Economicemos

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¿Han notado cómo nos gusta a los seres humanos acortar palabras? Si se fijan, la mayoría de las maneras en las que nos llamamos los unos a los otros cariñosamente son formas acortadas. Revisemos: “Ma”, “Pa”, “Flor” (Florencia), “Lolo” (Lorenzo).

Los que contamos algunos años más en nuestro haber recordamos la serie de El Chavo del Ocho. Cuando la mamá de Quico se enojaba, lo llamaba “Federico”. Si es momento de retar, no hay por qué economizar.

Cuando mantenemos una conversación informal, empleamos formas abreviadas, que son usos familiares de los términos que representan. Se utilizan teniendo en cuenta el receptor y el contexto en el que se da la comunicación. Por lo general, se usan en la oralidad: “celu” (celular), “finde” (fin de semana), entre miles de ejemplos más. Algunas de estas formas acortadas han cobrado tal relevancia que casi han reemplazado a su palabra de origen, por ejemplo: “foto” (fotografía).

Una característica de los hablantes de cualquier idioma es la economía de palabras. ¿Será, acaso, una manera de ahorrar energía? Quien nos puede dar una respuesta es el estadista del lenguaje George Zipf.

Este estadounidense elaboró la teoría de Zipf o, como también la llamaba él, “la teoría del mínimo esfuerzo”. Con su estudio, descubrió empíricamente (es decir que, para arribar a los resultados, se basó en la práctica) que los términos más empleados son los más cortos. Con respecto al porqué, manifestó que había en el ser humano una búsqueda por sobrecargar de la menor manera posible la memoria y la atención.

“Una característica de los hablantes es la economía de palabras. ¿Será una manera de ahorrar energía?”.

En la escritura pasa lo mismo, también queremos economizar. Existen las abreviaciones: modo de llamar al conjunto formado por abreviaturas, siglas, acrónimos y símbolos. Son una letra o un conjunto de letras que pueden resumir cualquier término o conjunto de términos. Su uso es muy extendido por la necesidad de ahorrar tiempo y espacio al escribir.

La abreviatura es el modo de representar a las palabras con una o varias de las letras que la componen. Una de las reglas de su conformación es que terminan en un punto: “ej.”, «Cba.».

La sigla es la unión de las letras iniciales de varios términos que conforman el nombre: “RAE” (Real Academia Española). En las redes sociales, son furor las siglas en inglés, que se emplean para dar conceptos y ahorrar caracteres. Por ejemplo: “LOL”, cuya versión extendida en inglés es laugh out loud, traducido “reír en voz alta”, es decir: jajaja.

El acrónimo es una palabra que resulta de la unión de una o varias letras de los términos que representa en el nombre. Se diferencia de la sigla en que tiene más de cuatro letras y puede ser leído como palabra: “ovni” (objeto volador no identificado).

Los símbolos son abreviaciones que están aceptadas internacionalmente. No llevan punto final ni tilde. No se pluralizan: “h” (hora), “Na” (sodio).

Si bien existen normas para el empleo de las abreviaciones (no vamos a hablar de ellas por cuestión de espacio, justo que hablamos de la economía), no existen criterios unánimes en cuanto a sus definiciones y sus usos, por eso se recomienda no abusar de ellas.