Maritchu Seitún: “Los chicos son mucho más flexibles que los adultos”

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La psicóloga especializada en orientación a padres ve en el escenario actual una oportunidad para mejorar hábitos y formas de vivir. ¿Qué hacer para que la vuelta a la normalidad no sea abrupta para los chicos?

Luego del sacudón inicial que significó encontrarse en una realidad insospechada, luego del acostumbramiento a lo inusual que se fue construyendo con el paso de las semanas y los meses de confinamiento y pandemia, inevitable y paulatinamente llegará el momento de retomar todo lo que quedó en pausa o, por lo menos, buena parte de ello. Las dinámicas familiares se volvieron más plásticas que nunca, con convivencias extendidas y forzosas, con nuevas restricciones que obligaron a reacomodar rutinas, vínculos y costumbres. Para analizar lo que vendrá, Convivimos habló con la psicóloga Maritchu Seitún, referente ineludible en asuntos de crianza, en consultorio y fuera de él (a través de charlas, columnas en diversos medios, libros para grandes y chicos).

  • ¿Qué secuelas podrían quedar después de todo lo que nos está tocando vivir?

Los chicos son mucho más flexibles que los adultos, y es probable que a nosotros nos cuesten más los cambios que tenemos que hacer. Su cerebro está en formación, se van acomodando a lo que les toca con menos dificultad. En realidad, sucede que si su mamá y su papá están bien, ellos pueden adaptarse a cualquier situación. Son todoterreno. El problema es que muchas veces, en estos casos, papá y mamá no están bien, entonces ahí se les complica. Pero no tanto por el encierro, sino porque este implica que el lugar comienza a resultar tóxico al estar papá angustiado y mamá preocupada o asustada. Eso es lo difícil, no tanto el hecho de no poder salir a la plaza.

  • ¿Cómo se debe encarar la vuelta a la normalidad?

Siguiendo tres pautas principales: gradualismo, anticipación y retomar los temas cuando se vuelve a casa de la calle. El gradualismo es que las cosas ocurran de a poco, que los cambios no sean de un minuto para el otro y de repente, sino que la vuelta al colegio o la vuelta a trabajar de los papás ocurran despacito. La anticipación consiste en ir preparando a los chicos a través de juegos o de mirar, por ejemplo, a chiquitos de otro país con tapabocas o usando alcohol en las manos antes de entrar al colegio. Si ven antes esas medidas que tendrán que tomar y juegan con esas cosas anticipadamente, les va a ser mucho más fácil no impactarse. No darle un beso a la maestra y no abrazar a los amigos son cosas fuertes. Todo eso hay que prepararlo y anticiparlo. La tercera pauta que ayuda a que tengan menos secuelas es lo que hacemos cuando vuelven de la calle: hay que volver a hablar y volver a jugar para darnos cuenta de qué cosas les impactaron y poder seguir amasándolas a través del juego y la charla, hasta que se les pasen la preocupación, el miedo y la ansiedad.

  • Ante la imposibilidad de juntarse con abuelos y amigos, ¿de qué forma les afecta a los chicos la socialización mediante videollamadas?

Depende mucho de la edad y del género. Te diría que los abuelos somos los que lo pasamos peor, porque no podemos ver a nuestros nietos ni jugar con ellos personalmente. Si el adulto se pone a disposición en la pantalla, si entiende cuáles son las reglas de los chicos, lo puede pasar fantásticamente bien. El adulto puede contar un cuento o, si el niño es chiquito, mirarlo jugar, por ejemplo. Con los amigos es un poco más complicado. A partir de los cuatro años ya les interesa jugar con otros. Entonces, si tienen la suerte de contar con hermanos, juegan con ellos; si no, está bueno aprovechar el Zoom para que puedan verse y, con un poco de ayuda de papá y de mamá, jugar entre ellos. Siento que a las chicas les está siendo más fácil, porque tienen más capacidad de juego simbólico y se entretienen jugando a la mamá, a la maestra o al doctor, incluso a través de videollamadas. A los varones les cuesta un poco más. Esto es estadístico, porque los varones son más de acción. Por eso, es importante que los papás favorezcan en sus hijos varones también el juego simbólico: que jueguen al colegio, al doctor, a la familia, para que puedan ir procesando. Además, así los padres podrán ver por dónde andan las preocupaciones de sus hijos, de qué se tienen que ocupar y de qué se debería hablar, porque los chicos juegan para divertirse, pero también juegan lo que les preocupa. 

“Si el adulto se pone a disposición en la pantalla, si entiende cuáles son las reglas de los chicos, lo puede pasar fantásticamente bien”.

  • Mencionabas la repetición como algo necesario para que el chico vaya adquiriendo una pauta. Muchas veces a los adultos les cuesta esa parte, se ofuscan al tener que repetir cosas, ¿no?

Sí. La repetición de la pauta, sobre todo si hablamos de niños chiquitos, es porque no tienen una conciencia moral que les permita decir “Yo tengo que ir a la mesa a la hora que está la comida por respeto a mi mamá”. No son robotitos y, de a poquito, con las pautas bien puestas y sin enojo, dichas las cosas un montón de veces, las van a poder aprender. El gran lío ocurre cuando los papás se ofuscan y la quinta vez lo dicen furiosos, y los chicos no vienen a la mesa porque está la comida, sino porque papá se enojó. Entonces no es un buen aprendizaje. Como yo entiendo que es chiquito y no tiene fortaleza interna, se lo repito y lo voy a buscar sin enojarme. Ese es un buen aprendizaje.

  • Hablabas de un escenario en el que hay que hacer un acompañamiento. Al mismo tiempo, los padres van a empezar a salir más, así que quizá haya menos tiempo en el hogar para llevar a cabo ese acompañamiento…

Creo que las empresas se están dando cuenta de que la gente puede trabajar en sus casas. Me imagino que van a ser escenarios graduales, de dos días en la oficina y tres afuera, o la mañana en un lugar y la tarde en otro, por lo que sí se podrá hacer bastante gradualmente este cambio, algo que será muy beneficioso para todos, para los adultos y para los chicos. Yo no creo que nadie vuelva al cien por ciento de trabajo en la oficina, porque nos hemos dado cuenta de que se puede hacer de otra manera y que eso está bueno para todos.

“Yo creo que tenemos dos opciones: tomarnos las cosas para amargarnos, deprimirnos y pasarla mal; o decir ‘¿Qué aprendemos de esto? ¿Cómo hacemos para salir mejores personas de esto?’”.

  • ¿Qué otras cosas positivas puede dejar esta situación?

A mí me pasa que tomé conciencia de cuánto me influía la sociedad de consumo. Estoy consumiendo mucho menos y más tranquila, no voy a 240 kilómetros por hora y haciendo quinientas cosas por día, sino que mi vida está mucho más relajada y tranquila. No creo que vuelva al ritmo anterior, porque estoy bien en este sistema nuevo, que no es nuevo, en realidad: hace cien años se vivía de esta manera, y era una buena forma de vivir. Más allá de no poder encontrarme con la gente que quiero y no ver a mis nietos, creo que el ritmo de vida cambiará; no es necesario que los chicos hagan tantas actividades extraescolares o que vayan tantas horas seguidas al cole. Todo eso lo vamos a revisar y ojalá aprendamos muchas cosas de esto.

  • ¿Sos optimista con respecto a lo que viene?

Soy optimista con la vida. La gente venía creyendo que se iba a comer el mundo y que iba a hacer lo que quisiera, y la cuarentena nos bajó de un hondazo de esa opción omnipotente. Pero una vez que nos bajamos de la omnipotencia, yo realmente creo que tenemos dos opciones: tomarnos las cosas para amargarnos, deprimirnos y pasarla mal; o decir “¿Qué aprendemos de esto? ¿Cómo hacemos para salir mejores personas de esto?”. Entonces, me parece que si aprendemos lo que podríamos aprender, puede ser muy bueno. No es posible elegir lo que nos pasa. A alguien se le murió el padre cuando era chico, a otra persona la dieron en adopción porque sus papás no la podían cuidar, pero no podemos permitir que los hechos que nos sucedieron condenen nuestro futuro. Tenemos que aprender a vivir y a disfrutar dentro de las condiciones que nos tocan. A veces serán buenas, y nosotros creíamos que podíamos dirigirlas, aunque ahora ya sabemos que no; y otras veces no serán tan buenas. Vamos a tener que aprender a tomar lo bueno de lo que toca.