El juego: Un gran estimulador del desarrollo

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¿Qué valor tiene el juego en la escuela? ¿Los docentes saben jugar?, ¿son buenos jugadores? El juego entendido como derecho y como contenido de alto valor cultural, mucho más allá de un recurso pedagógico.

Por Viviana Lorente   Fotos AFP

Víctor Pavía, profesor de Educación Física y magíster en Teorías y Políticas de la Recreación, responde del otro lado del teléfono con una carcajada. “¿A qué juega usted?”, fue la primera pregunta al experto, que desde hace años sostiene que las personas adultas también deben jugar, así como los docentes deben aprender y enseñar a hacerlo a sus alumnos. 

“Yo tengo la suerte de poder jugar con otros que son mis nietos. Todos los días tengo algún compañero o compañera de distintas edades que viene acá a casa. Ahora estoy retirado, pero he jugado mucho con mis alumnos” (futuros docentes). Con su relato busca reforzar la idea de que los seres humanos necesitamos de la relación con otras personas y jugar tiene mucho que ver con eso. 

Diferentes corrientes a lo largo del tiempo han estudiado la importancia del juego en la niñez y cómo enseñarlo a los docentes para que estos, a su vez, enseñen a jugar a los chicos en los jardines de infantes y la escuela. Sin embargo, más allá de esta certeza, todavía se sigue planteando el siguiente dilema: ¿se trata de jugar por jugar o de jugar para aprender?

“Esa discusión es antigua”, afirma Pavía. “Para mí, no hay que olvidar que el juego es un derecho, sirva para aprender o no –y además– satisface la necesidad de esparcimiento, te permite salir de la soledad y del aburrimiento y es muy probable que te haga aprender algo que posiblemente beneficie tu salud”.

“En las carreras docentes deberíamos aprender cómo se arma un buen juego, sin pensar tanto en qué se aprende con eso”.
Víctor Pavía

“Lo prioritario no es aprender –indica–, seguramente algo vamos a aprender. Pero si vos me estás hablando de la potencia que tiene el juego convertida en un señuelo para hacer más nutritiva una enseñanza, entonces has abandonado el juego como derecho y los has llevado a conformarse como un recurso, que es válido, pero no es mi línea. Yo valoro el juego porque es un derecho, no porque sea un recurso. Antes deberíamos aprender en las carreras docentes cómo se arma un buen juego sin pensar tanto en qué se aprende con eso”, asegura. 

A JUGAR SE ENSEÑA Y SE APRENDE

Patricia Sarlé, doctora en Educación y especialista en Didáctica, coincide con Víctor Pavía y cita a la Convención de los Derechos del Niño y a la Ley de Educación Nacional. Desde la comunidad internacional existe un acuerdo en que los juegos y las actividades recreativas son productos de la cultura y las artes y, por lo tanto, deben valorarse. También que a jugar se enseña y a jugar se aprende y que el juego colabora con el desarrollo físico, cognitivo y emocional de niños y niñas.

Patricia Sarlé rescata la función simbólica del juego para explicar lo que diferencia a los seres humanos de otros mamíferos. “El león siempre vivió en cuevas, no construyó casas ni rascacielos por más que haya pasado la misma cantidad de años en la tierra que el hombre. La capacidad simbólica es la que permite transformar la realidad. En los niños pequeños esto se comienza a producir a partir de los juegos”, explica. 

“Los chicos pertenecientes a sectores vulnerables tienen bajas temáticas para el juego dramático porque están muy circunscriptos a lo que conocen de su realidad más inmediata. No tienen un conocimiento extenso de otras realidades que les permitan pensar otros mundos imaginarios, entonces, la escuela tendrá que ampliar esos mundos”, señala. Por esta razón se vuelve clave el rol del docente en enseñar juegos, generar espacios para que estos sucedan y para diversificar las propuestas lúdicas. 

UN DERECHO DE TODOS

La investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE), también se ríe cuando le preguntan si los docentes saben jugar. “Hemos hecho muchas cosas para eso, porque ellos tienen que saber mirar lo que está pasando. Hay una distancia entre los modos en que los chicos aprenden la realidad y los modos en que lo hacen los adultos. La mirada de 0 a 5 años no es la misma que la de las personas más grandes”, aclara Sarlé.

Por su parte, Pavía reconoce que en la carrera de formación docente para el Nivel Inicial, “a veces se comete el error de trabajar el juego como si fuera para los niños, sin aprovechar el fabuloso momento que te da la universidad para descubrir los placeres como adulto. Soy de la teoría de que si uno es más buen jugador que experto en juegos, los niños se van a beneficiar con eso, del espíritu de jugar. Jugaba mucho con mis alumnos adultos, pero nunca pensando que ese juego después iba a ser transmitido a los niños, sino diciendo ‘pasémosla bien y ya se nos va a ocurrir algo para los chicos’”.

Para Pavía, lo que a veces no figura en los programas educativos de las escuelas es que el juego debe servir para salir del aburrimiento, sentir emociones, explorar el mundo sin peligro e incluso para inventar cosas. Vuelve, además, a reforzar la idea de que el jugar conecta a las personas con otros y ayuda a introducir reglas de la convivencia. 

“La capacidad simbólica es la que permite transformar la realidad. En los niños pequeños esto se comienza a producir a partir de los juegos”.
Patricia Sarlé 

Pero va más allá y suma su crítica. “Una cosa que se consideró mal es que el juego sea solamente de niños y niñas. Yo creo que es un derecho de todos. Te cuento una anécdota muy fresquita. Una de mis nietas tiene 8 años y yo le trataba de explicar que ya me cansaban un poco los juegos que hacíamos y que yo prefería que saliéramos a caminar. Ella me contestó una cosa genial. Me dijo: ‘Sí, vamos, pero pensemos quiénes somos y dónde estamos’. O sea, ella se arma un guion lúdico y a mí me parece que está bueno y eso no tiene edad”.

“A veces, cuando se lo sitúa en el ámbito de lo útil y lo inútil, se construye una visión productiva mercantilista del juego”, agrega el docente. Sin embargo, reconoce que el juego siempre es útil porque de él siempre algo se aprende.

EN SANTA FE

En la ciudad de Santa Fe existe el colectivo Abriendo el Juego, que arrancó hace dos años bajo ese nombre, pero que viene funcionando desde hace más de 20. Se trata de un grupo de 25 docentes, en su mayoría profesores de Educación Física, que rescata la mirada de Víctor Pavía para enseñar el juego y la recreación comunitaria en institutos de formación docente de Nivel Inicial, primario y Educación Física.

Gabriela Questa, una de sus integrantes, explica que trabajan en tres líneas: el juego como derecho, como contenido de importancia cultural y, por último, como estrategia de enseñanza. “Para que sea posible el juego, se necesitan adultos que acompañen y que generen esos espacios, tiempo y oportunidades, y eso implica adultos que, además de ser docentes, sean jugadores expertos, porque si no, no se puede transmitir. Entonces, mientras más actitud lúdica tenga un adulto, mayores posibilidades tendrá para generar las mejores condiciones para hacer posible el juego”, afirma. 

La docente hace hincapié en la necesidad de recuperar las vivencias de los adultos cuando juegan. Observar “qué les pasa en el cuerpo y desde ese lugar pensar propuestas que respeten esto de que el juego no es solo un medio, sino un derecho”. Questa aclara que hay una tradición fuerte de plantearlo como un recurso, pero que a través de los talleres que dictan, buscan precisamente recuperar las experiencias de los adultos, sus percepciones y emociones para después aplicarlas a la enseñanza.

Como sostiene Víctor Pavía en una entrevista publicada en la revista de Fundación Arcor, “el juego es una actividad con cierta carga de hedonismo, sinsentido, conciencia de inutilidad, permiso para explorar y equivocase, locura. Ese tipo de juego –subraya– creo que aporta mucho al desarrollo del niño, del adulto, en tanto corre los límites y permite explorar situaciones sin temor a equivocarnos. Lo que sería el ABC de todo proceso de desarrollo”.