Santiago Rearte: Patinando desde la cuna

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Con logros internacionales, el año pasado comenzó a forjar una carrera deportiva que comenzó como un juego. Entre la escuela y los entrenamientos, crece a toda velocidad.

Foto: Candy Peralta

En pañales, con una remera blanca que le llega hasta los muslos y una mochila de Mickey Mouse colgada de los hombros, Santi se mueve de un lado a otro por el living familiar. Los patines de su hermana mayor, varios talles más grandes, no parecen incomodarlo. Se desliza suavemente, gira y, sobre el final del video, se anima a patinar de espaldas. La curiosidad, el atrevimiento y el talento concentrados en un puñado de centímetros y treinta segundos de video que documentan el inicio de un camino.

Santiago Rearte tiene diez años y es de Caleta Olivia, provincia de Santa Cruz. Ve Los Jóvenes Titanes mientras merienda, en uno de los pocos ratos libres que le quedan entre la escuela y los entrenamientos. Es un nene y, también, un deportista comprometido que de a poco ingresa en el grupo de elite. “A los cuatro años empecé a patinar más en serio en la escuela municipal de Caleta. Hacía cosas que ahora me resultan muy fáciles, como el trompo en un pie o en dos pies, el carrito y algunas figuras. Después, me cambié al Club Mar del Plata, más o menos a los seis. Ahí hacía cosas más complicadas, como el camel spin, que es la figura del trompo paloma. Hay gente que se sorprendió, porque empecé a hacer el salto Axel a los cinco años. Hay chicos de 14 o 16 años a los que todavía no les sale”, cuenta.

  • ¿Qué te genera eso?

Me da igual. Lo que me importa es que me salga a mí.

Sobre una tablita y en zapatillas, Santi hace lo que con los patines todavía no le permiten probar. Una vez que domina un salto, empuja el límite suyo y de su entrenadora, y consigue el permiso para intentarlo sobre ruedas. Voraz y ambicioso, no aguanta demasiado sin exigirse la incorporación de nuevos trucos, la mejora permanente. Avanza más rápido que el tiempo, aunque en ocasiones eso le genera frustraciones entre tanto éxito. “El año pasado, cuando estaba cerca del Sudamericano, pensé en no ir. No me gustaba hacer la coreografía, sentía que no me salía nada y no me daban ganas ni siquiera de practicarla sin la música. Al principio me puse con que me tenía que salir sí o sí, me metía presión yo solo, y fue feo. Me ponía a llorar de la bronca, les dije a mis papás que no quería competir. Cuando me enteré de que competía solo, me tranquilicé. Creo que aprendí, ya no me exijo tanto”, confiesa.

Además del patín, a Santi le atraen el básquet y el vóley, aunque no los practica. Recorre casi 80 kilómetros, cuatro veces por semana, para entrenar en Comodoro Rivadavia (es parte del equipo de patinaje de la Comisión de Actividades Infantiles).

A los cuatro, probó con el fútbol, más por iniciativa paterna que por deseo propio. En la posición de arquero, ingresaba en su propia burbuja y se desentendía del partido. Los compañeros, la pelota y los delanteros rivales se difuminaban. En sus pies, imaginaba ruedas debajo de los botines. El arco no era ya un espacio por defender, sino una pista que recorrer. Entre saltos y giros, inevitablemente caían los goles contrarios, sin que se diera por enterado. “Era culpa mía, pero a mí no me importaba, porque no me gustaba mucho el fútbol. Dos veces fui a torneos y ahí ya no me ponían de arquero, porque sabían que me distraía muy fácil. Igual, nadie me decía nada, no se enojaban conmigo”, relata.

El año pasado, en San Juan, fue campeón del Sudamericano de Deportes sobre Ruedas, en la categoría Libre Mini Varones. Este año, en Asunción, Paraguay, ganó la prueba Mini Men Free Skating de la Artistic International Series, organizada por la federación World Skate. Cuando volvió a Caleta Olivia, lo subieron a una camioneta de los bomberos locales para iniciar una caravana: “Estaba contento, pero tenía miedo de caerme, porque estaba en la parte de atrás de la camioneta, así que no me acercaba mucho al borde”, recuerda.

  • ¿Por qué creés que te gustó tanto patinar desde chiquito?

No sé, comenzó como un juego. Me divierto cuando pruebo cosas nuevas. Ahora ya no es tanto un juego, sino un deporte. Antes de las competencias me pongo nervioso, pienso en que todo me salga bien. Cuando termina, es un alivio, porque sigo mejorando. Los jueces cada vez son más exigentes y mis puntajes son más altos.

  • Los adultos somos muy de preguntar esto, aunque falte mucho: ¿pensás si te gustaría seguir haciendo esto cuando seas grande?

Sí, me gusta un montón pensar lo que voy a hacer en un futuro. Capaz siga patinando. El año que viene sé que voy a competir contra chicos más grandes. 

LA ENTRENADORA

Celeste Garay es la coach de patín artístico de la CAI de Comodoro Rivadavia, el club donde entrena Santi: “No es común encontrar un chico con ese don natural, y trabajamos mucho para ir perfeccionándolo. Tratamos de equilibrar la exigencia junto al equipo de técnicos, la psicóloga deportiva y una profe de elongación que se sumó hace poco. Todos tenemos muy en claro que lo más importante es respetar su niñez y su crecimiento”, explica.