Celeste Cid: “La actuación pasó a un segundo plano”

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En pantalla desde los 12 años, creció y maduró a la vista de todos. A sus 40, se permite revisar quién es y qué quiere, y la literatura se ofrece como un terreno donde seguir camino. 

Fotos: Daiana Rosemberg

Estilismo: Belén Viso

En esos pequeños oasis que brindaba la terminación del DNI en el momento más agobiante de la cuarentena, la percepción parecía ampliarse. Espacios usualmente ignorados, escenas pasadas por alto, ahora comenzaban a recibir atención, a cargarse de sentido, a movilizar emociones. Celeste Cid, inmersa en ese encantamiento que permitía redescubrir lo cotidiano, observarlo a través de un lente completamente diferente, intentaba capturarlo, evitar que las sensaciones se escurrieran y dejar algún registro de todo aquello.

Celular en mano, fotografió y filmó árboles, mariposas y calles. Necesitó, entonces, encontrarles un texto que les sirviera de epígrafe para Instagram, y recordó el libro que había escrito en 2009, a sus 25 años. Conservaba en su poder las hojas originales donde había esbozado una experiencia sensorial más que una historia de argumento y desarrollo precisos, y así se reencontró con un material que, por pudor, no se animaba a publicar. Recién tomó el coraje suficiente para mostrarlo en sociedad en marzo de este año. Intimidad, que en rigor es su segundo libro (en 2015 publicó Hiel, también con un formato particular), quizá sea su puerta de entrada definitiva a la literatura como autora. Es algo que todavía está por verse. “Yo nunca pensé en escribir un libro, simplemente sucedió. Obviamente, le dediqué trabajo y horas, pero nunca tomé la decisión de hacer un libro, al menos no conscientemente. Me llevó 15 años convencerme de hacer algo con esto. Soy actriz, entonces hubo algo medio formal, como si una cosa inhabilitara a la otra”, cuenta Celeste.

  • ¿Sentías que estabas invadiendo territorio ajeno?

Sí, porque leo mucho desde muy chica y soy muy admiradora de la escritura, los autores, la palabra ajena. No me sentía con el título de hacerlo, lo cual es una estupidez, en un punto, porque todos tenemos derecho a contar con nuestra impronta, nuestra voz. Después vendrá el feedback, estará quien resuene y quien no, como en la vida. A mí me sigue dando pudor, pero está bueno transitar zonas que, incluso, quizá no son tan cómodas. Después terminan estando buenísimas.

  • El paso del tiempo ¿sirve como escudo? Lo escribió una persona de 25 años que quizá se parece a vos, pero puede que no sea exactamente como vos…

No lo había pensado así, pero puede ser. No lo tengo tan claro. A la vez, pienso que está bueno que a esa edad lo haya hecho. La primera vez que lo leí entero después de mucho tiempo, me sorprendí. Estaba observando algunas cosas del mundo, estaba muy atenta. Había algo muy despierto ahí. Eso lo rescato. Me gusta validar esa voz, aunque sea con un delay.

  • Yendo a esa época, no fue un año particularmente sencillo para vos… [N. de la R.: estuvo internada en un centro de rehabilitación de adicciones].

Quizás de las dificultades también aparecen cosas nuevas a las que uno no tenía tanto acceso. Me parece que con el tiempo agradezco zonas mías incómodas que me han sucedido, porque aprendí mucho de mí. Y también salí adelante de cosas difíciles. Está bueno abrazar esos lugares. No separo el libro de todo ese proceso. Había algo de inquietud y espontaneidad en ese momento. Como actriz, estoy muy acostumbrada a la mirada del otro. Al estar tan expuesta, mi mundo privado se empezó a acotar. En esa privacidad, me apareció como una cosa espontánea decir que me pasaban estas cosas.

  • Cobra sentido que no lo hayas publicado en ese momento, porque era resguardar un espacio fuera de la vista de los demás.

Sí, total. Y me pasa que lo leo hoy y me representa. El libro tiene algo del cine que a mí me gusta, películas donde no me dan digerido qué tengo que pensar o sentir. Me gusta algo más de la intriga de qué me estás queriendo contar. Cosas que con el tiempo uno resignifica. A veces te lleva muchos años entender un momento de tu vida. En eso opera un poco hacer terapia. Este es un buen momento, en donde estoy más fuerte como para aceptar que a alguien le gustará y a otros no. Quizás, si lo hubiese publicado a mis 25, habría sido más sensible a que no gustara.

Cuando tenía 12 años, siendo todavía una nena tímida, pero a la que le gustaba bailar, cantar y hacer personajes, pidió ir al casting de Chiquititas. Comenzó a girar una bola de nieve que durante un tiempo no paró de crecer, arrollando todo lo que se cruzara por delante. Sin que nadie lo percibiera, la timidez seguía presente en pantalla (“Veo escenas y noto mis cachetes rojos, y manchas en el pecho, porque me brotaba por los nervios”, recuerda). Cruzaba esa barrera porque el espacio combinaba un costado lúdico en el que se le ofrecían los mejores juguetes para este juego; y otro lado más vinculado a la disciplina y el aprendizaje, con lo que también conectaba.

  • ¿Cómo fue crecer a la vista de todos, con roles adultos en ficción sin terminar de armarte vos misma?

Hubo mucho de eso, cien por ciento. Empecé a trabajar a los 12 y a los 15 tuve mi primer embarazo de ficción en un programa de TV. A los 16 de nuevo, a los 17 dos veces más. Todo sucedió bastante precozmente. Hoy lo pienso y me interpela. Pero, por otro lado, ya a mis veintipocos tenía armada mi casa, y había nacido mi primer hijo. Algo a lo que por ahí hoy un pibe de esa edad no puede acceder, ni hablar en este contexto económico. Me quitó algunas cosas, pero me dio una estabilidad importante. Mi trabajo fue un hogar para mí.

«Me encanta actuar, pero ahora estoy copada con este mundo de la literatura».

  • ¿Sentís que te llevó esa marea? ¿O pudiste elegir?

Me parece que nadie elige todo el tiempo. Elegí bastante y hubo momentos en los que no pude. Conseguí poner límites en algunas cosas. En un momento de mucha exposición, con un programa que era muy visto, como Resistiré, a los 19, decidí que no quería hacer otra temporada de eso. El éxito para mí no era estar en un programa que generaba que no pudiera ni caminar por la calle. Hoy no pasa ya eso con los actores, pero en esa época, con ese programa, fue una locura. Salía a la calle y tres autos con periodistas y fotógrafos estaban siguiéndome. Fue mucho. Eso no es ser exitoso, entonces puse un freno.

  • A veces es un riesgo salir, pero a partir de ese momento estuviste más selectiva con los proyectos, ¿no?

Un poco, sí. Pero también porque nunca tuve el anhelo de entrar. Yo ya me sentía muy agradecida la primera vez que hice ese casting entre miles de chicos y quedé. No sabía por qué había quedado yo y no otro que venía estudiando hace un montón. Algo del azar. Le podría haber tocado a otra persona con más talento. Pero me tocó a mí y este espacio lo voy a cuidar. Esa fue siempre mi filosofía, como buena capricorniana. Con eso solo, yo hubiese estado muy feliz. No tenía el anhelo de ser actriz y que me llamaran de no sé dónde. De hecho, hoy me pasa: si me preguntás qué personaje sueño con hacer, creo que te digo que ninguno. No tengo ese anhelo.

  • ¿Qué significa hoy para vos la actuación? ¿Con qué conectás ahí?

Tengo compromisos de trabajo, pero no quiero leer guiones ahora mismo. Quiero ver qué me pasa, porque siento que no lo tengo tan claro. Me encanta actuar, lo hago hace 28 años, pero ahora estoy copada con este mundo de la literatura. Estoy conociendo gente nueva y es como que me desafía a algo que me involucra desde otros lugares. Estoy todavía evaluando. No sé si mi prioridad hoy es actuar. A nivel ganas, es así. Después, está la realidad: hay que pagar las cuentas y hay que laburar. Está bueno, de vez en cuando, revisar las narrativas de quién es uno, qué quiere. No sé de qué voy a trabajar, qué voy a hacer.

  • ¿Eso es reciente?

Un poco sí, pero también es producto de que como estoy con todo lo del libro, estoy protegiendo ese espacio y dándole más bola a eso. Como que la actuación pasó a un segundo plano. Igual, me encanta actuar, lo disfruto mucho y, cuando aparece un personaje con el que puedo jugar, para mí es una fiesta, porque mi mente empieza a estar 24/7 pensando en eso.

  • Sobre esos proyectos que están dando vueltas, ¿qué se puede contar?

No mucho, porque no tengo firmado ni siquiera el contrato. Se supone que serían este año, pero está todo muy frenado, es un contexto bastante incierto en general con la cultura.

  • ¿Cómo te tiene este contexto?

Es un momento de mucha inestabilidad, de mucha violencia, de mucha reactividad. Espero que pase, que sacuda, porque evidentemente había algo que tenía que acomodarse, pero que baje la espuma y podamos estar todos un poco más tranquilos. Es un país tan lindo y venimos tan golpeados que no se entiende la ecuación.

  • ¿Sos optimista?

No sé, intento serlo. Me sirve, dentro de lo que yo puedo, en mi contexto, hacer cosas. Si no, siempre la responsabilidad está puesta afuera, en otros, en quienes nos gobiernan, en que son malos. No es tema de buenos y malos, sino qué podemos hacer hoy, mientras tanto, con lo que nos pasa. No vamos a cambiar el mundo, pero uno puede hacer cosas, cambiar el contexto, la gente con la que laburás, que te ayuda. Creo que es un país por demás lleno de riquezas. Es muy triste que estemos en este grado. El optimismo hay que tenerlo ahí, que sea un motorcito para estar, para moverse. 

INTIMIDAD

Con tipografías que cambian de tamaño e intensidad, con páginas en blanco que significan silencios, respiros en el relato, con imágenes que se proyectan en una historia sugerida como una especie de guion cinematográfico, el libro de Celeste Cid se constituye como una experiencia en la que sumergirse más que en un relato convencional. Autoconsciente, llegando al final se explicita la idea. Las propuestas estéticas y sensoriales se ramifican y adquieren, para cada lector, un significado diferente. “Me parece muy loco lo que me escribe la gente al respecto, porque no me imaginaba para nada las cosas que me han dicho. Una persona que había perdido a su pareja en un accidente de tránsito me dijo que sintió que el libro le hablaba a ella, que describía sus sensaciones con esta pérdida. Es muy lindo eso, a mí como lectora me pasa lo mismo con algunos textos. Ahí es donde se resignifica el motivo y pienso ‘Qué bueno haberlo publicado’. No sé si está bien o mal escrito, pero en todo caso uno es con esas equivocaciones, y lo importante es que alguien conecte con lo que hacés. Eso me conmueve mucho”, analiza.