Mara Gómez: El fútbol al rescate

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Es la primera futbolista trans en disputar un partido de Primera División en el país. El deporte le salvó la vida, y hoy lucha para que la inclusión se convierta en norma y no sea solo una excepción.

Una tarde, Mara salió de su casa con la certeza de que el futuro no tenía nada para ofrecerle, que para ella no había opciones. Antes de llegar a la avenida, a un par de cuadras de su casa, su vecina Adriana la notó rara y la siguió hasta alcanzarla. La acompañó, le dio charla y de a poco consiguió hacerla cambiar de idea. Esa misma vecina, poco después, le extendió una invitación crucial: “¿Querés venir a jugar al fútbol?”. Mara Gómez, hincha de Boca desde siempre, más por extensión familiar que por pasión, en realidad nunca le había dado mucha importancia al fútbol, pero aceptó. Y encontró en él una razón para seguir viviendo.

“Cuando empecé a jugar era malísima, pero desde ese primer día me reía tanto… Es algo hermoso correr detrás de la pelota. Ese día me di cuenta de que el fútbol podía ser una anestesia para el dolor. Yo estaba constantemente pensando en decisiones drásticas y el fútbol me permitió abrirme, socializar más. Me dio contención, que era lo que necesitaba”, recuerda Mara.

Actualmente en Estudiantes de La Plata, hace casi dos años Mara se convirtió en la primera futbolista trans en participar del campeonato de Primera División. Con la camiseta 7 de Villa San Carlos, debutó contra Lanús el 7 de diciembre de 2020.

En los momentos de mayor oscuridad, imaginaba un futuro sin opciones. Sabía que la expectativa de vida de las mujeres trans en la Argentina no llega, en promedio, más allá de los 40 años y que las posibilidades laborales se reducen muchísimo por la discriminación que, aún hoy, es la norma. Le resultaba imposible desear lo que finalmente consiguió: un lugar en la Primera División del fútbol femenino, una carrera (se recibió de enfermera), una pareja estable y una red de vínculos que la sostiene desde la aceptación y el amor.

El camino nunca fue sencillo, ni lo es ahora, con tanto terreno ganado: en Estudiantes solo doce jugadoras del plantel perciben una ayuda económica (que tampoco alcanza para vivir), y Mara no está entre ellas. Además, para conservar el lugar que alcanzó, el permiso para disputar el torneo, se somete a un tratamiento hormonal que la debilita física y emocionalmente.

Si continúa en el fútbol, es por dos grandes motivos: el amor al deporte que la rescató en su adolescencia y la necesidad de dar la lucha por la inclusión desde adentro, como ejemplo hacia las más jóvenes de que es posible ocupar esos espacios: “El fútbol es algo que amo. Al mismo tiempo, que esté yo acá puede abrirles las puertas a otras generaciones. Yo quería esto, pero no aspiraba a alcanzarlo porque no veía la manera, el modo de llegar. Me siento con la responsabilidad de dejar un camino abierto para que sea una inclusión real y no una excepción”.

Desde que decidió escucharse a sí misma, darle espacio a su verdadera identidad y dejar que aflorara, Mara está en pie de lucha. Hace más de una década que se siente observada, analizada y evaluada en cada escenario en el que se mueve. Para bien o para mal, carga constantemente con las expectativas ajenas, que en ocasiones fueron tantas y tan pesadas que le impedían concentrarse en las propias. Identificar entre la maleza el deseo personal es una tarea que aprende a realizar gracias a la terapia.

“Es totalmente agotador. Hay personas esperando que yo haga diez goles en un partido para decir que tengo ventaja. Y hay personas que esperan que un día no me hormonice más, que pelee por una inclusión real, sin que tenga que someterme a esto. Todo lo que hago es totalmente expuesto. Siento esa presión de estar siendo permanentemente observada en todo lo que hago”, confiesa.

Luego de lo vivido, y a pesar de los obstáculos que nunca dejan de cruzarse, Mara disfruta de un presente lleno de sueños cumplidos. A diferencia de lo que le ocurría en la adolescencia, ahora sí es capaz de proyectar e imaginarse alcanzando más objetivos: “Me gustaría algún día vestir los colores de la selección en un Mundial. Me cuesta un poco verme en esa situación, pero me permito soñar. Y si no soy yo, ojalá que sea otra compañera trans, pero que el hecho suceda”.