Mariana Enríquez: “No existe la literatura femenina”

0
906

Escritora reconocida y periodista cultural de larga trayectoria, se distingue por ser ajena al ambiente académico y por su defensa de la literatura fantástica y de terror. Su última novela fue premiada internacionalmente.

Fotos Nora Lezano y Marc Llibre Roig

A pesar de contar con una sólida carrera como escritora y un cuarto de siglo de trabajo incansable como periodista cultural, Mariana Enríquez, porteña educada en La Plata, suele ser asociada con la cultura juvenil y roquera por la mayor parte de los lectores. De hecho, a sus 47 años y con más de una decena de libros publicados desde su novela de iniciación, Bajar es lo peor (1995), todavía conserva un perfil de jovencita dark y rebelde, casi una outsider en el mundillo literario. Sin embargo, su novela Nuestra parte de la noche (2019) ganó el codiciado premio Herralde que otorga la editorial española Anagrama –que además lo publicó–. Asombra lo ambicioso de este libro, que narra en casi 700 páginas una historia ominosa sobre sectas esotéricas y poderes oscuros, ambientada en la calurosa Mesopotamia argentina durante la última dictadura militar. Es decir, un compendio completo de las inquietudes literarias y políticas de la autora, caso especialísimo en el universo cada vez más visible de las narradoras argentinas.

  • ¿Estamos viviendo una revolución de las escritoras en la Argentina? ¿Cada vez se asocia más la profesión de escribir a la mujer?

Sí, por supuesto, está clarísimo que tenemos cada vez más visibilidad, pero creo que no pasa solo en la Argentina, sino en todos los países. Es un fenómeno verificable que cada vez se publican más libros escritos por mujeres, un poco gracias a la ola feminista que hoy tiene una fuerza muy grande en el mundo. Pero no sabría decir si ahora hay más mujeres que escriben o si en realidad hay más editoriales que las buscan. 

  • ¿Creés que existe una literatura femenina?

Definitivamente no, y es un rótulo que me molesta mucho. No entiendo cuál ni cómo podría ser una literatura femenina si existiera, y de hecho me enoja que a los escritores varones nunca les pregunten por la escritura masculina. Creo que no hay ninguna diferencia visible entre un libro escrito por una mujer y uno escrito por un varón, no hay forma de que la haya. Las mujeres siempre escribieron –o escribimos– de todo, desde literatura de vanguardia, como Virginia Woolf, hasta policiales, como Patricia Highsmith, que creó el personaje Tom Ripley, todo un ícono del género. 

  • Vos también escribiste varias novelas con protagonistas masculinos, como Nuestra parte de la noche. ¿Lo vivís como un desafío?

Más bien diría que es el desafío habitual de la literatura, porque cuando se escribe siempre se trata de construir un personaje que no existe en la realidad. Que yo sea mujer y me identifique como tal no tiene nada que ver con el narrador o el protagonista que elija para contar una historia. Incluso cuando yo era solo lectora jamás necesité de autoras ni protagonistas mujeres para conectarme con un libro; al contrario, una de mis grandes influencias fue Stephen King y mi autor favorito es William Faulkner, que tiene muy pocos personajes femeninos. 

  • Mencionaste a King, el “maestro del terror”, un bestseller, y a Faulkner, un escritor complejísimo, apto solo para lectores muy bien entrenados. ¿Venís a “cerrar la grieta” entre la literatura erudita y la más masiva? 

No en forma intencional, en absoluto. Lo que ocurre es que mi formación como lectora es autodidacta y absolutamente ecléctica. Yo no estudié Letras, tengo poca formación en teoría o crítica literaria, conozco a pocos escritores y no estoy enterada de cuáles son las modas en el mundillo de la academia o en el ambiente literario. Por eso, tal vez, puedo leer y escribir de todo sin prejuicios, y creo que en mis libros está presente todo lo que me gusta o me interesa investigar. 

  • ¿Te sentís más cerca de Arlt que de Borges por esta formación tan poco formal?
[Piensa] En realidad, creo que los dos tenían en cierto modo una formación libre y desprejuiciada, y en este sentido no los veo tan antagónicos. De hecho, Borges escribió prólogos de libros de Ray Bradbury o cuentos como La casa de Asterión, en el que manipula la mitología como podría hacerlo un guionista de cómics. También me gusta mucho Arlt por su formación plebeya, como periodista que andaba por la calle y por su interés en las ciencias ocultas. Creo que los dos tenían caprichos muy definidos: Arlt con sus sectas secretas… ¡y Borges también con las suyas! En realidad, si uno se pone a desmenuzar, los dos compartían muchas más cosas de lo que solemos creer; lo que los separa es más bien el origen de clase.

“Es un fenómeno verificable que cada vez se publican más libros escritos por mujeres, pero no sé si hay más mujeres que escriben o más editoriales que las buscan”.

  • A propósito de la literatura fantástica, ¿creés que hace falta fundar en la Argentina una tradición propia que incorpore elementos de los mitos autóctonos, como lo hizo Liliana Bodoc, por ejemplo?

Sí, por supuesto, creo que es importantísimo todo lo que hizo ella con La saga de los confines. Partió de un modelo muy clásico, como el de El señor de los anillos, mucho antes de que llegara al cine, y le dio una vuelta de tuerca ideológica muy interesante porque tomó las diferentes culturas nativas de América Latina para inscribirlas en una narrativa vinculada a su destrucción durante la conquista española. También la obra de Angélica Gorodischer, otra maestra de la ciencia ficción, tiene una impronta muy local. En las dos es muy interesante su forma de pensar la tradición del género fantástico, que básicamente es de origen anglosajón, para traducirlo a nuestro bagaje literario e histórico. Personalmente, en Nuestra parte de la noche incorporé algunas leyendas guaraníes sobre mujeres que fueron castigadas y convertidas en flores por haber cometido cierto acto pecaminoso. Hay una infinidad de historias y leyendas locales de este tipo, muy ricas, que muchas veces quedan confinadas a los manuales de texto escolares o a los folletos turísticos porque nuestra literatura las ignora. 

  • Volviendo a tu novela, ¿podemos decir que retrata bastante a la sociedad argentina, tan devota a la necrofilia?

En realidad, no sé si los argentinos tenemos una mayor devoción por lo “necro” que otras sociedades. Sí es cierto que convivimos con la hiperpresencia de ciertos cadáveres. Siempre andan dando vueltas las fantasías que se tejen acerca de si algún presidente está sepultado o no en el lugar donde se sabe que está, o la mutilación o la profanación del cadáver de algún otro. Sin duda, estamos acostumbrados a una manipulación excesiva de los cadáveres. Por otra parte, lo que sí tenemos es un trauma inmenso con la ausencia de muchos cadáveres a lo largo de nuestra historia, como bien sabemos y ni hace falta aclarar.

  • ¿La temática de la dictadura es inagotable en la literatura incluso para tu generación?  

Creo que tiene que ver con la experiencia personal de cada escritor. En mi caso, a veces pienso que si escribo tanto o tengo tantos textos relacionados con ese período es porque estoy procesando un trauma histórico y personal. Pasé toda mi infancia en dictadura y mi adolescencia coincidió con el gobierno de Alfonsín, cuando los hechos aberrantes estuvieron más presentes incluso que en la propia dictadura, porque se podía hablar de ellos. Creo que todo eso es inseparable de mi biografía y mi forma de pensarme como ciudadana, sumado a que pertenezco casi a la generación de los chicos apropiados, apenas más grande, y obviamente termina por reflejarse en la literatura que hago. Pero quizás deje de ser así para las próximas generaciones, es imposible saberlo. 

  • También es palpable en casi toda tu obra el vínculo especial con un paisaje bien distinto al gótico urbano, como la provincia de Corrientes y el noroeste en general.

Exacto. Es un territorio que conocí bastante sobre todo en mi infancia y adolescencia, porque de ahí es mi familia materna, y se repite mucho en mi ficción porque me interesa en todos los sentidos: geográfico, cultural y mitológico. Al ser fronterizo con Brasil y Paraguay, es un espacio liminal entre lenguas y culturas, y además me gusta mucho su paisaje. Pero también es lo más parecido que conozco en la Argentina al ambiente de la literatura gótica del sur de los Estados Unidos, como la de Faulkner, que me fascina.

“Borges y Arlt compartían muchas más cosas de lo que solemos creer; lo que los separa es más bien el origen de clase”.

  • Vos fuiste una joven gótica o dark, o al menos así te diste a conocer. ¿Seguís siéndolo todavía, ya grande y escritora consagrada?

Creo que una persona no cambia mucho en la vida. Para mí no hubo ni creo que vaya a haber una edad en la que diga “Bueno, desde ahora me voy a vestir con tailleur, no voy a escuchar más a Bauhaus ni voy a interesarme más en los vampiros porque ya soy una señora”. Me sigo considerando adentro de esa parte de la cultura rock que tiene que ver con lo más oscuro y que excede al género del rock gótico al estilo Nick Cave, entre otros, que para mí es igual de importante. Definitivamente, esos siguen siendo mis gustos y a esta altura no creo que vayan a cambiar nunca.

  • ¿Creés que hoy los argentinos y los humanos en general, con esta pandemia y la cuarentena, estamos viviendo una historia de ciencia ficción que podría merecer una novela tuya? 

No, para nada, creo que estamos en el hiperrealismo más total y definitivo imaginable. No le encuentro ningún elemento que me atraiga como ficción. Es simplemente una realidad horrible que quiero que se termine lo antes posible.  

UN PREMIO BIEN FEDERAL

Desde mediados de este año Mariana Enríquez es la directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, que entrega cada año un premio literario. La novedad es que a partir de este año se le sumarán cinco premios regionales en CABA, provincia de Buenos Aires, Centro (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), Norte y Sur. Otra decisión, que no cayó tan bien en el ambiente de los escritores, fue limitar la convocatoria de este año a los géneros fantástico, terror y ciencia ficción. “Bienvenido el debate”, responde ella.