JOSEFINA PÉRÈS: Pasión por los satélites

0
587

Josefina Pérès es la jefa del proyecto SAOCOM, la más compleja de las iniciativas encaradas por la Argentina en materia satelital. Historia de la ingeniera que coordina un equipo de 900 personas y reparte su tiempo entre la ciencia y la danza.

Fotos Alfredo Leiva

Cuando a Josefina Pérès le preguntan en qué momento supo que lo de ella eran los satélites, recuerda un viaje a Bariloche que hizo con su hermana y su papá, e inmediatamente describe una imagen que le quedó grabada a fuego: la casita de madera del INVAP, en el medio del bosque, cerca del Llao Llao, con galerías, techos a dos aguas y un sótano. En el sótano estaban construyendo un satélite. “Me pareció increíble”, dice. 

En la época en que visitó aquella casa de ensueño, la ingeniera electrónica, que ahora tiene 38 años, recién empezaba la facultad. Su papá –Marcelo Pérès– era físico de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) y ya estaba trabajando sobre la idea de fabricar un satélite como los SAOCOM. Veinte años después, Josefina pudo concretar su legado.

El 30 de agosto pasado a las 20:18 se lanzó al espacio el segundo SAOCOM –el primero orbitó hace dos años– con el objetivo de detectar la humedad del suelo y obtener información sobre la superficie de la tierra, atravesar las nubes y “ver” en cualquier condición meteorológica, de noche o de día, gracias a la fuente de iluminación que lleva a bordo.

  • Cuando te preguntan si llevás la ciencia en la sangre, ¿qué sentís?

Es así, aunque siento que mi mamá queda un poco relegada. En realidad, la parte científica viene de las dos ramas. Mi mamá debe ser de las primeras en recibirse de Computador Científico, así se llamaba la carrera en esa época, ahora tiene un nombre un poco más amable, sobre todo, para las mujeres; mi hermana es bioquímica y yo, que soy la menor, seguí Ingeniería.

  • ¿Tuviste vocación científica desde chica?

En realidad, durante la adolescencia. En la secundaria elegí la orientación científica. En la familia había esa virtud, pero mi relación particular con los satélites surgió cuando visitamos la casita del INVAP. Después, transcurrió la carrera, y como la CONAE queda enfrente de la Facultad de Ingeniería, era muy frecuente que yo lo pasara a buscar a mi papá y nos fuéramos juntos para casa. A veces, me mostraba las cosas que hacía, así que poco a poco fui entrando. Después, hice un año de la carrera en Francia, y mientras estaba allá, falleció inesperadamente mi papá, volví a la Argentina y entré a trabajar a la CONAE.

  • ¿Recordás haber jugado a ser científica en tu niñez?

No recuerdo haber jugado con algo que literalmente fuera ciencia.

  • Alguna vez mencionaste que los juegos, cuando están orientados según estereotipos de género, pueden privar de oportunidades a los chicos. ¿Qué tendría que cambiar?

Lo que tendría que cambiar es esto de predecidir. Cuando a uno lo sesgan, inevitablemente se generan determinadas destrezas. Después están tus gustos, pero si a vos te dan un universo y no te muestran el otro, no lo vas a poder ejercitar. Por ejemplo, si a mí no me hubieran mostrado el mundo de la danza, no lo habría elegido. Empecé de grande, cuando ya iba a la facultad. Mi mamá, que podría haber sido bailarina profesional, un día me dijo: “¿Por qué no venís a ver otra cosa que no sea la ciencia?”. Entonces fui a una clase, me enamoré de la danza y nunca más dejé de bailar.

  • ¿Seguiste tomando clases y presentándote en espectáculos al mismo tiempo que te desarrollabas como ingeniera?

Empecé danza contemporánea a los 22, con Teresa Duggan. Cuando me recibí de ingeniera, comencé a perfeccionarme más, bailaba todos los días, distintas técnicas, y también participé de bastantes espectáculos, hasta que llegó la recta final del lanzamiento del primer satélite. Hasta ahí, tuve que partirme en dos, de hecho estaba partida en dos. Era realmente una doble vida, muy rica, por cierto.

“Hay efectos virtuosos que inexorablemente trae la tecnología, uno de ellos es el conocimiento”.

  • ¿Cómo fue partirse en dos?, ¿pensabas en el satélite y en la danza al mismo tiempo?

Un poco así, generalmente los espectáculos son los fines de semana. A veces, me bajaba del avión –acordate que el satélite estuvo hecho en Córdoba, también en Bariloche y yo vivía en Buenos Aires–, llegaba a Aeroparque y me iba directamente a ensayar. Mentalmente era muy sano, porque me equilibraba, ya que una actividad es muy mental y la otra muy corporal. 

  • ¿Qué encontraste en la danza?

Abrí una puerta, una puerta mía. Sin la danza no sé si hubiera podido abrir tantos aspectos de mi personalidad. Empezando por lo corporal; la danza te ayuda a tener flexibilidad mental, a ver y encarar problemas en lo técnico, pero también en la gestión y en lo humano. Me ayudó muchísimo a tener otros puntos de vista; además, está relacionada con un universo mucho más femenino, entonces hizo que juntara mi parte femenina con mi parte masculina de manera más mancomunada. Me fue formando en mi adultez con todos los elementos. Y viceversa, porque a la ciencia ya la tenía, y eso también me ayudaba en la danza. En la memoria, en la sincronicidad, que quizás me era más natural porque lo traía por mi mente lógica, pero la danza me aportó otras visiones, fue muy enriquecedora.

DEVENIRES

Noviembre es el mes de los vientos en Bariloche. Del otro lado del teléfono, Josefina cuenta que hoy es uno de esos días “típicos”. Hace más de un año se mudó a esa ciudad, a donde la llevó su pasión por los satélites y en la que encontró también el amor. Armó pareja con otro ingeniero que casualmente trabaja en el INVAP y que había sido compañero de la facultad. 

Hace 15 años que Josefina trabaja en la CONAE. Como le gusta remarcar a ella, sus responsabilidades en la agencia espacial fueron creciendo de manera gradual, lo que le permitió conocer múltiples facetas del proyecto. “Me tocaron muchos recovecos, muchas esquinas del SAOCOM”, afirma.

  • En diciembre, nuestra revista cumple diez años, ¿qué estará haciendo exactamente el SAOCOM 1B allá arriba?

Va a estar llegando a su órbita final, es decir, a 620 kilómetros de altura. Será el momento en que se sume a la constelación formada por el SAOCOM 1A y otros dos satélites italianos que forman parte del SIASGE (Sistema Ítalo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias). Cuando llegue, comenzaremos a calibrar el radar, que es un proceso que se extenderá aproximadamente hasta febrero. 

  • ¿Por qué es importante que la Argentina desarrolle esta tecnología?

Todo nace de una necesidad, que es poder contar con la información que recaban estos satélites, por la importancia de la agricultura, la productividad de los suelos, las inundaciones, los incendios, la gestión del agua. Todo aplica para nuestro país. Pero no sabíamos hacer un radar, y terminamos desarrollándolo. Hay efectos virtuosos que inexorablemente trae la tecnología, uno de ellos es el conocimiento. La radarización del país nace con el SAOCOM. Quizás no fue el objetivo inicial, no se pensó si iba a ser de radares. Esos son efectos, que son difíciles de explicar, son siempre virtuosos en lo que hace a la tecnología. En este caso particular, fue la tecnología radar. Como siempre digo: hay que tenerle paciencia a la ciencia. Esta es una historia de 20 años, fue difícil, nos equivocamos, aunque de las equivocaciones es de donde más se aprende. Yo empecé muy joven, estoy cerca de los 40, y reconozco que nunca hubiera podido tener la carrera que tuve, en ningún otro país.

“Con la danza abrí una puerta mía. Sin ella no sé si hubiera podido abrir tantos aspectos de mi personalidad”.

  • ¿Por qué?

Esto de haber desempeñado todos los roles como me tocó a mí, creo que ningún país del mundo lo tiene. En Europa, por ejemplo, está todo más compartimentado. Quizás nos pasa a nosotros porque somos pocos y tenemos bastante ingenio. El SAOCOM es un proyecto muy grande, con muchas aristas, desde procesamiento de imágenes, tecnología de ensayos, revisiones frente a jurados internacionales. Esto de tener la oportunidad de cumplir todos los roles creo que es porque además del ingenio, todos hacemos de todo. Me acuerdo de cuando fui a Italia por tres meses en mi primer trabajo para el SAOCOM, ante cada pregunta técnica que hacía, me llevaban con un especialista distinto. Lo nuestro tiene la contra de que te carga bastante de trabajo, pero te permite ver todo. Porque nosotros somos muy flexibles, somos muy buenos trabajando. Versátiles, esa es la palabra.

  • Una capacidad que muchas veces tenemos devaluada.

Sí, los argentinos somos muy injustos con nosotros mismos. Creo que no nos valoramos y que, a veces, hablamos mal de nosotros delante de otros, y eso nos juega muy en contra. Nos cuesta valorar lo bueno que tenemos. 

MISIÓN SAOCOM

Formada por dos Satélites de Observación de la Tierra con Radar de Microondas en Banda L, del Plan Espacial de la CONAE.

Desarrollados y fabricados en Argentina por la CONAE con las empresas VENG e INVAP, y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el laboratorio GEMA de la Universidad de La Plata, y unas 80 empresas del sector espacial nacional. En total, involucró el trabajo de 900 personas.

El primer SAOCOM (1A) fue lanzado el 7 de octubre de 2018 y su gemelo (1B), el 30 de agosto pasado.

Estos satélites generan mapas de humedad del suelo, útiles en agricultura e hidrología; mapas de riesgo de inundación, incendios y enfermedades en cultivos. Sus datos son fundamentales a la hora de tomar decisiones para la siembra y fertilización, para determinar el agua disponible en la nieve para riego, y para estudiar el desplazamiento de glaciares, del terreno, pendientes y alturas. 

El Centro de Control de la misión recibe datos en el Centro Espacial Teófilo Tabanera (CONAE Córdoba), con apoyo de la Estación Terrena Tierra del Fuego. Las imágenes que generan se distribuyen a los usuarios de todo el país y el mundo.