El error enseña

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En las escuelas aún está muy arraigado el error a la mala calificación. Los pedagogos aseguran que las equivocaciones no deben ser sancionadas, sino utilizadas como punto de partida para mejorar. Algunas de las estrategias de autoevaluación o coevaluación.

Fotos: IStock

Uno de los mayores desafíos del aprendizaje es, tal vez, cómo capitalizar los errores para que se conviertan en oportunidades, lejos de las sanciones o los castigos. No es tarea sencilla, pero los expertos en didáctica dan algunas pistas sobre cómo lograrlo: un buen feedback por parte de los docentes al alumnado, por ejemplo, es fundamental para lograr resultados. 

“El error puede ser considerado una falla, un obstáculo o una oportunidad para el aprendizaje. No es una estrategia aislada, es una más que los educadores deben poner en juego para que todos sus estudiantes puedan aprender”, explica Mónica Berlezieri, licenciada en Ciencias de la Educación y docente en la Universidad Católica de Córdoba y en la Universidad Nacional de Córdoba.

Para trabajar desde el error, dice, es necesario generar un entorno de confianza en el que los estudiantes puedan explorar e intentar diversas maneras de hacer las cosas sin temor a equivocarse, y donde el error no sea penalizado, sino utilizado como punto de partida para avanzar.

Melina Furman, doctora en Educación, bióloga y docente en la Universidad de San Andrés, considera que cuando se toma el error como una oportunidad para el aprendizaje, lo más importante es que los alumnos tengan la chance de reparar, mejorar y enriquecer lo que hicieron la primera vez y no salió tan bien. Eso supone, remarca, una devolución del docente, una autoevaluación o coevaluación. 

Furman admite que rehacer un trabajo es un desafío en la rutina escolar, porque en las aulas hay muchos alumnos y mucho que corregir. En este sentido, sugiere encontrar momentos donde esa evaluación revisada tenga posibilidades de ser entregada una vez más. Una buena opción tal vez sería motivar al estudiantado con un mejor puntaje, opina Furman. “Eso es clave para que el error sea una oportunidad de mejora y no quede simplemente en una sanción o en una muestra de lo que el alumno no llegó a hacer”, plantea.

Gabriel Brener, licenciado en Ciencias de la Educación (UBA), docente en la Universidad Nacional de Hurlingham e investigador, coincide en que el error debe ser fuente de aprendizajes en la escuela y que no debe interpretarse solo como sanción. 

En una de sus columnas del diario Tiempo Argentino, Brener remarca: “Debemos advertir que es tan nocivo transformar el error solo en fuente de castigo como caer en un estado de ‘errorismo permanente’. Tampoco sirve no animarnos a señalar que así no, que la resolución debe ser de otro modo”.

“Muchas veces el error no está en la respuesta del estudiante, sino en la falta de claridad en las consignas”.
Mónica Berlezieri

Berlezieri coincide en que una de las estrategias que permite perder el miedo a equivocarse y, de paso, aprender del error es una buena retroalimentación o feedback por parte de quien enseña. 

“El investigador francés Stanislas Dehaene, dice en su libro ¿Cómo aprendemos? que dar un buen feed-back es garantía de mejores aprendizajes, porque siempre que tengamos una devolución amable que detecte, explique y corrija el error, que recibamos comentarios sobre cómo mejorar, que se nos brinde una señal que nos indique el camino correcto, los errores tenderán a disminuir y cada equivocación ofrecerá una oportunidad de aprender”, remarca. 

En este sentido, Melina Furman apunta que la evaluación formativa o el feedback efectivo implican, por un lado, que es posible destacar lo que el alumno hizo bien –que no siempre es tan obvio para él–, y en relación a lo que no está bien, permite marcarlo y seleccionar lo más importante para que el alumno presente una versión mejorada. 

Mónica Berlezieri agrega que es posible utilizar otras estrategias como “la pregunta”, que le permita al estudiante explicar por qué respondió de esa manera o qué quiso decir con tal o cual idea. 

“Formular preguntas que habiliten la autoevaluación y que a través de ellas el estudiante pueda descubrir su propio error. En este punto es importante ofrecer oportunidades para revisar o mejorar sus producciones. Muchas veces el error no está en la respuesta del estudiante, sino en la falta de claridad en las consignas, y los alumnos se equivocan porque no comprenden lo que se les solicita. Por eso otra de las estrategias valiosas es dar el tiempo necesario para que puedan interpretar las consignas”, opina.

Furman plantea que ese tiempo de conversación a partir de un error es una excelente inversión, que ayuda a construir autonomía y evita problemas después. “Cuando los estudiantes se toman el tiempo para pensar y entender bien lo que tienen que hacer, se sienten más seguros e independientes, y por lo tanto cometen menos errores”, apunta Berlezieri. También, agrega, se puede proponer un trabajo colectivo y colaborativo para realizar el análisis de errores comunes.

En este sentido, Furman sugiere algunas estrategias de evaluación entre pares. “Hay una que me gusta mucho que se llama ‘te pido prestado y te regalo’. Un alumno ve el trabajo de su compañero y le marca lo que le pide prestado para su propio trabajo, qué lo inspiró o le pareció bien logrado o bien hecho, y viceversa. Y le regala también una sugerencia para mejorar su trabajo”, explica Furman.

Otra alternativa es “el semáforo”, donde el alumno pone en rojo lo que todavía no entendió o le cuesta; en amarillo, qué es lo que está encaminado, y en verde lo que sí le salió o está bien. “Ese trabajo permite que el alumno se evalúe antes de que lo haga el profe, que tome las riendas de su propio aprendizaje”, dice Furman. 

PERDER EL MIEDO

El colectivo Política y Educación, una plataforma nacida en Rosario e integrada por docentes y profesionales vinculados a la educación, plantea que es necesario apoyar a los estudiantes a identificar sus emociones y sentimientos, así como gestionar los errores y perder el miedo a equivocarse. “Somos diferentes por lo tanto, todos superamos los desafíos de manera distinta”, explican en su página web. Aquí juega también un rol el desarrollo de la inteligencia emocional.

“Tampoco sirve no animarnos a señalar que así no, que debe ser de otro modo la resolución”.
Gabriel Brener

“Cuando se aliviana el peso de la equivocación y el error no es considerado un fracaso, sino una oportunidad, no solo se contemplan los contenidos por enseñar, sino que se piensa en cómo se encuentra la persona al aprender”, apunta Berlezien. Es decir que el proceso de aprendizaje mejora si se generan condiciones y ayudas para que el estudiante desarrolle habilidades personales, actitudes y aptitudes. 

Especialistas en neurociencia aplicada a la educación, como Dehaene, mencionan que cometer errores es la forma más natural de aprender y aluden a que el reconocimiento y la rectificación de los errores (feedback), junto a la atención, son algunos de los pilares del aprendizaje

“En la escuela está muy arraigado el error a la mala calificación. Recibir una hoja con tachones o marcas, como cruces, de color rojo o verde, sin saber el porqué, es una figurita repetida que hace vincular el error al castigo o a la sanción. Es común, en algunos docentes, marcar solo el error y punto final, no se vuelve a tocar el tema. No se recupera el error. El pedagogo francés Jean Pierre Astolfi lo menciona como el ‘síndrome del rotulador rojo’; es decir, en el mismo momento en que se percibe un error, el reflejo del docente es subrayar, tachar, remarcar la falta en el cuaderno o en la prueba. Y en este punto el docente no se detiene a pensar si tendrá alguna utilidad marcar el error en términos didácticos, solo lo corrige”, apunta la docente universitaria cordobesa.