Agenda TGD*

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unes: Amanezco a las siete, desayuno apurado y llego al colegio, donde me espera la maestra integradora, una señora que me ayuda a estar con los demás, a esperar y a no pegar. Es buena, aunque le gusta repetir todo.

Vuelvo a casa a las cuatro y meriendo rápido, porque me espera la “fono”, otra señora que me enseña a hablar mejor. Después toca psicomotricidad, para ser menos torpe. Ahí juego con rompecabezas (que no sé por qué se llaman así, si sirven para “arreglar” cabezas como la mía). 

Los doctores dicen que tengo “tegedé”, o sea que todavía no saben lo que tengo. Unos dicen que voy a mejorar; otros se quedan serios. No sé si no saben qué decir o no quieren ponernos tristes. Yo estoy acostumbrado, pero mis papás esperan que alguna vez alguien les diga qué significa “tegedé”. Y cuánto dura.

Recién de noche volvemos a casa; papá quiere seguir jugando (estimulando), pero me duermo antes.

Martes: Igual que el lunes, pero además tengo psicólogo, un señor que quiere que no sea tímido. No entiende que a veces no me comunico porque es cansador demostrar que puedo igual que los otros.

Miércoles: Igual que el lunes; igual-igual.

Jueves: Como el martes, pero después de la psicóloga voy con papá a la pileta. Él leyó que eso ayuda a los que tenemos este problema. Papá lee todo sobre chicos como yo, y cuando piensa “Esto sí lo va a ayudar”, me agrega otra actividad. Él quiere lo mejor, como mamá.

“Los doctores dicen que tengo ʼtegedéʼ, o sea que todavía no saben lo que tengo”.

Viernes: Igual que lunes y miércoles, pero almuerzo en casa. Entonces me da sueño y no quiero ir a fono ni a psicomotricidad. Todos dicen que así me atraso con el “tegedé”, pero yo les explico que dormido no sirve.

Sábado: Me despiertan más tarde, pero como papá insiste con la natación vamos de 10 a 12. Después almorzamos con los abuelos, que viven preocupados por mí. Cada sábado me toman examen: piden que repita el nombre de cada familiar, que diga los colores o que cuente hasta 50. La semana pasada seguí de largo hasta 80 y se pusieron a llorar (de alegría, dijeron).

A la tarde me dejan ver tele; siempre el mismo programa, por eso sé de memoria la letra de cada personaje. A mi mamá le encanta, porque me río mucho.

De noche me aparecen algunos miedos. Los doctores dicen que “es normal”, pero yo prefiero dormir en la cama grande. Cuando no me dejan, grito y me dan un jarabe que da sueño.

Domingo: Vamos al parque para que “descargue energías”. Corro sin parar, como todos los que tenemos “tegedé” (muchos dicen eso porque no pueden dejar de opinar, pero no se acuerdan de que a todos los chicos nos gusta correr).

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*TGD (trastorno generalizado del desarrollo; también TEA: trastorno del espectro autista) describe genéricamente a niños con problemas de comunicación, intereses restringidos y conductas estereotipadas. 

Las condiciones de vida actuales, con largas jornadas fuera del hogar, alimentación industrial e hiperconexión tecnológica, parecen estar generando una epidemia de situaciones que reciben este “diagnóstico”.

Sin embargo, cuando la agenda vuelve a ser infantil (con pausas reparadoras), muchos recuperan sus capacidades y se alejan de rótulos (estigmas) que son resultado de anteponer diagnósticos a la diversidad humana. Porque antes que pacientes, los niños son siempre niños.