Clara Pinto: El vestido como segunda piel

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La diseñadora formada en Buenos Aires encontró su camino en Londres, donde combinó residencias artísticas y trabajo en marcas de lujo. Su última colección, Mummies, la desarrolló en Sarabande, la fundación que creó Alexander McQueen.

Foto Lourdes Vita

Tras un breve y tortuoso paso por la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires (FADU), Clara Pinto decidió reconectarse con el diseño desde un lado más amable y artístico. “Vivía consumida por la facultad, pero no me hallaba allí, así que decidí retomar la carrera luego de pasar también por Bellas Artes”, comenta la diseñadora que se formó desde la pubertad en el taller de Nicola Costantino. 

Decidida a terminar la carrera, se inscribió en la Asociación Biblioteca de Mujeres, donde sabía que Delia Cancela sería su profesora. Allí, conoció a la artista plástica que luego fue su mentora. La artista le daría el empujón final para establecerse en el Reino Unido. “En un momento de mucha vulnerabilidad emocional, ella fue quien me hizo creer en mi trabajo, empujar mi colección y desarrollar un portfolio propio que me sirviera afuera”, dice la creativa de 30 años, nacida en San Isidro, Buenos Aires.

En 2016, Pinto trabajaba de día como recepcionista en un taller mecánico para pagar sus estudios, y de noche dibujaba figurines, cosía ribetes, superponía tules y organzas en los diseños bordados, etéreos y ligeros que la caracterizan. Si bien su estética siempre estuvo ligada a mundos oníricos, sus temáticas de interés abordan las marcas y cicatrices en la piel, a partir de materialidades que mezclan telas livianas con restos de huesos animales, pelo de caballo para bordar y lana recuperada y afieltrada. Una identidad que sigue en proceso de construcción y le valió su ingreso al programa de la Fundación Sarabande, creada en 2007 por el prestigioso diseñador inglés Alexander McQueen para talentos jóvenes sin recursos. 

  • ¿Por qué decidiste empezar tu carrera en Londres?

Londres es una olla en ebullición, multicultural, muy competitiva y hostil, pero llena de oportunidades si estás dispuesta a darlo todo por lo que querés. Un amigo mío vivía allí y en ese momento tenía una habitación libre para alquilar, así que no lo pensé mucho más y saqué un pasaje. En Buenos Aires, la plataforma de diseño inglesa Not Just a Label había destacado mi perfil con fotos de la colección de mi tesis, así que ya tenía una base para empezar a moverme allá, en una ciudad en la que si no venís de una universidad prestigiosa es difícil que te reconozcan.

  • ¿Y cómo llegaste a London Fashion Week?

Al arribar a Londres empecé a trabajar en una carnicería haciendo cortes, cocinando, y en la cafetería, así que hasta que no conseguí un trabajo en moda, efectivo, corría de la carnicería a las entrevistas de trabajo. Desde Not Just a Label me escribieron para asistir a un almuerzo de relacionamiento y allí conocí a una diseñadora danesa, Martine Jarlgaard –exjefa de Diseño de Vivienne Westwood–, con la que empecé a enfocarme en la trazabilidad de los materiales. Participé además en su primer desfile en la Semana de la Moda, que a su vez fue el primer desfile en el mundo con realidad aumentada. Después apliqué para Peter Pilotto, donde también trabajé en su desfile, en el showroom de venta, en París y en el atelier.

“Londres es una ciudad en ebullición: competitiva y hostil, pero multicultural, inclusiva y llena de oportunidades”.

  • ¿Qué fue lo que más aprendiste en estas etiquetas?

Si bien me empapé de los distintos eslabones productivos, noté el ambiente un poco superficial. Tal vez lo había idealizado. No estaba dispuesta a sacrificar mi vida personal y salir del trabajo a las tres de la mañana por un proyecto de otro. No elegí estar lejos de mi país para eso. Entonces apliqué a una residencia en el norte de Islandia y me fui dos meses a investigar desarrollos textiles con pelo de caballo y lana lopapeysa afieltrada, que es de muy alta calidad. Esa experiencia fue la que más me conmovió y me permitió reconectar con el material después de varios años. En un país feminista, liderado por mujeres, me la pasaba entre el matadero (porque allá la carne de caballo se come) y el río limpiando las crines y la lana. Me hizo acordar al estudio de Nicola, cuando ella estudiaba a los animales y sus pieles, y me sentí totalmente libre y empoderada.

  • Y luego seguiste de manera independiente…

A mi regreso del norte, hace dos años, empecé a buscar un espacio para trabajar en mi propia colección y, una vez lista, le toqué la puerta a la Embajada Argentina para hacer una presentación. Sin mucho presupuesto, me dediqué a reclutar chicas que veía por la calle para que fueran las modelos de Mummies, una colección que trataba acerca de las historias emocionales y físicas de mujeres que tengo cerca y las cicatrices que les quedan en la piel. Cada vestido se construyó en capas, con veladuras de tules y organzas teñidas, bordadas, que representaban una historia personal distinta. La presentación fue performática, emotiva y me enseñó a trabajar en comunidad.

  • ¿De qué manera ingresaste a Sarabande?

Estaba de vacaciones visitando a mi mamá, que vive en Hawái, y vi que se había abierto una vacante para la cursada de 2019 porque una chica no había aguantado el nivel de exigencia. Sarabande es una aceleradora de proyectos que están en línea con el universo McQueen que se focaliza en tu identidad, pero también en tu modalidad de negocio. Fue la primera vez que tuve contacto con gente creativa de mi edad desarrollando sus propias visiones de la indumentaria. 

UNA PIEL INTROSPCTIVA

La inspiración en Clara Pinto viene de lo que tiene alrededor, de insumos de bordado de su bisabuela, de materiales reciclados como plásticos y prendas de organizaciones caritativas, de donde rescata molderías y las resignifica. La cuarentena la encontró en la Argentina, en medio de una residencia artística. En abril tenía planeado mostrar la colección llamada “Entrada al Cenobio” en la galería Un Lugar en el Mundo. Desarrollada a partir de los sueños vívidos y del mundo de la vigilia, los arquetipos de Carl Jung del guerrero y el ermitaño funcionaron como disparadores de personajes y para el desarrollo de los textiles, la paleta cromática y las distintas morfologías posibles. La diseñadora, acostumbrada a la resiliencia, transformó su presentación presencial en una serie de videos de lookbook inspirados en los videojuegos.