De libre vuelo

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Una escuela especial para chicos sordos y una escuela privada común de la ciudad de Salta generaron De libre vuelo, un espacio donde conviven la música, el teatro y el arte. El trabajo de más de una década por una cultura de inclusión.

No hay discapacidad que nos haga sentir diferentes”, dice con alegría Marisol José, profesora de música de CRIOS (Centro de Rehabilitación Integral Oral para Sordos e Hipoacúsicos), una de las entidades salteñas más antiguas en la asistencia a personas con esta problemática, que también es escuela. La docente fue convocada por la institución hace quince años para incorporar “música” a su plan de estudios. “En un primer momento me pregunté ‘¿Qué voy a hacer?’, y después de mucha insistencia por parte de las directoras, dije ‘Voy a ver…’”, cuenta. Desde entonces, Marisol asegura que la música no existe como barrera, porque no solo se siente por el oído, sino por todo el cuerpo. “Hacemos música, ¡y es muy divertido!”, asegura. 

“Todos somos maravillosamente diferentes, todos somos especiales”, dice por su parte Josefina Vega, directora del Instituto Pablo Neruda, un colegio privado de enseñanza común que trabaja desde hace treinta años en la “pedagogía de la diversidad”. La institución cuenta con más de trescientos alumnos en los niveles inicial, primario y secundario; trabajan con no más de 25 por curso y asisten entre uno y dos chicos con alguna discapacidad por aula. “Las escuelas que integran, en general trabajan con la concepción de que el alumno se tiene que adaptar a la cultura de la institución, porque los docentes hemos sido y aún siguen siendo preparados para la homogeneidad. En cambio, la escuela que incluye construye su cultura para la diversidad”, explica Vega. A su instituto asisten alumnos con distintas problemáticas: hipoacusia, síndrome de Down, síndrome de Asperger, problemas de maduración, entre otras. Muchos de ellos van por la mañana a este colegio y por la tarde, a escuelas especiales, donde reciben acompañamiento profesional para poder seguir estudiando. 

TODOS LOS LENGUAJES

En ese recorrido de escuelas que trabajan por la inclusión confluyeron CRIOS y el Pablo Neruda. Desde hace una década sostienen un espacio al que denominaron “De libre vuelo”, en el que desarrollan talleres de teatro, expresión corporal y ahora también música.

Pero ¿cómo es trabajar la música con chicos sordos e hipoacúsicos? “El ritmo lo tenemos incorporado desde el vientre de la madre, es solo volver a descubrirlo, a sentir el pulso, y ese ritmo los une a la música. Además de utilizar la música como elemento de inclusión, estimulamos la escucha, el habla, el sonido, aunque sea una vocal, eso es un montón”, cuenta Marisol.

Hasta hace poco, los chicos de CRIOS tenían su fuerte en la percusión, pero ahora también están tocando la flauta melódica. “Los de esa salita de 4 que hoy ya está en la secundaria son los que van rompiendo las barreras”, dice emocionada. “Con instituciones como el Neruda, mi objetivo es que se encuentren con otros niños. Es muy importante que haya colegios con una mirada inclusiva, donde todos estén en las mismas condiciones, aun siendo diferentes, trabajando por igual, complementándonos. Ellos poniendo la voz y preparando las canciones, y nosotros, la música”, agrega.

“Para mí, De libre vuelo es un espacio donde tenemos la posibilidad enorme de expresarnos, de usar todos los lenguajes para poder comunicarnos, para sentir que estamos juntos, para mirar el horizonte y coincidir en un sueño, para ir en búsqueda de las utopías, para eso sirven las utopías, para caminar”, afirma Josefina Vega, parafraseando a Eduardo Galeano.

“Todos somos maravillosamente diferentes, todos somos especiales”.
Josefina Vega

Para la directora, este espacio también es el resultado de muchos años de trabajo y de coincidencias en lo ideológico, en una escala de valores y en el nivel de compromiso que asumieron. “Si no hay coincidencias, es imposible –asegura–, sería solo cumplir un horario, poner un cartelito y hacer una planificación para guardarla en una carpeta”. 

Marisol cuenta que este año implementaron un momento para la merienda dentro del espacio. Querían ver qué pasaba cuando se corrían un poco. El resultado, coinciden, fue maravilloso, porque los chicos, solos, buscaron compartir.

Los encuentros De libre vuelo no tienen una estructura fija, a veces las ideas o los proyectos surgen luego de leer un cuento o mirar una película. Todo ello, basado en el compromiso y trabajo ad honorem de sus docentes.  

TODAS LAS EMOCIONES

En octubre pasado, este verdadero ensamble tuvo su presentación pública a sala llena en la tradicional Casa de la Cultura de Salta, con 50 chicos y chicas en el escenario. Para eso, trabajaron directivos y profesores de música de ambos establecimientos. En los encuentros previos construyeron cajas bagualeras, les pusieron color, ensayaron con las melódicas y buscaron temas. Finalmente eligieron dos canciones: La vikuñita, de Magdalena Fleitas, y Para la guerra nada, de Marta Gómez. “Nadie quedó afuera”, recuerda Marisol. En el huayno, los más chiquitos de CRIOS tocaron sus toc-toc; y los más grandes, los bombos. Y en la canción de la autora colombiana que se ha transformado en un himno por la paz, usaron palos de lluvia que fabricaron con materiales reciclados, tocaron sus mélodicas mientras los del Neruda cantaban. Junto a ellos, un grupo de las dos escuelas hizo una parte de las canciones en lengua de señas.

“La magia, esa que a veces es tan abstracta, sucedió ahí, todas las emociones juntas. Empezó el primer acorde y la música fue envolviéndonos a todos. Y esa magia –dice Marisol– es el motorcito que está en nuestras manos, porque estamos convencidos de que no hay barreras”.

Esa noche de octubre sobre el escenario, a los chicos, a sus familias y a sus maestros no solo los envolvió la música, sino también la emoción. “Los chicos estaban muy emocionados, sobre todo, por sentirse mirados, ese es uno de los regalos más lindos de la vida. Porque en muchos contextos, pasamos desapercibidos por la vida, sobre todo ellos, al ser silenciosos, portarse bien, pasan más inadvertidos”, explica Marisol. “Lo que sintieron se notaba en sus ojos, en los abrazos, en la familia que acompaña, incluso fuera de los horarios de clase, la identificación con la institución y con las escuelas que abren las puertas a la inclusión es muy grande”, asegura.

Leo Cruz tiene 11 años, va a sexto grado y es muy buen alumno. Desde los cuatro, cuando le diagnosticaron hipoacusia bilateral, asiste a CRIOS, primero como alumno del servicio de inclusión y actualmente recibiendo acompañamiento de la institución en su trayecto por la escuela común. Paulina Ventura, su mamá, nos cuenta: “A Leo le gusta la música desde chiquito, le gusta bailar, tocar la guitarra, la flauta… Le encanta ir a esos talleres, participa en los actos, no se siente incapaz, se siente incluido, puede”, afirma orgullosa. “Toda la familia lo apoya, yo trabajo todo el día, tengo seis hijos, pero trato de estar siempre, lo mismo mi esposo, estamos felices de que lo puede hacer, no tiene impedimentos y todo eso es por la escuela”, asegura. 

Mientras Paulina habla, del otro lado del teléfono suena la flauta melódica de Leo. 

ORALIDAD

CRIOS es una asociación civil sin fines de lucro que nació en 1991 con el convencimiento de que los niños hipoacúsicos pueden adquirir lenguaje oral con metodología y ejercicios. Su misión es mejorar la calidad de vida de estas personas y acompañarlas de acuerdo a sus necesidades.

La institución se desarrolla en tres grandes áreas: la Escuela para sordos e hipoacúsicos en sus niveles Inicial y Primaria, y el Servicio de Apoyo e Integración, que brinda acompañamiento a los niños integrados a escuelas comunes; el Centro de Rehabilitación Integral Oral, con sus servicios de Detección Temprana, de Estimulación Temprana y de Audiología; y el Instituto Superior de Formación Docente (nivel terciario), con el Profesorado de Educación Especial con orientación en sordos e hipoacúsicos.

Cómo comunicarse:

CRIOS: Tel. (0387) 4233761

Mail: [email protected]