Lo que vendrá…

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Enrique Macaya Márquez

Comentarista, periodista, maestro. Cuenta con el extraño récord de haber cubierto todos los mundiales de fútbol desde Suecia 1958.

 

¿Vendrá lo que vendrá…?

En el fútbol internacional habrá que esperar por un cambio marcado por la tecnología; los progresos técnicos, los recursos para poder ver un fútbol más cierto y verdadero, amenazando la esencia del fútbol actual.

Imagino a periodistas conjeturando sobre las imágenes, intentando un juicio certero, apretados por los detalles que no conocen de interpretaciones, de intencionalidad, de evaluaciones particulares en la aplicación de un reglamento que a futuro seguramente cambiará.

Habrá que saber instalar y aplicar la ubicación de las cámaras, de slow motion, de lo que es y no parece, y de lo que parece y no lo es.

El futuro nos contará historias nuevas, y en su afán de pureza inventará un juego menos puro. Con otros tiempos, con otras pausas, con otros desarrollos.

En este Mundial, y al margen de lo estrictamente tecnológico, el adelanto fue un atraso. Equipos con poca riqueza, favoritos que fueron muriendo en el intento de sostener su supremacía que fueron quedando lastimados al costado del camino.

“El resultado está vinculado a su mala organización, su accidentada conducción y su pobreza técnica”.

Se cayó Alemania, un excampeón. Quedó eliminado en primera ronda, aunque, a pesar del accidente, mantiene su prestigio y programación plurianual. De hecho, su mismo director técnico ya comenzó a diagramar los próximos compromisos para su selección. Los locales corrieron a España, el del fútbol lindo y efectivo (había desplazado al DT días antes de su presentación), jugándole con tenacidad, mucho despliegue y tan solo el 21 por ciento de posesión de balón. Casi un récord en mundiales. Esto ocasionó en España un pedido a gritos de renuncia del presidente de la Federación Española, Luis Rubiales. La Argentina, con antecedentes recientes muy pobres, redondeó una presentación cargada de confusiones en todos los planos. Así se va escribiendo la verdad de este Mundial Rusia 2018. Las sorpresas no son los que aparecen, sino los que se van inesperadamente, fuera de todos los pronósticos.

Ahora, en el caso particular de la Argentina, el resultado está vinculado a su mala organización, sus flacos rendimientos, su improvisación general, su accidentada conducción y su pobreza técnica. Hasta puso en duda el valor y la originalidad de su joya: la autenticidad de un fútbol empobrecido en el tránsito de lo individual a lo colectivo, Messi no alcanzó su dimensión habitual, menos cuando el requerimiento del equipo más lo solicitaba. Las modificaciones de planteos, formaciones y estilos dibujaron en los pizarrones pobres y confusas imágenes, sin valor deportivo, sin cotización futbolística. Una errática conducción del seleccionado y una prestación colectiva solo mediocre la alejaron definitivamente de las chances para competir con alguna posibilidad de éxito.

No fue un sueño. Fue una pesadilla que está marcando un nuevo camino para el fútbol argentino. Una dirigencia equivocada, con pobres y limitados recursos, ponen la alerta sobre decisiones futuras. Las mismas que tienen que ver con una organización seria e inteligente. Desde los juveniles, divisiones menores de nuestro fútbol, hasta arriba. La Argentina está vacía. Se imaginan tiempos duros por venir, lo que sugiere cantidad y calidad de trabajo para invertir el resultado. Profesionalidad, conocimiento y especialistas, como cualquier empresa multinacional propondría en estos tiempos. Hay que cambiar. Muchísimo.

¡Pareciera que Dios se está cansando de ser argentino!

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