Reina Reech: «El verdadero artista debe conmover”

0
344

Aunque hizo su propio camino, desde el principio Reina Reech estuvo marcada por el arte y la espiritualidad, los dos grandes pilares de esta creadora y formadora de artistas.

Por: Leonardo González

Fotos: Nicolás Pérez

 

En el living de Reina Reech se mezclan los juguetes de su nieto con objetos de la cultura hindú y literatura cabalística. Es todo parte de lo que la artista sembró, dentro y fuera de su ser, a lo largo de los años, y que hoy disfruta plenamente.

La creadora de Colores, que acompañó e impulsó el crecimiento de toda una generación con sus canciones, es además responsable de buena parte de la camada que hoy se luce en el teatro musical y también en la televisión. Hace 22 años fundó su escuela en una casona que, al mismo tiempo, tuvo relación con su propio origen: “Yo nací en Viena, porque mi papá y mi mamá eran pareja de show y se fueron a Europa a hacer galas. (N. de la R.: su madre era la famosa bailarina, cantante, actriz y vedette Ámbar La Fox, y su padre, el acróbata Alejandro Maurín). Ella quedó embarazada en París, pero la higiene del lugar no le terminó de cerrar y preguntó dónde estaban los mejores obstetras de Europa, por eso se fue dos meses antes de mi nacimiento a Viena. Volvimos a la Argentina cuando yo tenía cuatro años. Mientras buscaba propiedades para abrir mi primera escuela, me pasó algo muy loco: el dueño de la casona que encontramos con mi socia era el cónsul de Viena que me había hecho todos los papeles para anotarme cuando nací. Yo creo totalmente en que la vida es un búmeran, una rueda que gira, y nos vamos encontrando con diferentes personas que han significado algo para nosotros”, dice.

Con padres artistas, ¿podrías haber sido otra cosa?

Yo tenía un poco de celos de la profesión de mis padres y me negaba a seguirla. Decía que quería ser maestra jardinera, y de alguna manera en Colores lo fui.

¿Por qué tenías celos de su profesión?

En mi casa, por ejemplo, se comía a las seis de la tarde, porque ellos trabajaban en teatro de martes a domingo con doble y hasta triple función. Mi mamá se iba a las siete de la tarde, al otro día se levantaba a cualquier hora, y yo llegaba del colegio a las cinco. Tenía una hora para estar con mi familia, porque cuando yo me levantaba, ellos estaban durmiendo. Después de cenar me quedaba sola hasta que me dormía. La profesión me robó mucho a mi vieja, cosa que  no quise que les pasara a mis hijos y polaricé: prácticamente, desde que fui mamá, puedo contar con los dedos de la mano las veces que hice teatro de noche. Quise estar en mi casa, curtir a mis hijos, y desarrollé mis talentos por otro lado. Con el papá de Juanita hicimos el primer Martín Fierro de Oro de la televisión, que fue Fax, en donde empecé a trabajar detrás de cámara. Eso te da otra libertad. Después vino Colores, donde tuve mucho trabajo porque era protagonista, coreógrafa, productora, pero podía estar con Juanita. Los que veían  el programa se acuerdan de que ella venía y comía milanesas en el estudio. Colores era para ella y lo compartía con ella, y volvíamos a casa temprano juntas. Tampoco me permitía, ni siquiera cuando Bauti era adolescente, irme tres meses a Mar del Plata o a Córdoba. Siento que ahora me liberé, me reinicié, y tengo ganas otra vez de volver a actuar y hacer teatro, tele. Todo lo hice muy limitado, tratando de dedicarle mucho más tiempo a la familia que a la profesión, y estoy feliz de haberlo hecho. Ahora estoy liberada, Bauti tiene 22 y Juana 30.

“Como director, debés poder percibir dónde está el brillo de una persona, para tratar de llevarla a que eso salga, fluya, y protegerla en sus carencias”.

Esa vuelta al teatro se dio en el verano pasado, con El show de la menopausia, obra que hizo temporada en Mar del Plata. Allí pudo terminar con un viejo trauma que arrastra desde los 17 años: cantar en vivo. “Cuando a los 17 me llamó el zar de la revista, don Carlos Petit, para debutar en teatro, me di cuenta de mis limitaciones. Mi madre cantaba fantástico, yo nunca había estudiado canto, y cuando tuve que grabar la canción para ese espectáculo, no me salía. Junto a los técnicos estaba mi madre, que me daba la nota, yo me iba poniendo nerviosa y cada vez me salía peor. Después de un rato, mi mamá me corrió del micrófono y cantó ella de una. Así que debuté con la voz de mi madre… Con los años se fue creando un trauma en mí por esto. Cuando hice Colores grabé siete discos, obviamente todos con mi voz, pero el trauma era con cantar en vivo. Entonces me dije ‘Tengo que estudiar’ y fui a diferentes clases de canto, teatro y baile. Empecé a formarme fuertemente”, cuenta.

El proceso de formación la convenció de que podía ser más que una actriz,  espacio que había elegido para esquivar las comparaciones con el talento superlativo de su mamá en el canto y el baile. El recorrido le demostró que lo suyo no es una sola faceta, sino la creatividad en general, sin importar el soporte, el rol ni la exposición que el proyecto implique. Lo aprendido la motivó a querer formar nuevos artistas, a poner a su disposición un polo similar al Actors Studio que conoció en los Estados Unidos: un centro que reuniera diversas disciplinas artísticas para que cada uno pudiera desarrollar su potencial al máximo.

Desde muy chica estás rodeada de arte, ¿qué es ser artista?

Está relacionado con la formación –por eso tuve el sueño desde muy jovencita de contar con mi propia escuela–, pero también con eso que no te puede dar ningún estudio, que es el ángel. Eso que te lleva a decir “¿Qué me pasa cuando veo a esta mujer o a este hombre?”. Hay algo que trasciende la pantalla o rompe la cuarta pared en un escenario, y te conmueve. Cuando hablo con los alumnos de la escuela, siempre les digo que para un artista es muy importante tener aprendido lo necesario: la coreografía, el texto, la letra de la canción. Si uno no sabe lo que debe hacer, no puede empezar a dar lo que tiene para ofrecer. Si dudás en una coreo y estás pensando en eso, no podés emanar tu ángel, tu espíritu, tu energía. Es muy importante tener aprendido lo que haga falta. Con el texto totalmente claro, podés empezar a fluir con la emoción y ser graciosa o dramática. Incluso se puede jugar con la improvisación. Cuando uno sabe la situación, empieza a aflojarse. Para mí, el verdadero artista es aquel que, más allá de lo que hace, puede conmover al que lo está mirando; el que puede emanar algo más allá del texto, la letra o la coreografía. Hay artistas que son estrellas consagradas que no bailan bien ni cantan bien, y te preguntás qué tienen que cuando los ves te hacen sonreír o emocionar. Como director, debés poder percibir dónde está el brillo de una persona, para tratar de llevarla a que eso salga, fluya, y protegerla en sus carencias.

Este año, Reina puso en marcha Reiniciarte, un círculo de mujeres con el que genera encuentros para hablar de espiritualidad. Ella no se considera una maestra, sino un puente en este camino que cree necesario recorrer.

¿Cuándo comenzaste a desarrollar tu espiritualidad?

Desde siempre, porque mi padre era espiritualista, y mi madre, artista. Ese combo, esas cosas que una posee alquímicamente, te marcan. Aunque seamos únicos y yo tenga mi propio camino, hay cosas que condicionan: tu cultura, la escuela que se elige, la familia, el entorno, la sociedad. Es como un carrito de supermercado que se fue llenando, y para encontrarse con uno mismo y ver su esencia, uno tiene que sacar todo lo que metieron ahí.

¿Te ayuda a aislarte de la locura que hay alrededor?

Yo siempre traté de no meterme en la locura que hay alrededor, pero los cabalistas dicen que es muy fácil mantenerte en eje si estás en la montaña con los ojos cerrados y repitiendo un mantra. Cualquiera siente que está en paz en esa situación. Hay que encontrarse en el centro y en paz en medio del caos. Este es el desafío de una verdadera persona espiritual: que puedas estar centrado cuando todo lo que te rodea está desalineado.

“¿Cuántos decretos en contra de nosotros hacemos diariamente? ¿Cuántos decretos en contra de los demás?”.

Tomás cosas de muchas culturas distintas, ¿no?

Sí, de cada una voy agarrando lo que a mí me vibra. Amo el hinduismo, y en mi casa hay mucho, porque la cultura hindú te da la enseñanza a través de las imágenes. Para trabajar la conciencia, lo de arriba, me encanta la cábala. Para trabajar la tierra, amo la cultura andina, su cosmovisión, que tiene muchos rituales que te conectan con la naturaleza y con estar uno en medio del cielo y la tierra y poder ser puente de esa energía. He tomado de cada cultura lo que me gusta y también lo comparto. Las niñas de la época de Colores hoy son las personas a las que les interesa todo esto. Siento que esta semilla que puse cuando cantaba “iluminemos el cuerpo” o tantas otras cosas, quedó en su corazón y hoy les interesa seguir expandiendo su conciencia sobre estos temas. Creo que estamos en un momento en el que la humanidad necesita que seamos muchos los que hacemos masa crítica para caminar el lado luminoso de la vida y no el oscuro y caótico. Es tanto lo que hay que nos perjudica, que si no tenés un centro potente de luz y una energía que te mantenga centrado, vivís estresado y sos esclavo de todo. Los cabalistas hablan de salir de la esclavitud, y es toda una metáfora. Todos somos esclavos. La esclavitud es nuestro cuerpo, y nuestra alma tiene el trabajo de luchar con el cuerpo, que todo el tiempo quiere la satisfacción inmediata y no la que es a largo plazo. Entonces, salir de la esclavitud es salir de las limitaciones que nos ponen los sentidos, el cuerpo, la educación, la política. Tenemos que vaciarnos para poder ser. Creo que cuando la gente me dice “Parecés de 45”, no tiene que ver con la magia. O sí: con la magia interna. Emano algo porque trabajo mi luz, trato de que salga y brille. Eso te da una energía diferente.

Haber llegado este año a los 60, entonces, ¿no implicó algo especial porque no mirás el número, sino el desarrollo interno?

Estoy reiniciando con otra libertad, porque en definitiva cuando hablamos de, por ejemplo, la bandera verde del aborto, hablás de la libertad. Yo estoy a favor de la vida, de que la mujer esté educada para la prevención y no de que llegue al deseo de hacerse un aborto, pero la realidad es que continúa sucediendo y se siguen muriendo. Entonces, deben tener la libertad de poder hacerlo de una forma en la que estemos menos expuestas. Me parece que se está reeducando a la sociedad, y esa reeducación tiene que suceder en lo espiritual, hacernos responsables de lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Todo se genera en la conciencia, en un pensamiento. Con las palabras vivimos maldiciendo a los demás y a uno mismo. ¿Cuántos decretos en contra de nosotros hacemos diariamente? ¿Cuántos decretos en contra de los demás? Eso para mí fue un aprendizaje enorme. Esta forma de encarar las cosas te empieza a cambiar la vida, ves todo con un color diferente.

 

Agradecemos a Adriana Sibiloni, Benito Fernández y Las Pepas.

 

 

[email protected]