Elián Chali “El arte en la calle tiene que ser orgánico”

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Elián Chali desafía los límites del arte callejero. Sus murales pueden encontrarse en cualquier parte del mundo. Conversación con un caminante incansable.

Por: Dai García Cueto

Foto: Sebastián Salguero

 

Elián Chali vive en el futuro. Hoy ya sabe lo que hará en agosto de 2019, y lo que está viviendo lo había planificado el año anterior. Sin embargo, en su pasado, no se imaginaba el presente que atraviesa. “Empecé mi carrera artística sin planificarlo. No estudié arte por convicción, estoy formado por fuera del ámbito universitario, soy autodidacta o he tenido maestros esporádicos, todo educación no formal. Empecé a trabajar como artista sin darme cuenta”, le dice a Convivimos mientras calienta agua en una pava eléctrica en su taller de la ciudad de Córdoba.

Dio sus primeros pasos con la técnica del grafiti, tratando de dejar una marca territorial, pero las paredes urbanas le pedían más que un ícono, una marca repetida. “Pasaban los años y me daba cuenta de que, por ejemplo, en los años electorales no había forma de competir con la propaganda política. Ahí empecé a analizar y a construir el vínculo con la ciudad, que es mi tema. Empecé a notar mucho gris, mucho ruido visual, estridente, mucha cosa rota, y el grafiti colaboraba con eso, no lograba resaltar, se homogeneizaba con ese caos”. Entonces, cambió latas de aerosol por andamios y empezó a construir un estilo propio: “Con formas básicas y colores primarios tengo una infinidad de combinaciones que me permiten dialogar con la gente. El efecto con la ciudad y la forma de interpelar al transeúnte los considero más efectivos cuando planteo una conversación sintética”. Elián sostiene que una pintura compleja y con mucha información puede resultar difícil de descifrar para quien la observa, y en esos casos, “el espectador la ignora o se tiene que frenar para verla. Yo pienso que el arte en la calle tiene que ser más orgánico. Debe ser ¡paff!… encontrarlo y que siga con el cauce de la ciudad”. Por eso, desde el concepto y con su técnica, plantea una forma de entender el hábitat en el que convivimos. “Mi interés es poder irrumpir la forma estereotipada y que de golpe un edificio pueda ser todo rojo. Tal vez la obra no lo dice, tampoco me interesa dejar todo servido en el arte, pero me gusta discutir sobre los modos de vivir: cómo se entiende el centro de la ciudad, cómo se entiende la periferia”.

Nunca abandonó las calles como espacio de trabajo, pero fue cambiando las de Córdoba por otras de todo el mundo; hoy sus murales se dispersan por Rusia, México, Estados Unidos, Polonia, Alemania, Francia y España. Uno de ellos –del cual apenas se nota alguna forma de color desgastado por el tiempo– lo pintó en 2012, el mismo año en que lo convocaron por primera vez desde el exterior, puntualmente desde Lima. Sus experiencias en otros países son diversas: el ayuntamiento de Milán, un museo de México o un centro cultural en Moscú… “Todo bastante dispar, y eso es algo a lo que le pongo fichas. Prefiero no pertenecer a una escena fija; me gustan mucho la arquitectura, el urbanismo, la sociología, la filosofía, la pintura… prefiero abarcar la mayor cantidad de campos posibles como interlocutores”.

No importa cuál sea la ciudad, su trabajo empieza por la lectura del contexto. “Primero trato de ver qué sucede en el espacio cercano. No es lo mismo pintar en un barrio de alta categoría que en uno de viviendas sociales; como tampoco lo es pintar en un espacio al que llego con el brazo o tener que subir en una maquinaria a veinte metros de altura”.

Cuantas más molduras, puertas, ventanas y ornamentos tengan las paredes por intervenir, mejor. También le atrae la vejez de la arquitectura: “Me gusta el estado de deterioro, con textura; cuando se nota el paso del tiempo es interesante remeter con color. Pienso que la ciudad es un cuerpo orgánico, dinámico, que creemos que no tiene vida, pero a la vez está atravesada por miles de energías. Entonces, tomar una pared que se ha caído porque está llena de humedad o una con muchos escritos de manifestaciones es una ciudad hablando. Hay que aprender a entender que el espacio por intervenir es un espacio vivo”.

Hasta hace cinco años, Elián pasaba más de siete meses viajando de manera intermitente. Un poco cansando de tanto aeropuerto y con la propuesta de ser el curador de la Feria de Arte Contemporáneo –que se llevará a cabo desde el 16 al 20 de agosto en Córdoba–, el 2018 significó mudanza y base territorial en su ciudad. “He conocido lugares alucinantes, pero nada se compara con Córdoba; acá está la gente que amo, no hay nada más valioso que eso. Estar cerca de las personas que quiero me da mucho más que lo que gano a nivel profesional si me voy a vivir a otro lado”.

Algunos de sus trabajos en www.elianelian.com.ar

 

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