Escuela de capataces

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Albañiles, maestros mayores de obra, estudiantes y egresados de las carreras de Arquitectura e Ingeniería asisten desde hace diez años a la Escuela de Formación de Capataces de la Universidad Nacional de Córdoba. Un espacio que no para de crecer.

Fotos: Gentileza Escuela de Formación de Capataces

El capataz es como el director de una orquesta que tiene varios violines e instrumentos y debe distribuirlos de acuerdo a la habilidad de cada músico para que la melodía suene bien”, afirma con orgullo el ingeniero Martín Pastor Roca, director de la Escuela de Formación de Capataces de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que este año celebra su décimo aniversario. 

La iniciativa nació por el pedido de la entonces decana de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Elvira Fernández, al ingeniero Roca para construir una escuela de albañilería, pero el profesional, con cincuenta años de experiencia docente sobre sus espaldas y también empresario de la construcción, retrucó esa solicitud y le propuso crear la escuela de capataces. 

El capataz tiene la función de armar el equipo adecuado para hacer las tareas que marca el cronograma de la obra, es quien organiza el trabajo de los albañiles. Debe contar con conocimientos sobre la cantidad de materiales que necesita para ejecutar el trabajo, conocer los elementos de seguridad pertinentes para los trabajadores y la maquinaria que se utilizará, pero también debe saber calcular cuántas personas hacen falta para ejecutar una obra en un determinado tiempo.

Además, debe disponer de habilidades “blandas” para comandar equipos. “Hoy hay nuevas ideas de liderazgo, antes la mirada era mucho más verticalista. En la actualidad, quien lidera debe poder transmitir conocimientos y lograr que la gente se sienta orgullosa de lo que está haciendo”, apunta Roca, quien ideó el curso durante dos años reuniendo bibliografía y seleccionando docentes para dar las clases. 

La presencia de capataces es fundamental para el trabajo en la obra, sin embargo, Roca sostiene que con las variaciones económicas que viene sufriendo el país, se ha ido despidiendo a la gente que sabía, y con el tiempo los capataces se “convirtieron en cuentapropistas, por lo que convocan gente, la llevan a una obra, pero como les sale otra, se llevan a otro grupo de personas a ese nuevo trabajo y entonces no lo cuida, no controla y deja a cargo a quien no sabe”. Por ello, esta figura cobra tanta importancia, ya que son los intermediarios entre el profesional a cargo de la obra y el equipo de albañiles. Muchas empresas, ante la falta de personal capacitado para cumplir ese rol, otorgan becas de formación. 

El objetivo de la escuela es “contribuir a la capacitación integral de personal técnico y capataces, así como también a jóvenes egresados de las carreras de Arquitectura e Ingeniería para el completamiento de sus destrezas en la gestión de construcciones”, según afirman desde su página web. 

“El capataz es como el director de una orquesta”.
Martín Pastor Roca

En estos diez años se recibieron unas 1200 personas, aunque como aclara el ingeniero, “son más de 10.000 si pensamos en la multiplicación de los conocimientos”. 

Roca rescata de su memoria una anécdota sobre el impacto que tiene este curso en las personas que lo transitan y en sus familias. “El primer año que dimos el curso tuvimos un albañil de La Cumbre, de 62 años, que trabajaba con su padre, y estaba tan contento que cuando había que entregar los diplomas, le hicimos dar un discurso como a cada uno que se recibía. Estaba presente el rector de la universidad, que en ese momento era [Guillermo] Tamarit, y el alumno empezó diciendo que nunca había imaginado que iba a estar en un pupitre de la universidad y que docentes de esta casa de estudios le iban a enseñar y que además los profesores le iban a responder a sus preguntas”. 

En su opinión esto pasa porque estar sentado en un pupitre de la universidad genera que la gente esté orgullosa de lo que hace. “La verdad es que esto tiene una connotación importantísima, un modelo a seguir en nuestra educación, lo que hace falta es que más gente tenga orgullo por lo que hace”. 

A la Escuela de Formación de Capataces puede asistir toda persona mayor de 18 años que sepa leer y escribir, que sea maestro mayor de obra, así como también capataces sin diploma y albañiles que cuenten con experiencia. Pueden hacerlo asimismo estudiantes de quinto año o que estén realizando la tesis de la Facultad de Arquitectura, de Ingeniería y egresados de hasta un año de antigüedad.

La modalidad presencial incluye prácticas en taller y visita a obras, entre otros.

TEMÁTICAS

La escuela tiene dos temáticas donde los interesados pueden inscribirse. La dedicada a la Construcción Tradicional, que busca consolidar la formación del personal técnico como instrumento multiplicador para la capacitación del resto de los operarios, y la dedicada a Obras Viales, que se aboca a la interpretación de planos, replanteo, rendimiento de materiales y mano de obra, control de calidad, usos de equipos, herramientas y manejo de tecnologías de construcción.

“Este año propuse la escuela de capataces para Obra Vial”, apunta Roca. Resalta que la diferencia con las otras obras es que quienes producen el trabajo en estas son las máquinas y no las personas. Además, son obras que quedan en sitios aislados y los trabajadores deben pasar mucho tiempo alejados de sus familias. “El capataz es fundamental en estas obras para que las máquinas produzcan y se amortice su uso”, dice. 

Sea una u otra temática la elegida, el curso dura nueve meses y las clases se dictan los sábados de 8.30 a 13.30 horas. Tiene dos modalidades, la presencial y la virtual. En la primera, el alumnado realiza prácticas en el taller, visita obras, fábricas, proveedores, y también tiene prácticas de campo con instrumentos acordes a cada uno de los ejes temáticos y sus contenidos. Además, cuenta con material de apoyo digital como apuntes, tutoriales, tips y producción audiovisual.

En la modalidad virtual, las clases son teóricas sincrónicas con material de apoyo y también se debe cumplir con estudio asincrónico a través de apuntes y tutoriales, entre otras cosas. En el caso de esta modalidad, no se accede a prácticas presenciales ni se hacen visitas a obra.

DESAFÍOS

Respecto de los desafíos a futuro, el director de la escuela sostiene que es necesario generar actualizaciones en los contenidos y también sobre las herramientas de trabajo, ya que estos van variando. “Hoy en día hay impresoras 3D, entonces estamos pensando cómo vamos a dar trabajo para que cada uno sepa qué hacer con la impresora”, señala. 

Además, Roca, a quien le llegó la jubilación justo cuando iba a comenzar a ser director del curso, dice que se va a retirar cuando cumpla el objetivo de que los capataces juren y tengan penalidades civiles y penales como los profesionales: “Porque hay penas para quienes hacen mal las cosas, pero el profesional muchas veces no está directamente sobre cada cosa, el capataz está más cerca. Esto no es para quitarle responsabilidad al profesional, sino porque alguien más debe ser responsable por lo que ocurra en una obra”. 

Sin embargo, para que puedan realizar ese juramento, la escuela tiene que dar clases por una suma de horas que en la actualidad aún no cuenta. “Así que vamos a ir sumando horas y vamos a poner una escuela para cada cosa, porque hoy hay diferentes modalidades constructivas y debemos abordarlas”, concluye. 

MÁS MUJERES

La participación de las mujeres en la matrícula de la escuela fue aumentando de manera progresiva. De 2013 a 2018 se mantuvo en 60% de varones y 40% de mujeres. Pero a partir del año siguiente se produjo un incremento notable. En 2019, sobre 133 alumnos, 86 fueron mujeres. En 2021, de los 89 egresados, 53 fueron mujeres, llegando el año pasado a 58 mujeres sobre 34 varones. Una tendencia que parece consolidarse. 

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