Educación emocional en la infancia

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Identificar las emociones y gestionarlas contribuye a disminuir el estrés que generan situaciones conflictivas. Un cerebro que se estimula positivamente aprende más.

Por: Juan Pablo Margutti

 

Reconocer las propias emociones y regularlas. Aprender a modularlas para que nos resulten positivas. Armonizar lo que sentimos de modo de comprender las sensaciones, ponerlas en contexto e intentar obtener de ellas los mejores resultados. Todas estas nociones son parte de lo que significa la educación emocional, que aplicada desde la infancia puede producir grandes cambios de conducta. Es sabido que siempre es más fácil resolver cualquier asunto cuando se conoce lo que se siente internamente.

“Querer aprender a reconocer las emociones parece una perogrullada, pero en muchísimas oportunidades decimos ‘Esto me da cosa’, y ese ‘cosa’ está reemplazando que no sabemos si lo que tenemos es miedo, angustia… Cuando estamos educados emocionalmente, sabemos de qué emociones estamos hablando. Si es, por ejemplo, un enojo, se usa de un modo que sea productivo”, explica Gloria Husmann, licenciada en Psicología, autora de La torpeza emocional, de Editorial del Nuevo Extremo.

En la infancia todo parece muy excesivo, muy emocionante, muy tremendo y muy grande. “Ayudar a los niños a tener comprensión de lo que sienten, compasión por sí mismos y los terceros, y a reaccionar sin dañar a nadie es una herramienta inteligente que, utilizada desde la infancia, es muy rica”, agrega Flavia Tomaello, experta en relaciones públicas y comunicación, autora de Hacé de este libro lo que quieras y Este libro lo hacemos vos y yo, de Editorial Albatros.

“Es importante verbalizar cómo nos sentimos, de esta manera aportamos al vocabulario emocional de los niños y lo ampliamos”. Claudio Waisburg

Educarse emocionalmente contribuye a disminuir el estrés que nos generan distintas situaciones desde que nacemos. “Cuando el niño no sabe qué le pasa, el nivel de ansiedad es muy alto; entonces al tener control cuando hay una emoción desagradable y negativa, evitamos la violencia”, indica Husmann. Y suma: “¿¿La tolerancia a la frustración, la resiliencia, la empatía, te ayudan cuando conocés tus emociones a tolerar la frustración?? Hoy no sabemos tolerarla, y por eso hay tanto pasaje al acto, se pega, se golpea. Aprender a modular todo esto permite una mejor adaptación social y a tener mayor confianza en uno”.

Los padres son modelos de comportamiento para sus hijos, por eso el primer paso es que los adultos sean conscientes de las propias emociones, de sus causas y de sus posibles consecuencias. “Una buena manera de empezar a trabajar la conciencia emocional puede ser respondiendo algunas preguntas: ¿Cómo me siento en este momento? ¿Por qué? ¿Cómo estoy manifestando lo que siento? ¿Qué puedo hacer para corregirlo? –explica el doctor Claudio Waisburg, neuropediatra y director médico del Instituto SOMA–. Es importante verbalizar cómo nos sentimos, de esta manera aportamos al vocabulario emocional de los niños y lo ampliamos, a la vez que damos ejemplo de cómo manejamos nuestra propia gestión emocional”.

En las aulas

En algunas escuelas también se está hablando de incluir la educación emocional, también llamada “socioemocional”. Sobre la base de los conocimientos neurocientíficos, existen algunas entidades que están aplicando esta educación como parte del aprendizaje. El foco está puesto en que los chicos puedan desarrollar sus habilidades inter- e intrapersonales.

“Está comprobado que el mundo entra al cerebro a través del sistema emocional, no del sistema racional. La neurociencia confirma que si no hay primero un estado emocional que sea lo suficientemente favorecedor para el aprendizaje, no es posible que este suceda”, explica Lucrecia Prat Gay, neuropsicoeducadora y directora del área académica de la Asociación Educar.

Según Prat Gay, los colegios se están animando a decir que no están contentos con los resultados que tienen y comienzan a ver qué otras cosas se pueden hacer; ahí aparece la educación emocional. “La buena noticia es que todos lo pueden hacer sin necesidad de expertos, introduciendo pequeñas modificaciones en la manera de dar clases”, expresa. En la provincia de San Juan, por ejemplo, ya se incluye la educación emocional en la currícula oficial.

Por su parte, Rometti indica: “Cuando hablamos de educación emocional no hablamos simplemente de nombrar cuatro emociones o que digan cómo se sienten al llegar al colegio; sino de trabajar todas las competencias socioemocionales en profundidad: autoconocimiento y conciencia emocional, autogestión –que comprende la autorregulación emocional y la automotivación–, conciencia social y empatía. Y también la gestión de las relaciones, que comprende el aprendizaje y el manejo de las habilidades sociales y la asertividad”.

Lucas Malaisi –psicólogo, presidente de la Fundación Educación Emocional Argentina e impulsor de un proyecto de ley nacional sobre educación emocional– asegura también que “el desarrollo de habilidades emocionales contribuye a disminuir conductas sintomáticas como las adicciones, el abandono escolar, las depresiones y los suicidios, la promiscuidad, la violencia, el bullying o la baja tolerancia a la frustración. La idea es educar en las emociones antes de que enfermemos”.

El término “educación emocional” llega de una corriente educativa que busca trabajar y acompañar el desarrollo de la inteligencia emocional en las personas. Fue establecido por primera vez por Salovey & Mayer, pero fue luego Daniel Goleman quien logró una mayor divulgación científica del tema. Tanto el norteamericano Goleman como el catalán Rafael Bisquerra incorporaron desde la década de los 90 la posibilidad y necesidad de educar y aprender la inteligencia emocional, y es allí cuando surge el término.

En síntesis, educarse en lo emocional le permitirá a la persona ampliar las posibles respuestas emocionales, responder con acciones más reguladas para poder vivir en sociedad y tomar las mejores decisiones. Educar las competencias emocionales le aportará al niño un conocimiento de sí mismo que lo preparará para este mundo cambiante en el que vivimos, dándole herramientas para enfrentarse a los retos que se le plantean cotidianamente y vivirlos con seguridad y alegría. 

SENTIMIENTOS Y SENSACIONES

La emotividad también se aprende y se ejercita; aquí algunas sugerencias para practicar la conciencia emocional con niños*

  • Dibujar rostros que expresen emociones.
  • Redactar un diario emocional.
  • Imitar conjuntamente distintas emociones.
  • Identificar las emociones en familia, como si se tratara de un trabajo en equipo, y detectar el porqué de ese sentimiento.
  • Leer conjuntamente cuentos que ayuden a la conciencia emocional.
  • Escuchar música, tocar un instrumento, bailar o practicar el canto.
  • El juego y el tiempo libre: es muy aconsejable que este sea un momento compartido con los padres, en la medida de lo posible. Ayuda, entre otras cosas, a comunicarse, a tolerar las pequeñas frustraciones y a mejorar el sentido del humor.
  • Potenciar el contacto físico: las caricias y las palabras afectuosas tienen beneficios psicológicos comprobados. *Dr. Claudio Waisburg. Neuropediatra, director médico del Instituto SOMA

Otra alternativa en casa puede ser que la familia investigue sobre las emociones, como si se tratase de una actividad lúdica. “Así descubrirán que las emociones son muchas: que alguien esté llorando no es sinónimo de que esté triste, sino que es una respuesta fisiológica a un estímulo que provoca la aparición de distintas emociones: llorar por alegría, tristeza, dolor, enojo, miedo”, explica María Noel Rometti, licenciada en Psicopedagogía.

Cuanto mayor sea el repertorio de emociones que manejemos, mejor vamos a poner en palabras lo que nos está pasando y, desde allí, podremos regularnos mejor. “Para aprender, el cerebro debe emocionarse, recurrir a lo que la emoción nos provoca, y así memorizarlo”, indica Rometti.

En la misma línea, el doctor Waisburg afirma que es importante enseñar a los hijos a conectar con sí mismos para que puedan comprender mejor cómo se sienten. Cualquier momento o situación del día son buenos para practicar y desarrollar la conciencia emocional. “Es importante que presten atención a sus emociones, tanto si son positivas como negativas, para luego poder etiquetarlas y ponerles nombre. También hay que trabajar con ellos la causa de esa emoción, que verbalicen qué es lo que les ha causado que se sientan de esa manera”. Todas las emociones son legítimas y deben ser aceptadas.