Enseñar en casa a manejar las emociones

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A menudo escuchamos hablar de la educación emocional y de lo importante que resulta aplicarla en la crianza. Pero ¿de qué se trata exactamente y cómo podemos poner manos a la obra?

Hace unos días, Mateo, de 9 años, estaba ansioso porque se hicieran las 17. Había quedado en jugar en Roblox (videojuego en línea) con su mejor amigo a esa hora. Pero un rato antes, Pedro le mandó un mensaje por WhatsApp: le avisaba que todavía esperaba en el consultorio del odontólogo y que pensaba que recién iba a volver a su casa justo cuando empezaba su clase de inglés, así que le pedía dejar el encuentro para la tarde siguiente. A Mateo se le transformó la cara, se puso a protestar hasta que comenzó a llorar, se cruzó de brazos y se tiró boca abajo en la cama. Su madre lo dejó unos minutos y después se le sentó al lado. Mateo no hacía más que llorar. Cuando se calmó un poco, la mamá le dijo que entendía su bronca, que tanto enojo tenía que ver con sus ganas de jugar, que seguramente su amigo tenía las mismas ganas y que no era el responsable de que el odontólogo estuviera demorado. “Mañana también pueden jugar, ¿no te parece?”, le planteó. Mateo se secó las lágrimas y le contestó a Pedro: “¡Uy, qué bronca que me da que no podamos jugar, tenía muchas ganas! Pero mañana también voy a tener ganas así que no te preocupes. ¿A la misma hora de hoy?”. Después de decir lo que sentía, pudo evitar que el enojo lo dominara y se fue a jugar con su perro. “La educación emocional es enseñarles a los niños el reconocimiento de las emociones, a sentirlas dentro de sí mismos para poder aprender a regularlas y a expresarlas de una manera que sea sana para sí mismos y para otros”, explica la psicóloga Elizabeth González Montaner, al frente del Centro Psicoeducar.

Como papás y mamás, podemos darles las herramientas a nuestros hijos para convivir y conectarse consigo mismos, y que desde ahí tiendan vínculos sanos con lo que los rodea. Una tarea que vale la pena.

Muchas veces, ante un berrinche o una situación angustiante o problemática, intentamos calmarlos y explicarles, o le restamos importancia, juzgamos o inhabilitamos lo que los chicos están sintiendo. Tenemos la mejor intención, pero esa no es la forma de afrontar la cuestión. González Montaner aconseja hablarles cuando están más calmados y evitar frases como “No podés tener miedo” o “No te podés enojar así”. Si queremos ayudarlos a manejar mejor sus emociones, primero tienen que reconocerlas y aceptarlas. “Es un error negar la emoción. El niño y sus padres deben aceptar la emocionalidad que está sucediendo y ver si hay una manera más saludable de enfrentar lo que está pasando. La emoción sucede, lo que está al alcance de la educación es expresarla de una manera saludable”, explica. Hay una pregunta que funciona como llave: “¿Cómo te sentís con esto?”. Ese es un primer paso para tratar de ordenar la emoción y poder expresarla. 

“La emoción sucede, lo que está al alcance de la educación es expresarla de una manera saludable”.
Elizabeth González Montaner

El psicólogo Lucas Malaisi, presidente de la fundación Educación Emocional Argentina, habla de “nutrición emocional” y dice que los “alimentos nutritivos” son el amor, el juego libre, los mensajes empoderadores, pero también los límites y la asignación de deberes y obligaciones acordes a su edad. “Esos ‘nutrientes’ desarrollan la autoestima en los chicos, algo clave para que luego tengan objetivos en la vida, asuman las situaciones críticas y transiten mejor las emociones displacenteras como la tristeza, el enojo o la decepción”, afirma. 

NO SOLO ELLOS 

Como siempre, enseñamos más con el ejemplo que con las palabras. Por ende, los adultos debemos hacer también un camino introspectivo. Malaisi afirma que es vital que los padres trabajen en sí mismos para que puedan autorregular sus propias emociones y expresarlas asertivamente. “Tenemos que hablar más de lo que sentimos, porque así los chicos empiezan a entender que está bien expresarse”, afirma. Por eso también es que Elizabeth González Montaner sugiere que en algún momento del día reflexionemos sobre nuestro rol de mamá o papá. Aconseja cerrar los ojos y generar un espacio de meditación en donde nos encontremos con nosotros mismos y experimentemos la calma para, a partir de allí, pensar cómo educamos, qué queremos lograr, ajustemos las estrategias y vayamos trabajando y repensando nuestra propia inteligencia emocional. Es un gran paso para lograr una educación más consciente. La psicóloga aclara que uno nunca se recibe de experto en la materia, sino que es un trabajo interior para toda la vida. “La inteligencia emocional se va desarrollando desde que nacemos hasta que morimos, así que siempre es oportuno y un buen momento para ponerse a pensar en esto y empezar a trabajarlo con nuestros hijos y, por ende, con nosotros mismos”, celebra. 

EN CLAVE DE SALUD

El psicólogo Lucas Malaisi afirma que la educación emocional de los chicos es clave para su salud y bienestar presente y futuro. “Todas las problemáticas que hoy estamos padeciendo a nivel social, como adicciones, violencia o desmotivación, tienen el mismo denominador común: una mala gestión de las emociones. Enseñarles a gestionar su emocionalidad contribuye a que se expresen más, reconozcan lo que sienten y se conozcan a sí mismos. Todo eso facilita que luego encuentren un propósito de vida y hagan lo que les apasione”.