El lenguaje argento

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Agustina Boldrini
Lic. en Comunicación Social. Correctora de textos

Pibe”, “choro” o “chorro”, “afilar”, “capo”, “capocha”, “laburar”, “¡a la madona!”, “mangazo”, “gamba”, “garpar”, “choborra”, “mina”, “cana”, “cobani”, “chamuyo”, “morfar”, “pucho”.

Sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que para usted, querido lector, estas palabras (o, al menos, algunas) forman parte de sus expresiones cotidianas. Digo esto porque son términos propios de nuestra región: son voces del lunfardo.

Ahora bien, ¿qué es el lunfardo? Según José Gobello, presidente de la Academia Porteña de Lunfardo, “el lunfardo es un repertorio de términos traídos por la inmigración y asumidos por el pueblo bajo de Buenos Aires, en cuyo discurso se mezclaban con otros de origen campesino, y quechuismos y lusismos que corrían ya en el habla popular, conformando un léxico que circula ahora en todos los niveles sociales”.

A fines del siglo 19 y a comienzos del 20, miles de inmigrantes bañaron con su bagaje cultural las tierras argentinas. En este período histórico, se creó el debate civilización y barbarie.

Los intelectuales miraban a Europa como ejemplo de progreso; mientras, veían en los pueblos originarios el reflejo del subdesarrollo. Con esta bandera bien en alto, se fomentó el ingreso de europeos en nuestra región. Sin embargo, las cosas no salieron según lo planeado.

“‘Laburo’ proviene del italiano lavoro (‘trabajo’). Por su parte, ‘choro’ o ‘chorro’ llega del quechua churu”.

Quienes llegaron a nuestras tierras fueron aquellos con los que Europa no había sido amigable. En los inicios, estas personas que venían huyendo de la guerra y de la hambruna (no se trataba de la clase intelectual europea) tuvieron que superar trabas económicas, lingüísticas y sociales.

Todo esto viene a cuento porque estas fueron las condiciones históricas que ofrecieron el refugio perfecto para la formación del lunfardo. Eran tiempos de un clima multilingüe, en los que la lengua se fue fusionando. En el libro El lenguaje de Buenos Aires, Borges y Clemente sostienen que el lunfardo era “el lenguaje de lunfas” (ladrones), que habían elaborado su propio código para expresarse a sus anchas.

PALABRAS DE LA “LLECA”

Según Gobello, el léxico del lunfardo se funda en dos pilares base:
Préstamos de lenguas extranjeras. Civilización y barbarie son los sostenes del lunfardo. Palabras europeas (italianas, francesas, inglesas) y americanas (quechua, guaraní) por medio de deformaciones constituyen algunas voces. Por ejemplo: “laburo” proviene del italiano lavoro (trabajo). Por su parte, “choro” o “chorro” llega del quechua churu y significa “persona elegante”, pero este término tomó una dimensión negativa.
“Vesre”. Significa “revés” y consiste en formar nuevas voces al cambiar de lugar las sílabas de la palabra original. En algunos casos, se pueden omitir algunas letras. Esto es tomado de un juego francés, el verlan (à l’envers o “al revés”).
Un caso interesante dentro de este conjunto de palabras que se dan vuelta es “ortiba”, que viene de «batidor», por eso se escribe con “b” (aunque la ortografía interior nos pida escribir con “v”, por tratarse de una terminación –iva).
Así, este es el relato resumido de cómo esta jerga que comenzó en los suburbios porteños hoy es de uso habitual entre los argentinos. En muchos países se considera que es exclusiva del Río de la Plata, pero lo cierto es que todos nos hemos apropiado de este léxico que tiene la huella de nuestra historia.