Claudia Lapacó:
“Voy a jugarme la vida al escenario”

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Con 60 años de trabajo, es una de las actrices más prestigiosas del país. También cantante y bailarina, Claudia Lapacó asombra a los 78 años con su papel protagónico en Madre coraje. En esta nota, la vida y la muerte, el amor y la dedicación por el teatro.

Por Agustín Gallardo
Fotos Patricio Pérez

Claudia Lapacó no usa celular ni reloj, pero jamás llega tarde a ningún lado. “Yo siempre estoy antes”, suelta. Faltan diez minutos para las doce del mediodía; afuera, el barrio de Colegiales está soleado y tranquilo. Claudia llegó al encuentro con Convivimos igual que como se irá: con una sonrisa. “Es la forma en que fui educada”, dirá al graficar esa energía y vitalidad con la que contagia a quien tiene enfrente. La misma ecuación vital con que se sube al escenario los fines de semana para hacer Madre coraje, la obra que protagoniza junto a un gran elenco en el Teatro Regio, realizada por tercera vez en la Argentina y, esta vez, dirigida por José María Muscari.
Actriz, cantante y bailarina, Lapacó está cumpliendo 60 años con la actuación y es sin dudas una de las actrices con más trayectoria del medio, aunque ella, con sus asombrosos 78 años, reniegue del término. “¿Qué es la trayectoria?”, dice dejando la pregunta en el aire. “Es el pasado –sigue con su sonrisa–. Yo quiero estar siempre mirando adelante, ver lo próximo que voy a hacer”.
Hija de un padre ruso y una madre francesa, Claudia se hizo popular a fines de los 60 con la recordada El amor tiene cara de mujer, telenovela que la lanzó a la fama. Luego de irse un año y medio a Francia por una beca, obtuvo un gran éxito teatral con La dama del Maxim´s. Hizo varias comedias musicales, como Las mil y una noches, La nona, Aplausos, Molly Brown, entre otras. Pasó por la radio, siguió en TV y protagonizó exitosos shows de café concert, entre ellos, uno junto a Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle. En los 60, su amor con Rodolfo Bebán fue retratado en varias tapas de revistas. Con él tuvo dos hijos: Diego y Rodrigo, que a su vez la hicieron una abuela orgullosa de tres nietas y un nieto. En los últimos años brilló en televisión y hoy disfruta de hacer un personaje por demás intenso en Madre coraje. “Los días de función trato de estar en casa, de dejar toda la energía que tengo que poner para arriba del escenario”, cuenta cuando se le pregunta por semejante despliegue escénico.

“El éxito es haber hecho toda mi vida lo que me gustó. Amar mi profesión”.

Claudia disfruta de su hogar, un monoambiente en el que vive hace más de 25 años. “Me gusta ver películas en su idioma original, las busco en los canales porque no tengo Netflix”, dice esta mujer que confiesa hablar poco por teléfono y no usa celular ni redes sociales: “No me interesan, pienso que podría quedar presa como mucha gente”.

  • Sesenta años actuando, todo un número…

Sí, me considero una afortunada. Comencé en 1958, a los 18 años. Soy feliz desde siempre, porque siempre hice lo que me gustó. Cuando la gente habla del éxito, de cortar tickets, esa es una parte que no la tenés siempre. El éxito es haber hecho toda mi vida lo que me gustó. Amar mi profesión, no haber perdido la curiosidad, la entrega ni las ganas de ser distinta en cada obra. Darlo todo. Yo voy a jugarme la vida al escenario.

  • Hablemos un poco de la experiencia de Madre coraje.

Es hermosa. Me la habían ofrecido en otro momento y no la agarré. La moneda le cayó a Muscari. Un día de noviembre me llamó y pensé que tal vez se le habría caído alguna de sus actrices. Yo estaba por viajar a Mar del Plata con Filomena Marturano, otra obra que amé y duró dos años. “Mirá, yo me estoy yendo”, le conté. ¡Él me dijo que era para octubre del siguiente año y para hacer Madre Coraje en el San Martín! Casi caigo muerta, me puse a llorar. Estoy tan agradecida, porque es una obra que muchas actrices desearían hacer en algún momento de su vida. Ha sido una experiencia increíble. La obra original duraba dos horas y 40 minutos, y tenía 29 personajes. Muscari la dejó con nueve, y la historia está contada perfecta.

  • ¿Qué tiene para vos este personaje de distinto al resto?

Este tiene la cosa voraz y despiadada que yo todavía no había hecho. Esta madre es siniestra, posee una voracidad con respecto a ganar, tiene una cosa muy fuerte de madre con sus hijos. Es tan interesante lo que muestra Brecht (N. de la R.: Bertold Brecht, dramaturgo alemán, autor de Madre Coraje y sus hijos, estrenada en Suiza en 1941) de cómo la gente se vuelve fría y miserable con la guerra. Uno se torna mezquino, quiere ganar y ganar. Y así, con esa voracidad, pierde todo. Hasta a sus hijos. A veces pienso que no me van a querer con este personaje.

  • ¿Te preocupa eso?

Leí que este es un personaje que despierta amores y odios. Eso tiene que estar. Yo debo contar la historia y no tener miedo a que la gente me juzgue. El actor se desdobla. Cuando hago de buena, tampoco soy yo. Todos tenemos una cantidad de colores. Es un poco lo maravilloso del actor, mostrar facetas diferentes. Salir de la comodidad donde uno siempre queda bien parado.

ACTUAR, AMAR Y CRECER
La gimnasia de ver las cosas de forma positiva no es algo que Claudia haya desarrollado en algún diván. No hay tampoco una creencia o filosofía. Se trata de algo más simple: la educación que mamó desde chica. “Mi papá era un hombre muy honesto, decía que no había que hacer maniobras turbias y extrañas. Lo que ganaba lo tenía que ganar por derecha”, rememora. Y agrega: “Nunca perseguí el dinero ni la fama. Yo quería hacer esto porque me gustaba”.

  • ¿Cuál es el primer recuerdo de verte actriz?

Muy chica, a los cinco o seis años. Mis viejos me llevaban al cine una vez por semana. Íbamos también al teatro. Una vez fuimos con mi mamá y mi hermana a ver a Lolita Torres en calle Corrientes, la vi bailando y cantando vestida de torero. Dije “Yo quiero hacer esto”.

  • Estudiaste canto, baile y actuación. ¿Cómo te definiste finalmente por la Claudia Lapacó actriz?

¡Yo quería hacer todo! De hecho, fui a probarme al Colón. A los 13 años ya estudiaba teatro. Cuando terminé el secundario, mis padres vieron que esto iba en serio, sería en el 57 o 58. En el 61 tuve una beca para estudiar en París por diez meses y me quedé un año y medio. Vi más de 70 espectáculos y estudié ocho horas por día durante diez meses en el Centro de Arte Dramático de París. Y ahí ya no paré. Creo que quien elige hacer en la vida lo que le gusta es un privilegiado, no tiene que estar persiguiendo la fama y el dinero. Cuando escucho a jóvenes que dicen “Yo quiero ser famoso”, me da vergüenza.

  • Y hablando de madres, ¿cómo fuiste vos como madre?
[Se emociona] Mis hijos me han dado tanto… Les he inculcado mucho amor. Con mis nietos, lo mismo.
 
  • Vivís en un monoambiente desde hace varios años. ¿Nunca quisiste estar en un lugar un poco más grande?

¡Estoy bárbara ahí! Cuando vendí las dos propiedades que tenía con Bebán, les compré a mis hijos dos casas y yo me compré esta. Mis nietos venían de lugares grandes y se quedaban a dormir. Ellos pedían venir. Dormíamos todos tipo sardina uno al lado del otro ¡y la pasábamos tan bien!

  • ¿Y el amor, Claudia?

El amor es fundamental en la vida, sobre todo el amor de los padres. Yo he sido una persona querida [se emociona otra vez]. Mis padres se murieron jóvenes, a los 60 y 62 años, pero me dieron mucho amor, y yo supe dar ese amor a mis hijos y a las parejas que tuve.

  • En una nota dijiste que a esas parejas les diste más amor del que recibiste.

Sí, pero no importa eso. Es la verdad. Yo nunca esperé que me dieran. Con los dos hombres que tuve pareja fui así. Con el primero me casé, no teníamos nada. No me casé con la estrella que fue después ni con un hombre adinerado. Yo lo amaba profundamente y él me amaba a mí. Después no pude seguir con él, había algo en su naturaleza que yo no iba a aceptar. Hay otras formas del amor… Yo veo ahora el poliamor y menos mal que no tengo a nadie [risas]. Creo que conmigo la gente practicó el poliamor y yo no lo sabía [risas].

  • ¿Por qué no hay lugar para un hombre hoy en tu vida?

Porque no se ha dado. Yo tengo un amante que no me decepciona, que es el teatro. Entonces pongo tanto ahí que realmente no lo lamento, ni creo en esa gente que te mira con desprecio cuando no tenés pareja, porque para la mujer es terrible no tener un hombre, te ven como de segunda. A mí me llevó años entender que yo era una mujer completa sin un hombre al lado.

“Yo debo contar la historia y no tener miedo a que la gente me juzgue. El actor se desdobla. Cuando hago de buena, tampoco soy yo”.

  • ¿Qué hay después de la muerte?

No lo sé, que pase lo que tenga que pasar. Estaré con la misma curiosidad que tuve en toda mi vida, no creo que pase nada malo, o se termina todo aquí o pasaremos a otro estado. Yo ya les dije que quiero ser cremada y que no retiren mis cenizas. Ya los veo a estos retirando la urna como una pelota de rugby [risas].

  • ¿Qué sentís que dejás en esta vida?

He tratado de ser una persona digna, y con mi profesión también, pero no creo dejar nada.

  • La gente se te acerca de una manera muy cariñosa a la salida de la función y te agradece. Después de 60 años, me parece que algo estás dejando.

Sí, me recuerdan con mucho afecto. Me da pudor. Yo no les di nada, me di a mí misma. Pero bueno, qué suerte que usted lo recibió. Me alegra tanto que sea así. Pero como decía, ¿qué es la trayectoria? Yo quiero estar siempre mirando adelante, ver lo próximo que voy a hacer.

DE AYER Y DE HOY

La carrera de Claudia Lapacó explotó con su papel en El amor tiene cara de mujer, aquel instituto de belleza en TV que fue dirigido por Edgardo Borda y escrito por Nené Cascallar. “Tuve la suerte de que Nené puso el mismo nombre al personaje, y la gente gritaba por la calle ’¡Claudia!, ¡Claudia!’”. Hizo varios papeles en TV, entre ellos estuvo en Resistiré, Naranja y media, Doble vida, Al límite, El capo y La dueña, entre otros. “Indudablemente los tiempos cambiaron –reflexiona–. En la época de (Alberto) Migré, por ejemplo, no le podías cambiar ni una letra al texto. Ahora yo veo algunos actores que van modificando el papel que les dan, rompen las hojas, improvisan. No todo el mundo está preparado para improvisar. Digo, ¿para qué hay un autor si después dicen lo que quieren? Vos deberías ver una novela y decir ’Esta la escribió fulano’, como pasaba en esa época”.