Dalia Gutman: “Me siento superpoderosa haciendo reír”

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Durante una crisis vocacional, encontró un refugio en el humor, con un género que estaba asentándose en el país. Veinte años más tarde, es una referente de la comedia a nivel nacional, y se animó a ir un poco más allá y protagonizar una obra de teatro escrita y dirigida por otra persona.

Fotos: Nico Pérez

Estilismo: Lula Romero

El humor siempre estuvo allí, pero fue necesario pasar por otras experiencias, menos placenteras, para darse cuenta de que podría ser su modo de vida. A pesar de los prejuicios de su entorno más cercano, y de los suyos, Dalia Gutmann consiguió dar el paso y desarrollarse en un género que le permite canalizar situaciones personales, expresar su caudal artístico y modificar estados de ánimo de otros.

La comediante, que comenzó el año con una nueva temporada en el Maipo de su unipersonal Tengo cosas para hacer, protagoniza ahora, por primera vez, una obra de teatro en la que interpreta un personaje con guion de otra persona (Esther Goris): en el Chacarerean encabeza el elenco de Cómo te soñé.

  • Desde chica tenés el humor como recurso, pero no lo pensabas como una opción laboral, ¿por qué?

Porque para mí el humorista era algo mayor, como Moria Casán o Tato Bores, esas grandes figuras, que no parecían seres humanos, sino extraterrestres que no te imaginabas haciendo cosas terrenales. Era como que vivían en un mundo paralelo. Nunca, ni en mi más remoto sueño, imaginé que yo podía subirme a un escenario y hacer esto. Así que estudié Locución, que para mí fue también algo muy lindo.

  • ¿Era un deseo?

Locución sí. Ser humorista, ni lo pensé. Es como que te diga ahora si querés pilotear un avión, o algo que hace gente muy distinta a vos. Me recibí de locutora en 2002, y para mí fue un logro, porque en ese momento había dos escuelas de locución, se anotaban mil personas por año y entraban sesenta. Era “¡Wow, soy locutora!”. Creí que era mi máxima aspiración. Después, no enganchaba dónde podía ser buena como locutora, no terminaba de encajar en nada. En eso, apareció el stand up como un hobby y me sorprendió que de repente me llamaran de un festival en Córdoba. Me fueron pasando cosas. Al año siguiente me invitaron a un festival en Colombia. No lo podía creer.

  • ¿Por qué comenzaste?

Yo era periodista en Canal 9, en el noticiero, y me acuerdo de estar en un restaurante comiendo muy angustiada. Creo que había terminado una guardia, como cuando te hacen ir a la casa del presidente del PJ, o había cubierto una nota de algún atropellado. Era una vida de mucho contacto con la angustia la del periodismo en un noticiero diario. Estaba ahí y le escribí a un profe de stand up para preguntarle si me podía anotar en su taller. Lo hice porque quería ir a un lugar donde circulara el humor.

  • ¿Lo conocías? ¿De dónde sale ese recurso?

A mí me gustaba ir al Bululú. Había algo que me atraía del teatro, aunque no terminaba de verme a mí como una actriz. El stand up acababa de empezar, porque en Buenos Aires llegó en el 2000. Me gustaba, lo veía y pensaba que podía hacer eso, que era gente contando cosas y haciendo humor con cosas de la vida cotidiana. Era diferente al teatro, era gente hablando del portero eléctrico, porque al principio el stand up era así, no había madurado todavía a que el comediante se adentrara en zonas más oscuras. Me gustó. Y ya me había dado cuenta en el ISER de que cada vez que había un trabajo a mí me gustaba llevarlo para el lado humorístico. Había algo ahí. Me acuerdo de llamarlo angustiada, pero era como anotarme en un curso de cocina japonesa: no pensaba en dedicarme a eso. Era hacer un curso. Y me sorprendió.

«Lo que trato de hacer siempre es humor honesto».

Las primeras alegrías en el stand up, casi inmediatas, la llevaron a renunciar al noticiero, aunque todavía debía lidiar con algunos mandatos: “Mi mamá me decía ‘¿Cómo vas a renunciar a un canal de aire, con un sueldo fijo, vacaciones y obra social?’. En casa son todos egresados universitarios, y no entendían que esto fuera un laburo de verdad para mí”, cuenta.

  • Cuando te subiste al escenario, ¿notaste de entrada que era lo tuyo?

Sí, sentí que servía para algo. Me pasaron pequeñas cosas que me ayudaron a confiar. La primera vez que actué fue en una clase de Martín Rocco, que fue uno de los precursores del stand up. Se acercó una actriz que me encanta, Eugenia Guerty, y me dijo “Vos sos buena haciendo esto”. Esas pequeñas cosas te van envalentonando, y me acuerdo de la gratificación de ver gente entrar al teatro con cierto humor y salir contenta. Dije “Me parece que tengo el don de cambiarles el ánimo”. Arriba del escenario, por lo menos, puedo hacer reír a alguien.

  • ¿Cómo te hace sentir?

Me siento superpoderosa al ver que termino una función y la gente se va contenta. Me encanta ser responsable de ese rato. No es algo mágico que tengo, sino que hago mucho esfuerzo para que pase. Estoy con un grupo de personas con las que laburamos en ese sentido. Es algo que con los años me di cuenta de que tengo. No sé si es un poder, pero sí una capacidad que quiero exprimir para que vengas y te olvides un poco del sufrimiento que es la vida cotidiana. Quiero aprovecharlo.

  • Hiciste nueve temporadas de Cosa de minas, y comenzaste la tercera de Tengo algo para decir. Lo particular del género es que si bien es la misma obra, se van modificando muchas cosas en el camino…

Sí, todo el tiempo estoy laburando los shows. Este año hay una escenografía nueva y otras cositas. Es un work in progress permanente, pero apuesto siempre a durar en el tiempo porque me parece que las obras de teatro no son como el cine que filmaste y ya está. Tenés ese permiso, que es una de las cosas que más me gustan, de poder seguir pensándolo. Vas encontrándole cada vez más la síntesis. En el humor, cuanto más sintético puedas decir algo, más efectivo es. Me pasaba que cosas que antes decía en un minuto ahora las puedo decir en una frase. Todo el tiempo estoy pensando en cómo hacer para que sea más gracioso el show.

  • ¿Te filmás y te ves? ¿Cómo es el proceso?

Un poco de todo. En el género que hago el público es el coautor. Escucho risas y digo “Esto va”, escucho un silencio y digo “Mmmm, esto hay que laburarlo más”. Lo pienso dentro de la función con la gente. Y tengo una directora que es una genia, que es Mariela Asensio, que es muy concreta. Yo soy muy de irme por las ramas, entonces ella me frena con mucha maestría, sin ofenderme.

  • ¿Cómo manejás la atención al público para que no te afecte o mueva demasiado hacia dónde vas?

Es como una gimnasia, como todo. Cuanto más hacés algo, más entendés cómo hacer para sostenerlo. Trato de no dar por supuestas cosas en el público. A veces alguien tiene cara de enojo y trato de no engancharme porque no sé qué le pasó a esa persona ese día. No hay cuarta pared en lo que hago, porque escucho, y si alguien me dice algo lo voy a incorporar, pero a su vez es cada vez más teatral. Es cada vez menos show de stand up y más una obra donde no me puedo colgar demasiado con nada.

  • Eso de hacer algo más teatral, ¿cómo se fue dando?

Durante muchos años yo era standupera, y en 2015, 2016, Marie Asensio, que es del palo del teatro, empezó a dar su mirada, a tirar cosas de la puesta en escena, y cada vez me fui corriendo un poco más. Se me ocurrió cantar una canción, que al principio es incómodo, porque el canto no es un don que tenga, pero quise animarme a esas cosas que me gusta hacerlas mucho en el comedor de mi casa, para ver qué pasa si las hago adelante de la gente. Me parece que el humor tiene mucho de eso: animarte a hacer delante de la gente algo que te divierte hacer solo. Hay algo ahí que es muy vivo si hacés esas cosas que te divierten a vos.

  • Aunque sea algo ficcionado, hablás en el escenario de cuestiones privadas, emociones y vínculos, ¿cómo lo trabajás antes de que se convierta en material?

Si es un tema que te está doliendo mucho, es difícil poder reírte. Son procesos. Si te acaba de pasar y te duele, no vas a hacer un monólogo. Igual, hace no mucho, un día en el que estaba reangustiada porque me había pasado algo en un laburo, cuando se lo conté a mi mamá, ella me retó mucho por estar así. Me dolió, porque hubiese preferido que me contuviera, pero también me causó gracia y pensé en contar un chiste con eso. Decirlo y que la gente se ría, poder hacer de eso que para mí fue doloroso algo humorístico es lo mejor.

  • Más allá de tus experiencias, ¿todo lo que pasa en la calle puede convertirse en material?

Sí, medio que todo el tiempo estoy mirando cosas. Siempre hay una parte de mi cabeza que está robando ideas de cosas que veo o escucho. Saco fotos, las guardo, tengo álbumes de cosas, todo el tiempo estoy mandándome ideas. Me divierte. Cuando estoy bien, estoy así.

  • Dijiste que el avance de la mujer en la sociedad fue modificando la manera en la que armabas tu material, ¿de qué manera lo hizo?

Cuando comencé era como que la mina era la hinchapelotas, la que hablaba mucho, y es un lugar del que me fui corriendo de a poco, porque empecé a preguntarme si soy yo la que hablo mucho o es que vos hablás muy poco, si yo soy hinchapelotas o vos reaccionás lento. Traté de salir de ese lugar. Antes la mina era hinchapelotas y no había mucha discusión. Yo tenía muchos chistes respecto a que era muy hinchapelotas. Me corrí de ahí. En general, lo que trato de hacer siempre es humor honesto. No por ser mujer voy a ser de una manera o de otra. En la comedia, para que esté viva, tenés que hablar de cosas que te interesen y de las que te guste hablar. Trato de ir por ese lado y no ubicarme en un lugar como lo hacía antes.

Hace un tiempo, Esther Goris se acercó a Dalia para ofrecerle el personaje principal de una obra de teatro. Dalia primero pensó que no era para ella, que llamara a una actriz, pero accedió a un par de reuniones, café de por medio, y se embarcó en el proyecto. “Estoy contenta, porque es como un rubro nuevo. No sé cómo me va a ir, cómo lo va a recibir la gente. Tiene momentos dramáticos, que yo no había pasado nunca arriba del escenario. Pero estoy entusiasmada, me parece que a mi edad está buenísimo desafiarse con cosas que uno no hizo nunca”, confiesa.

  • ¿Tenías ganas de que pasara?

Me sorprendió mucho. A mí siempre me gustó otra cosa, no me había interesado nunca ser actriz o interpretar. Cuando dije que sí y empezaron los ensayos, hubo algo que me hizo sentir que era un camino que estaba bueno. ¿Mirá si sirvo para esto? 

DOCUMENTAL

En 2020, durante el encierro por la pandemia, Dalia se embarcó en un proyecto que la hizo sumergirse en sus propios inicios en la comedia: un documental sobre la primera etapa del stand up en Buenos Aires. Es una forma de rescatar a Martín Rocco, Diego Wainstein y Alejandro Angelini, entre otros pioneros del género. “Me pareció que estaba bueno documentarlo y contar la historia. Tengo ganas de terminarlo, porque lo empecé en 2020, avanzo un poquito y lo dejo. Quiero terminarlo sí o sí este año. Es para contar eso y que las futuras generaciones que hagan comedia sepan que esos tres tipos son los que hicieron que vos hoy tengas esta historia del stand up en Buenos Aires. Fui testigo de esa historia, son los años que me hicieron despertar la vocación”, cuenta.