Frustración. ¿Por qué tenemos baja tolerancia?

0
30

Diferentes factores como cansancio, estrés o situaciones traumáticas pueden provocar una mayor sensibilidad, a punto de ebullición permanente. Las alarmas para detectarla.

Por: Paola Florio

 

Claudia enseñaba inglés y llevaba una vida tranquila. Estaba casada, tenía dos hijos y un trabajo en un instituto que le gustaba. Todo se desmoronó cuando la despidieron de su empleo, tuvo que cancelar un viaje y comenzó a pasar más tiempo en su casa. “Me enojé tanto que trataba mal a todo el mundo, me sentía resentida, todos tenían la culpa de lo que me pasaba. Mis hijos ya no me aguantaban, mi marido tampoco, ni siquiera yo misma, pero no podía manejarlo. Incluso mis amigos, que en un principio intentaron acercarse, se fueron alejando. Un día usé esa bronca que sentía y comencé a tejer. Hice tantas bufandas, gorritos y ruanas que terminé armando mi propio emprendimiento. Ver resultados positivos partiendo de algo tan triste logró sanarme”, explica.

La mayoría de las personas se han sentido frustradas en algún momento de sus vidas, y aunque este sentimiento no se puede eliminar por completo, es posible aprender a manejarlo. Pero muchas veces, no es tan sencillo salir de ese laberinto negativo, sobre todo para las personas con baja tolerancia a la frustración, que tienen una sensibilidad excesiva: no soportan la incomodidad, los contratiempos, las trabas o los problemas. Tampoco la demora en la satisfacción de sus deseos ni ningún sentimiento o circunstancia que pueda resultarles desagradable, presentando incluso cuadros de estrés, enfado, ansiedad, tristeza y resentimiento. ¿Suena conocido?

La ventana de la tolerancia

En función de las experiencias y el recorrido de cada uno, nos vamos configurando para sentir la vida de una forma u otra. Ante situaciones de peligro o traumáticas, el organismo actúa para sobrevivir y pone en marcha mecanismos que, en ocasiones, no consiguen volver a su “estado normal” y entonces nos quedamos fuera de nuestra ventana de tolerancia. Pero ¿qué es exactamente esta ventana? Representa el rango de intensidad emocional que somos capaces de experimentar. “Cuando estamos dentro de la ventana de la tolerancia, nos encontramos en equilibrio emocional, pudiendo disfrutar de las diferentes situaciones de la vida cotidiana. Estar fuera de la ventana significa que existe un desequilibrio o descontrol emocional, es decir, o bien el sujeto no se puede conectar con sus emociones, o bien el otro extremo: debido a la sensibilidad del sistema autónomo simpático, las emociones están a flor de piel, donde las diferentes situaciones se viven con una sensibilidad extrema”, explica Santiago Gómez, psicólogo y director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva.

La baja tolerancia es un importante trastorno emocional capaz de romper familias, amistades, relaciones laborales y sentimentales. El especialista brinda algunos consejos para manejar la situación: “Principalmente, estar atentos a nuestros pensamientos. Cuando nos damos cuenta de que son negativos, tratar de interrumpirlos y de realizar una evaluación más objetiva o racional. Además, es importante mantener la atención plena en lo que estamos haciendo, porque esto nos mantiene en contacto con nuestras emociones”.

Un cambio de filosofía de vida puede ayudar a que el sistema nervioso tenga una mayor tolerancia. “Aprender a no preocuparse por todas las situaciones de la misma manera; mantener un orden de prioridades, ya que las cosas realmente importantes son pocas; realizar técnicas de relajación y respiración; salir a caminar; mantener la atención plena en lo que estamos realizando y, sobre todo, descansar”, recomienda Gómez.

Cambiar el foco

¿Qué pasa si un día decidimos salir de ese laberinto negativo en el que nos encontramos girando en falso? “Si bien cada caso y recorrido personal es particular, existen algunas técnicas que ayudan a detectar lo que sentimos y a entrar en una dinámica en la que podemos analizar nuestras reacciones”, sugiere la licenciada Claudia De Soza. La psicóloga recomienda algunos trucos para desandar este camino: “Buscar en la propia experiencia aquellas frases que hayan ayudado a positivizar situaciones negativas, copiarlas en un papel y recordarlas en los momentos de crisis. Además, es importante darse tiempo y evitar el análisis o la reflexión hasta que se haya producido un enfriamiento emocional. ¿Cómo podemos hacerlo? Realizando actividades agradables cuando nos sintamos mal. No es una huida, es una parada a tiempo, una pausa para más tarde, para responder a las exigencias del momento de una forma más adaptativa sin que la frustración nos limite”. Vale la pena intentarlo.

4 pasos fundamentales

1- Distinguir entre deseos y necesidades, ya que unos necesitan ser satisfechos inmediatamente y otros pueden esperar.

2- Controlar los impulsos y valorar las consecuencias de nuestros actos.

3- Ser conscientes de que, muchas veces, el dolor o el sentimiento de fracaso tiene mucho de imaginario. Debemos aprender a relativizar los fracasos y los éxitos, y a notar que nuestra realidad se construye mucho más lentamente de lo que nosotros querríamos.

4- Controlar el ambiente, evitar cosas, personas o situaciones que nos puedan frustrar, en la medida que sea posible.