto y es la festividad central de esa tan particular localidad del centro norte jujeño. En el corazón de la bota que representa a la provincia, se encuentra el departamento Cochinoca. Y a 3700 metros sobre el nivel del mar está la población de Casabindo, enclavada a poco más de 210 kilómetros de la ciudad capital, San Salvador de Jujuy.

Los menos de dos centenares de pobladores estables se reproducen en miles durante esa jornada en la que se celebra una conmemoración que en este 2021 volverá a sus calles, tras el impasse al que obligó la pandemia. Todo jujeño anhela que ese día sea soleado para dar rienda suelta a su fervor y sus sentimientos en una celebración popular tan particular. Ellos suelen explicar que la esencia del acto central es buscar que el animal se canse, una especie de ceremonia que consiste en esquivarlo una y otra vez hasta que la bestia pierda su furia. Dicen que el riesgo es solo para el torero, no para el toro. Se cuenta que la espiritualidad de la acción también requiere un muy especial arrojo que, por fortuna, la mayoría de las veces finaliza en un sentido y acogedor aplauso, cuando los toreros, uno tras otro, cumplen con su tarea: lograr quitarle la vincha que se le aplica como una corona al animal, para posteriormente ofrendarla a la Virgen de la Asunción a cambio de alguna promesa personal o simplemente la mera bendición. La tradición indica que mientras los hombres se preparan para realizar las corridas, las mujeres del pueblo se encargan de engalanar la iglesia para celebrar la misa principal de la jornada, el verdadero epicentro de la festividad. Un hito importante en esa preparación es vestir pulcramente a la imagen religiosa de la Virgen, y para dejarla bien coqueta, le cambian la cabellera cada año. La costumbre marca que, para ello, confeccionan una especie de peluca muy natural, con el cabello real ofrecido por los llamados “promesantes”, los más jóvenes y, en muchas ocasiones, niños de la zona que pocas horas antes habrán rasurado sus cabelleras que sus familias les dejan crecer durante meses.

El corolario es un ritual pagano, símbolo de fe y de entrega, muy habitual en todas esas fervorosas poblaciones de la muy bella región jujeña, lindante con los departamentos de Tilcara y Humahuaca. También se estila agasajar a la Virgen ofreciéndole cabritos, mantos o cueros de cordero a modo de obsequios. Se trata de un momento de enorme misticismo y hasta mágico. Como cuando los pobladores ingresan a la iglesia con esos menesteres. La ceremonia es antiquísima, tanto como la historia de los lugareños que se dedican a la crianza del ganado (ovejas, llamas, vacas) y a la fabricación de tejidos regionales (ponchos, mantas y otros productos) confeccionados con lanas de esos animales a los que cuidan y veneran. Justamente en esa rutina está la esencia del acto de contrición con la Virgen, a la que le ruegan que proteja a sus animales, el sustento de sus humildes vidas.

Los trajes que utilizaban algunos de sus pobladores en la jornada festiva son los mismos que vistieron a sus mayores y tienen un significado especial para los habitantes originarios que se reúnen en torno a la plaza principal donde se realiza el toreo. De ellos viene la tradición, altamente simbólica, de “jugar y celebrar con el toro”, o sea escenificar en la tierra primero, y luego en el altar, la armoniosa relación entre el hombre y los animales, que no está exenta del significado más intrínseco de la Pachamama: el respeto a la madre tierra, a la naturaleza, a las mejores cosechas, a los mejores animales. Por eso la celebración se realiza en esta época del año, y es eso lo que se pide a la Virgen.

DE PIEDRA Y DE TRADICIÓN

Justamente el hogar de la Virgen es la iglesia de la Asunción, considerada la catedral de la Puna por su enorme tamaño en contraposición con la cantidad de pobladores de Casabindo. La primera capilla fue construida en 1630 por Cristóbal de Sanabria, y tres décadas después se levantó la primera iglesia, que fue remodelada en 1772 por Martín Patagua, a instancias del deán Gregorio Funes. En su creación se pareció mucho a lo que se puede observar en la actualidad, especialmente las bóvedas de piedra que envuelven la nave, la sacristía, el baptisterio, el coro y las capillas. Una característica única es su interior, más alto que ancho. Además, cuenta con excepcionales pinturas de la escuela cuzqueña Ángeles Arcabuceros. Una verdadera obra de arte enclavada en medio de la puna jujeña, erigida en un suelo duro, pero siempre amable con el visitante.

Así, cada 15 de agosto, la alegría y la emoción desbordan esa localidad de escasa cantidad de habitantes, pero de excepcional alegría. Esa población que va variando su fisonomía lentamente hasta llenar su alma con una enorme cantidad de turistas arribados desde diferentes lugares del país y también desde los rincones menos pensados del mundo.

Para unos y para otros la jornada no puede concluir de otra manera que no sea con cantatas tradicionales con los característicos instrumentos norteños, en plena calle, en cada rincón del poblado. Con prolongados y muy alegres bailes populares, como si no quisieran que se terminara jamás ese estado de gracia que parece envolverlos. Siempre en un entorno que, sin duda, permite al visitante conocer de un modo muy cercano todo el encanto de la rica cultura norteña. Y ni que hablar de otro atractivo muy particular: los platos típicos de la gastronomía regional.

Casabindo significa “hondura helada” en idioma de los pueblos originarios de la región, los apatamas, alpatamas, kunzas, likan-antai o likananta. Especialmente estos últimos habitaron la zona hasta poco antes de que Pedro Zamora fundara la población en 1602, a instancias de la autorización del encomendero Cristóbal de Sanabria.

En las proximidades se asientan los yacimientos arqueológicos de poblados primitivos como Sorcuyo, en el extremo norte de la laguna de Guayatayoc, que se encuentra a solo 23 km de Casabindo. Un espejo de agua salada, casi unido con las Salinas Grandes, con una superficie muy variable según las estaciones: ciclos largos de sequía y humedad, pero durante los meses de marzo y abril, cuando finalizan las precipitaciones, la laguna alcanza seis metros de profundidad y una superficie de 240 km². Es de una belleza muy difícilmente descriptible. Otros pueblos muy atractivos de la zona son los de Tres Morros, Abdón Castro Tolay y Tusaquilla, que se atraviesan por la ruta 52, así como Yala, León, Volcán, Tumbaya y Purmamarca, que son surcados por la ruta 9.

“Jujuy siempre sorprende” es uno de los refranes que utiliza la provincia para convocar al turismo. Se trata de una realidad incontrastable. Son infinitos sus rincones, que compiten en atracción por su belleza, por su historia, por sus características de tradición y religiosidad. Son infinitas las alternativas para transitarlos, reconocer las características de sus pobladores, de sus orígenes todos riquísimos en tradiciones. Infinitos, pero únicos, diferentes, especiales.

Como esa celebración imperdible. El Toreo de la Vincha quedará grabado en las retinas, en la memoria y en el corazón de todo visitante que haya sido testigo de esa gran emoción.

La Virgen es preparada especialmente cada año, cada celebración, cada peregrinación. Las mujeres se encargan de sus vestimenta y su especial peinado.
Los pobladores mayores de Casabindo y sus atavíos tradicionales.
La fiesta se completa con la alegría de las danzas en plena calle.
Otra costumbre que se respeta con fervor: le ofrecen cabritos, mantos o cueros de cordero a la Virgen, para que proteja a su ganado
FUEGO EN CASABINDO

Así se denomina una novela histórica escrita por el escritor, periodista, abogado y diplomático argentino Héctor Tizón, quien nació en Yala, en 1929, y falleció a los 82 años. Relata las peripecias de los descendientes de quienes libraron la cruenta batalla en los campos de Quera, cuando fueron despojados de sus tierras. Es renombrada, además, la ópera compuesta por Virtú Maragno, que llegó a ser presentada en el Teatro Colón. Tizón representó a la Unión Cívica Radical jujeña en la Convención Nacional de Santa Fe de 1994, fue juez del Superior Tribunal de Justicia y viajó profusamente por el mundo como embajador.

DATOS ÚTILES

CÓMO LLEGAR

Se debe tomar la RN 9 hasta Purmamarca y luego tomar la RN 52 desde Tres Morros hasta Tusaquilla para arribar a Casabindo. También se puede ir por la RN 9 hasta pasar por Tres Cruces, y kilómetros antes de llegar a Abra Pampa empalmar con la RP 11. Distancias a Casabindo: desde San Salvador de Jujuy, 255 km; desde Salta, 347 km; desde Córdoba, 1163 km; desde Purmamarca, 157 km (por RN 52); desde Tilcara, 173 km; desde Humahuaca, 130 km; y desde Buenos Aires, 1757,7 km.

En épocas de normalidad, a la región llegan las empresas de buses Tramat-Andesmar, Vosa, Expreso Transamericano, Pullman Bus, Flecha Bus, El Rápido Internacional, El Rápido Argentino, Chevallier, Cata, Vía Bariloche y Mercobus, entre otros. También el traslado puede ser por vía aérea, al aeropuerto de San Salvador.

CLIMA

En invierno Casabindo es muy frío, y su temperatura ha llegado hasta los -20 °C. La variación durante una jornada, en cualquier época del año, es muy alta. La temperatura promedio es 12,1 °C. En verano, los termómetros pueden llegar a los 40° o más.

CONSEJOS ÚTILES

Por el clima tan particular, se aconseja a los viajeros llevar abrigos en la modalidad “cebolla”: ropa liviana que pueda quitarse o sumarse a medida que vaya cambiando la temperatura. Por supuesto que el calzado debe ser cómodo. Y no olvidar la provisión de agua, protección solar, gorra o sombrero, y anteojos. Igual que en otros sitios turísticos, donde se preserva la naturaleza con especial atención, se pide no alimentar a los animales, mantener la distancia y no acercarse, ya que pueden perturbarse con la presencia humana.

GASTRONOMÍA

El noroeste argentino también deslumbra por sus platos típicos, como los guisos, el locro, las empanadas, los tamales, el charqui y la carbonada. La oferta gastronómica en toda la región es muy amplia por su condición de zona turística: hay posibilidades de degustar todo tipo de comidas.

ALOJAMIENTO

En toda la región, hay muchos hospedajes adaptados a todos los bolsillos, con niveles altos de confort. Así como hostels, cabañas y refugios. Del mismo modo se encuentran zonas de camping, que tienen todas las comodidades.

DEMOGRAFÍA

Una de las excepcionales características de Casabindo es que sus habitantes habituales no llegan a 200. Según los trabajos realizados cada década por el Instituto de Estadísticas y Censos, se determinó que en 1991 su población era de 95 personas. Luego, en 2001, ya había 155 habitantes (de los cuales el 48,39 por ciento eran mujeres y el 51,61 hombres), en tanto que en 2011 la población ascendió a 165 lugareños.